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OLAYA SUÁREZ
GIJÓN.
Lunes, 5 de febrero 2018, 00:54
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Javier Álvarez Villazón es el jefe de Medios Operativos del Servicio de Salvamento, Extinción de Incendios y Prevención del Ayuntamiento de Gijón. Es el encargado de dirigir el parque y disponer de los medios técnicos necesarios en el día a día de los bomberos, siempre con la estrecha colaboración de Fernando García, el jefe del servicio. Juntos han conseguido en los dos últimos años -desde que el gobierno municipal reorganizase la estructura de dirección del parque- modernizar y rentabilizar tanto los recursos humanos como los técnicos que tienen a su alcance. Sofocar el incendio que asoló el desguace Riestra, en Somonte, se convirtió en uno de sus retos más complicados.
-¿Son suficientes los cinco recientes refuerzos? La propia alcaldesa pidió públicamente al Gobierno central que les permitiesen la contratación de más efectivos porque con los actuales no se garantiza la seguridad.
-Es cierto que necesitaríamos ampliar la plantilla. Con la Ley de Estabilidad Presupuestaria nos vemos obligados a mantener los niveles de personal de antes de la crisis. Ahora somos 85 efectivos. Si hubiese dos intervenciones al mismo tiempo estaríamos un poco justos. Con los medios que tenemos intentamos hacer lo máximo.
-¿Qué lectura hace de la intervención un mes después del incendio de desguaces Riestra?
-Hubo una buena coordinación entre los tres cuerpos (Bomberos de Asturias, Arcelor y Ayuntamiento de Gijón) y también con las empresas intervinientes, como la Empresa Municipal de Aguas (EMA) y la suministradora de espumógenos. Desde mi punto de vista con el puesto de mando avanzado se tomaron las decisiones oportunas. También hemos sacado conclusiones de aspectos a mejorar, aunque en general, la intervención fue buena.
-¿Cuáles fueron los mayores riesgos?
-Los principales problemas que se pueden dar en estos servicios son relacionados con la seguridad de los intervinientes. Se tienen que prever todas las circunstancias para evitar peligros, como cambios de viento, inclemencias meteorológicas... Además de la organización, porque al ser una intervención tan larga -más de quince horas hasta que se controló- hay que estipular sistemas de rotación para que los bomberos puedan descansar y al mismo tiempo no dejar el incendio desatendido. Participaron hasta cuarenta efectivos.
-¿Fue el servicio más complicado de los últimos tiempos?
-Depende de cómo se mida. Sí es cierto que fue una intervención que requirió muchos medios y mucha organización y en ese sentido sí que los intervinientes nos quedamos muy satisfechos con el resultado porque las previsiones al principio eran bastante malas por las grandes dimensiones. Técnicamente a lo mejor no fue muy dificultoso, pero sí es cierto que a nivel de organización hubo muchas cosas con las que lidiar, sobre todo de coordinación.
-A esas dificultades intrínsecas del propio incendio hubo que sumar la de la falta de hidrantes. ¿Qué fue lo que ocurrió?
-El tema es delicado y está en manos de la Guardia Civil. Cuando llegamos allí lo primero que se hizo fue engancharse a la red de hidrantes de la empresa y se vio que en un momento dado existía escasez de agua, no sabemos muy bien cuál era la razón. El primer grupo de intervención comentó que había gran cantidad de agua fluyendo desde algún punto, como que podía haber alguna fuga o rotura. Nuestra competencia no era determinar por qué allí no había agua, si no buscar alguna solución para tener caudal suficiente para intervenir.
-¿Cuál fue esa solución?
-Llamar rápidamente a la Empresa Municipal de Aguas (EMA) para que nos facilitase una conexión directa con el suministro. Ya nos habíamos sentado en varias ocasiones con los responsables en previsión de que pudieran ocurrir este tipo de incidencias y hubiese que pinchar arterias. Ellos, cuando vieron las dimensiones del incendio, se pusieron a estudiar las mejores opciones y buscaron muy rápido la mejor alternativa. Tuvimos aporte de agua tan rápido, pese a las dificultades, por la rápida intervención de la EMA.
-Dice que técnicamente el incendio en desguaces Riestra no fue el más complicado. ¿Qué es lo más difícil para los bomberos a la hora de intervenir?
-Todas tienen sus peculiaridades y sus dificultades. De las cosas más complicadas están los incendios con víctimas, que se convierten en el objetivo prioritario. Uno de los servicios que entrañó más dificultad en los últimos tiempos fue el del edificio de Aquilino Hurlé del pasado mes de mayo. La dificultad en esa ocasión radicó en que el incendio se produjo por la noche -los perjudicados tardan más en enterarse de lo que está ocurriendo- y además el fuego se propagó de fuera hacia dentro del edificio, empezó en el andamio de la fachada, se extendió en vertical y afectó al interior de varias viviendas. Cuando algunos vecinos salieron a la escalera dejaron las puertas abiertas, lo que hizo que el humo que entraba por las ventanas rotas se colase directamente a la escalera y saliese por el portal, por lo que se creó un canal de comunicación para el humo. En el momento en el que creas un tiro por la apertura de ventanas y puertas se inunda el canal de evacuación. Y eso es lo más peligroso.
-En definitiva, que los ciudadanos se lo ponemos difícil a los bomberos.
-Si las personas afectadas saben cómo comportarse, los riesgos se minimizan. Todos los ciudadanos deberían tener conocimientos sobre la forma de actuar en caso de incendio, también en primeros auxilios. De nada nos sirve invertir mucho dinero en vehículos y formación si la gente no tiene unos mínimos conocimientos sobre qué hacer en estos casos.
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