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Los tesoros de alta mar, en sus manos

Los tesoros de alta mar, en sus manos

El dueño de Pescados Pedro, con quince años de presencia en el Mercado del Sur, es un acérrimo defensor del Cantábrico

POR ÓSCAR PANDIELLO

Domingo, 30 de abril 2017, 00:43

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El Cantábrico cuenta con una gran variedad de tesoros escondidos en sus entrañas. De seleccionarlos y ofrecerlos a los paladares de todos los gijoneses se encarga, desde su rincón del Mercado del Sur, Pedro Fernández, pescadero de Cimavilla con una vida vinculada a la pesca desde sus orígenes. «Nací en una familia de pescadores, ya que mi padre trabajó toda la vida en la mar. A mí desde siempre me gustó mucho, pero él no quería que siguiese sus pasos. Era consciente de lo duro que era».

Pedro es el menor de cinco hermano y su educación estuvo ligada, como sus primeros años, al barrio alto. «Empecé a estudiar en el colegio San Eutiquio y la verdad es que sacaba buenas notas. Sin embargo, veía a mis hermanos trabajar y tener dinero y decidí hacer como ellos», apunta entre risas. Descartado el trabajo en alta mar, la opción lógica pasaba por colocarse tras el mostrador de una pescadería. La primera, relata, fue en Pumarín a los 16 años. «Trabajaba en la calle La Mancha con Frutos. Fue él quien me lo enseñó todo junto a sus hijos: el oficio, una forma de vivir, una educación», enumera.

Después del servicio militar, Pedro puso rumbo a Oviedo para seguir trabajando con esa familia, que entonces cerraba su establecimiento en Pumarín. Su estancia en la capital duró cinco años, el tiempo suficiente para decidir que su camino tenía que seguir de forma autónoma. «Fue entonces, en 1997, cuando abrí en el Polígono de Pumarín. Un primer paso antes de que en 2002 me bajase aquí, al mercado», explica mientras despacha medio kilo de bocartes. Un Mercado del Sur «emblemático» que sigue guardando la esencia con la que se inauguró hace más de cien años. «Lo que le gusta a la gente es esto. El trato uno a uno, algo personal. Aquí tienes fruta, pescado, pan, carne y todo de calidad».

Con esta filosofía, el producto que se puede ver sobre los hielos de su establecimiento no necesita presentación. «Es todo del Cantábrico. Si de una cosa podemos presumir es del pescado de aquí. Es penoso que en una ciudad como Gijón, con puerto, se venda mucho de ese producto de dudosa calidad que al final sale barato. Yo nunca lo tuve y llevo peleando con ello toda la vida», afirma. Un ejemplo: el filete de panga. Ese que ahora, al salir en los medios de comunicación, «todo el mundo rechaza mientras se lleva las manos a la cabeza».

¿Y en su mesa? Según reconoce, todo tipo de pescado es bienvenido. Los de horno y las recetas con arroz son sus especialidades. «El marisco, en cambio, no. No doy un duro por él y eso que a mi mujer le encanta. Cómote unos bígaros o unos mejillones, pero comprar, la verdad, no compraría», sostiene. Sobre los precios, todo depende de la disponibilidad del recurso y del momento de la época de pesca en la que nos encontremos. «Me ponen fama de caro y ye mentira (ríe). Como ejemplo, los oricios los tuve más baratos que nadie este año. Lo que compro barato yo lo vendo barato, no hay más», sentencia.

Presidiendo el negocio, una fotografía muestra a un equipo de chavales a punto de disputar un partido de fútbol. «¿Eso? Jugué en el Cimavilla hasta los 18. Tuve mis pinitos como portero y la verdad es que tengo muy buenos recuerdos de ello», explica con una sonrisa. Y, como gijonés de pro, también se confiesa seguidor del Sporting. «Sufridor más bien. Y socio», apostilla. A su juicio, la situación actual se entiende en base a la toma de decisiones. «Cuando se tuvieron que tomar se hizo todo mal. Cuando no se tomaron y no quedó más remedio que tirar con lo de aquí, con Mareo, fue lo mejor que nos pasó. Disfrutábamos más en Segunda con los guajes que ahora», reconoce.

Mientras atiende a los clientes, charla con ellos de fútbol, Gijón o el ambiente de Cimavilla, que ha crecido con él durante las últimas décadas. «Yo creo que para bien. La ciudad, por su parte, intenta encontrar su sitio en el paso de la industria al turismo», explica mientras atiende a un amigo del barrio. «Esti ye un experto del pescado y de la juerga», apunta a carcajadas.

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