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Padilla, de rodillas ante el toro.

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Padilla, de rodillas ante el toro. Damián Arienza

Padilla se lleva el botín

Sebastián Castella y Alberto López Simón se van en blanco de Gijón

josé antonio rodríguez canal

Jueves, 10 de agosto 2017

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Juan José Padilla cortó la única oreja de la tarde en la corrida inaugural de la feria taurina de Begoña, que tuvo lugar en el coso de El Bibio con menos de media entrada. Tiempo soleado, con algunas nubes y temperatura fresca, sobre todo en sombra. Después del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del matador Iván Fandiño, el crítico José Luis Suárez-Guanes y el doctor Raúl Álvarez Obregón, que fue miembro del equipo médico de la plaza, todos ellos fallecidos en los últimos meses.

Se lidiaron toros del Conde de Mayalde, de buena presencia y juego desigual. Acusaron en el último tercio el fuerte castigo recibido en varas, y todos, salvo los dos primeros, los más potables del encierro, se defendieron y probaron en la fase final de la lidia.

Juan José Padilla, a su primero, lo banderilleó sin asomarse al balcón y su labor con la muleta careció de ligazón y abundó, en cambio, en enganchones. Toreo despegado, que remató con una estocada trasera. La petición de oreja, insuficiente y extemporánea, no fue atendida, con buen criterio, por la presidencia. El premio para el diestro quedó en una vuelta al ruedo. En el cuarto de la tarde renunció a prender los garapullos y mostró sus ganas de agradar ya con el capote al recibir al toro con una larga cambiada, pero su labor con la franela de nuevo se caracterizó por las lejanías y los efectismos, con el diestro agarrado al costillar de la res, lo que entusiasmaba al público desconocedor del asunto. Mató de una estocada tendida y le dieron una oreja.

A Castella le tocó otro de los dos toros bonancibles de la corrida, el que salió en segundo lugar. Quedó inédito con el capote y con la muleta no fue capaz de superar la flojedad del toro cuando intentaba pasárselo en redondos, para mejorar con la franela en la izquierda. Una buena estocada y dos descabellos fueron el finiquito de su tarea. Por la tardanza escuchó un aviso y aunque, puestos a comparar, estuvo más lucido que Padilla en el toro anterior, la recompensa se quedó en unos tímidos aplausos. El quinto de la tarde, que fue malo, no permitió lucirse al francés, porque se defendía y cortaba el viaje. La buena voluntad de Castella se estrelló con las carencias del astado y el desenlace de todo ello fue un metisaca, una estocada caída y un descabello que encontraron el refrendo del silencio de la parroquia como epílogo.

Tampoco pudo lucirse López Simón en el tercero de la tarde, berreón, que se dolió en banderillas, y aunque su faena de muleta empezó con temple y suavidad, la embestida descompuesta del cornúpeta, aplomado, impidió todo atisbo de calidad en el trasteo. Tampoco tuvo éxito con la franela en la mano izquierda y pasaportó al bicho con un pinchazo hondo y un descabello. Silencio. En el que cerró plaza, más de lo mismo. El toro llegó muy escaso de fuerzas al último tercio y la faena, tanto con la diestra como en una serie de naturales deslavazados, estuvo ayuna de la calidad esperable del joven matador. Se quitó de encima al burel de una estocada. Fue ovacionado y saludó desde el tercio.

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