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Interior del Molín de la Rionda con sus tres muelas, situado en el Jardín Botánico Atlántico.
Molinos de agua

Molinos de agua

Estas modestas edificaciones fueron importantes industrias del medio rural que supieron sacar partida a los numerosos cauces fluviales del concejo

VALENTÍN ARRIETA BERDASCODOCTOR ARQUITECTO

Domingo, 4 de septiembre 2016, 01:06

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Gijón, al igual que el resto de Asturias, es tierra de molinos, los cuales aprovechaban los numerosos ríos, arroyos y regatos existentes en esta húmeda región para moler el grano y producir harina, elemento esencial para la alimentación. Estos ingenios hidráulicos tienen su origen en la baja Edad Media, pero proliferaron en nuestra región a partir del siglo XVII con la implantación del cultivo de maíz, cereal importado de América que se adaptó fácilmente al clima asturiano.

A mediados del siglo pasado todavía existían activos en Gijón medio centenar de molinos distribuidos a lo largo de los numerosos cauces del concejo, como el río Peñafrancia (Deva, Cabueñes y Bernueces), el arroyo del Meredal (Baldornón y Caldones), arroyo de Llantones (Huerces y Granda) o el río Pinzales (Ruedes, La Pedrera, Cenero). Los molinos solamente se situaban sobre los cauces naturales si éstos eran poco caudalosos, siendo más habitual canalizar el agua hasta el molino desde algún arroyo importante que garantizase una corriente de agua continua durante todo el año. Estas conducciones artificiales se separaban del río varios centenares de metros evitando que las crecidas del cauce principal pudieran afectar al molino, y se realizaban por canales delimitados por muros de mampostería, regulando la entrada de agua al canal mediante una presa.

En la mayoría de los casos, los molinos gijoneses son edificios de planta rectangular y pequeñas dimensiones, construidos con muros de mampostería de piedra y techumbre de madera a dos aguas. El espacio interior consiste en una sala de moler donde se coloca la muela o muelas (el número depende del tamaño e importancia del molino) y demás elementos necesarios para el vertido del grano, giro de la muela y recogida de la harina. Estos mecanismos están apoyados en un forjado de madera elevado sobre un espacio abovedado por el que cae el agua haciendo girar el 'rodezno', rueda horizontal de madera o hierro que trasmite el movimiento a la muela a través de un eje vertical denominado 'árbol'. En ocasiones existía un cuartito contiguo a la sala de moler donde los aldeanos esperaban a que terminase la faena, convirtiéndose el molino en un lugar de encuentro para los vecinos.

En algunos de ellos, aprovechando el sistema de conducción de agua, se instalaron ferrerías y pequeñas centrales hidroeléctricas, como la existente en el Molín de Eugenio en Deva, que abastecía de electricidad a la casa condal de los Revillagigedo situada en las inmediaciones. Actualmente tan solo subsiste un tramo de la canal que conducía el agua hasta el molino desde el lavadero de Deva, así como los muros escalonados del 'cubo', a través del cual se vertía con fuerza el agua desde la canal sobre el rodezno por la diferencia de nivel existente entre ambos. En la década de los años 70 del pasado siglo, ya sin uso, este molino fue desmontado y trasladado a la finca de Los Maizales, en Cabueñes.

Hoy en día apenas quedan en Gijón tres o cuatro molinos en buenas condiciones y en funcionamiento. Uno de ellos es el Molín de la Rionda, recuperado y restaurado a raíz de su incorporación al recinto del Jardín Botánico Atlántico. Se han montado las tres muelas que tuvo en su momento, con variaciones entre ellas en algunos detalles, lo que hace de su visita una experiencia muy didáctica. El Molín de Gilledo (Granda) y el Molín de La Quinta (Caldones) son otros de los mejor conservados.

Lamentablemente otros muchos se han perdido para siempre o están a punto de hacerlo. Uno de los desaparecidos fue el más grande e importante de Gijón, de ahí que fuese apodado 'El Molinón', nombre que se le dio al campo de fútbol construido en sus inmediaciones. Este molino, también llamado Molino Viejo, formó parte de las instalaciones de la fábrica de conservas de pescado y harinas conocida como 'La Hormiga', instalada a mediados del siglo XIX en un lugar pantanoso que posteriormente sería convertido en el parque de Isabel La Católica. En el lugar donde se ubicó el molino se edificó en los años 70 del pasado siglo el Parador Nacional Molino Viejo.

Otro de los más importantes y cercanos al núcleo urbano es el Molín de Gadina, situado en el barrio de Ceares, actualmente en el margen de la senda fluvial del Piles. Este molino fue regentado por una molinera que inspiró una célebre zarzuela y la famosa novela de Alfonso Camín 'La Carmona', por ser protagonista de un luctuoso suceso acaecido a comienzos del siglo XX a consecuencia de un triángulo amoroso que terminó en asesinato. Actualmente se encuentra en ruina progresiva a pesar de su importancia y de formar un bonito conjunto etnográfico junto al hórreo y casa contigua, corriendo grave peligro de desaparecer al haber perdido ya la cubierta.

La mayoría de los molinos que aún existen en nuestro concejo se encuentran en precarias condiciones mantenidos a duras penas por sus propietarios a pesar de no ser ya necesarios para la vida cotidiana. Muchos de ellos aún están en condiciones de ser salvados de la ruina y recuperados del olvido, pues conservan incluso los mecanismos internos. Este es el caso del Molín de Cagüenzo (Huerces), activo hasta hace pocos años, y que con más de doscientos años de antigüedad conserva la maquinaria parcialmente desmontada, pero en condiciones de poder ser recuperado.

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