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Belarmino Rodríguez señala la zona donde vio al lobo en su finca próxima a Cañamina. PALOMA UCHA
Una finca de Roces en la boca del lobo

Una finca de Roces en la boca del lobo

Belarmino Rodríguez achaca la muerte de más de veinte gallinas y cuatro gallos al ataque de un cánido solitario

ÓSCAR PANDIELLO

GIJÓN.

Jueves, 7 de junio 2018, 03:48

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«Todavía no doy crédito, no me lo explico». Belarmino Rodríguez ha perdido en las últimas semanas más de veinte gallinas y cuatro gallos que vivían en su finca de Porceyo, a escasa distancia del centro comercial Alcampo. Todo comenzó hace dos semanas, cuando se dirigió a la finca, como de costumbre, para cuidar de los árboles frutales y de su pequeña huerta. «Cuando entré un día me encontré a varias gallinas muertas y despedazadas, todas sin cabeza», relata.

La tónica continuó durante varios días. La finca, pese a estar rodeada por numerosos setos, apareció asaltada durante varios días seguidos. «Las gallinas las solía tener libres y nunca llegué a pensar que pudiese pasar nada. Pero cada día que iba seguía encontrando animales muertos», explica. Rodríguez, en principio, pensó que se podría tratar de una garduña, un pequeño mamífero carnívoro que suele escoger las granjas como su particular coto de caza.

Las dudas, sin embargo, se disiparon el pasado jueves 24 de mayo. Eran las siete de la tarde cuando decidió dar un rodeo y entrar a la finca por uno de los setos de la parte posterior. «Estaba nuboso, orbayando y ya empezaba a oscurecer cuando de repente vi a un lobo debajo del ciruelo comiéndose a uno de los gallos», explica. El lobo, de grandes dimensiones, huyó entre los matorrales al sentir su presencia.

El propietario de la finca no dio crédito. No imaginaba un lobo de esas dimensiones tan cerca de un núcleo urbano. Al preguntar a la consejería de Medio Rural, los técnicos le explicaron que detrás este tipo de ataques suelen estar perros asilvestrados o cruces entre perros y lobos. Que difícilmente se puede tratar de un lobo. Sin embargo, él discrepa. «Soy de un pueblo de montaña, de Somiedo, y reconozco bien a los animales salvajes. Tengo claro que me encontré con uno aunque no pueda concretar con precisión su raza o procedencia», zanja.

En busca de más casos

Para cotejar su experiencia y comprobar si se trataba de un caso aislado, el afectado acudió hasta La Cooperativa preguntando por el asunto. Allí le comentaron acerca de «algunos casos registrados en el entorno del río Pinzales», aunque todavía no se pudo confirmar si dichos ataques al ganado son obra de lobos o de perros asilvestrados, como señala la consejería cada cuando se le pregunta.

De cara al futuro, Belarmino Rodríguez pide que se atienda y se investiguen este tipo de casos para comprobar de manera definitiva si el ataque de los lobos se está aproximando a los núcleos urbanos. Sin entrar en alarmismos, añade, el problema puede ser más grande del que parece en un primer momento. En otros concejos, de hecho, ya es un debate totalmente asentado entre los vecinos y los ganaderos. «Lo que no se pensaba es que podía llegar aquí».

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