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Fieles siguiendo la misa fuera de la capilla de la Soledad.
Cimavilla se rinde a Medinaceli

Cimavilla se rinde a Medinaceli

«No falto un año. Ya puedo estar mala o tener poca gracia, pero siempre vengo porque sé que me escucha y me concede lo que pido»

O. SUÁREZ

Sábado, 4 de marzo 2017, 01:15

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Como cada primer viernes de marzo, y cumpliendo con una tradición centenaria y muy 'playa', decenas de feligreses asistieron ayer al encuentro con Jesús Nazareno de Medinaceli en la capilla de la Soledad. El párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, fue el encargado de oficiar la misa a primera hora de la mañana desde un altar improvisado en las escaleras de la entrada al pequeño templo de Cimavilla.

La ausencia de lluvias posibilitó que se colocaran en la calle los bancos para los fieles y que todos de esa forma pudieran seguir la homilía, algo complicado de haberse celebrado dentro de la iglesia, dadas las reducidas dimensiones y la gran devoción entre los habitantes del barrio alto y de los vecinos llegados de este otros puntos de la ciudad, que cada año acuden puntuales a la cita.

Es el caso de María Josefa Fernández Argüelles, residente en El Llano pero «muy muy creyente del Cristo de Medinaceli». «No falto un año. Ya puedo estar mala o tener poca gracia, pero siempre vengo porque sé que siempre me escucha y me concede lo que le pido», dice. «El año pasado pedí por un trabajo por el nieto, que es aparejador y con la crisis lleva tiempo y paro y a los pocos meses lo llamaron y ya está colocado», argumenta. Ayer, una vez que «todos los de la familia tienen trabajo», rezó «por la salud de todos y sobre todo la mía, que ya voy siendo mayor».

Una vez concluida la misa, los feligreses siguieron con la tradición de hacer cola para besar al Cristo Redentor. Aunque la creencia arraigada consistía en un beso en los pies de la imagen, por motivos de higiene desde hace años los devotos besan el cordón que pende de la vestimenta de Jesús Nazareno. Aún así, la fe en los milagros es la misma para quienes se acercaron a la capilla, que fueron muchos.

La parroquia de San Pedro organiza cada año la misa y amplía el horario del pequeño templo para que nadie se quede sin tocar y venerar al conocido como Cristo Viajero. «Yo ya marcho contenta para todo el año», resumía una mujer.

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