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2001. Vicente Álvarez Areces, abrazado por Castro, en su viaje a Cuba en noviembre de ese año, con José Ramón Fernández a su espalda.
Todos los presidentes  y el 'Comandante'

Todos los presidentes y el 'Comandante'

Álvarez Areces, Trevín y Rodríguez-Vigil rememoran las citas institucionales con Castro

Susana Baquedano

Domingo, 27 de noviembre 2016, 03:55

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Entre 1870 y 1930, más de 300.000 jóvenes se marcharon de Asturias y cruzaron el oceáno Atlántico en busca de una vida mejor. Muchos desembarcaron en Cuba; algunos regresaron años después y otros echaron raíces allí. Fruto de esta importante inmigración se crearon estrechos lazos entre el Principado y la isla, que los sucesivos presidentes autonómicos trataron de cuidar.

«Servir a los intereses de Asturias y atender a nuestra inmigración» era el principal objetivo de los dos viajes institucionales que realizaría Vicente Álvarez Areces a Cuba como presidente del Principado. En el primero de ellos, en noviembre de 2001, tuvo la oportunidad de conocer Fidel Castro junto a una delegación de empresarios asturianos. El entonces presidente cubano les agasajó con una cena y «una velada larguísima, de más de seis horas, que se prolongó hasta las dos o tres de la madrugada. Era buen conversador, noctámbulo incansable y estaba dotado de mucha vitalidad y energía», recuerda Álvarez Areces.

En aquella velada de 2001, la delegación asturiana se vio sorprendida por un huracán que les retuvo en Cuba más días de los previstos. Fue en aquel viaje cuando se propició que CAPSA y el Gobierno cubano articularan la creación de una empresa láctea mixta en La Habana, que luego no llegó a cuajar.

Areces volvió a Cuba en 2010, también en una misión que tenía como finalidad conectar con la comunidad asturiana en la isla, reforzar los lazos con Cuba y facilitar intercambios empresariales.

El veterano militar y político cubano José Ramón 'Gallego' Fernández, de padre morciniego y madre ovetense, jugó un papel clave en las relaciones entre Asturias y Cuba. Fruto de ellas, Areces resalta la «cooperación continuada» entre el Principado y el Gobierno cubano, como que se recuperaran las propiedades expropiadas al Centro Asturiano durante la revolución, entre ellas el Palacio de las Artes, o el reconocimiento al padre Vázquez, un dominico de Olloniego, que realizó una ingente labor impulsando el convento y la construcción de la iglesia de San Juan de Letrán.

Para el ex presidente asturiano, la muerte de Fidel Castro «es un acontecimiento de nivel internacional, impactante pese a la edad que tenía. Junto a Che Guevara, es un icono de la revolución del siglo XX. 57 años de gobierno en Cuba, pese a la difícil situación de embargo y aislamiento en la isla, solo es posible con un fuerte liderazgo, con sus luces y sus sombras», dice. Ahora, pese a «los nubarrones» que supone la Presidencia de Donald Trump en EE UU, confía en que el anhelo de libertad ayude a normalizar las relaciones con Cuba.

Sede para el centro asturiano

Antonio Trevín también tuvo ocasión de conocer a Fidel Castro como presidente del Principado en 1994 y posteriormente como presidente del Consejo de Comunidades Asturianas. «Conocí la noticia de su fallecimiento a primera hora de la mañana y me hizo recordar el primer viaje a La Habana en noviembre de 1994, hace 22 años. Nuestra misión era cerrar un acuerdo que permitiera dotar de una sede digna a la Federación de asociaciones asturianas en La Habana. Ese acuerdo posibilitó que se habilitara como sede el edificio emblemático del paseo del Prado», rememora.

Define a Fidel Castro como «un hombre muy carismático para quienes venimos de la generación del 68 y un presidente emblemático en todo América Latina y en el mundo. Ese carisma se acrecienta en las distancias cortas. Él preparaba a fondo las reuniones. Estaba muy informado sobre las reconversiones siderúrgica y minera que vivíamos en Asturias y los cambios en la ganadería». Como anécdota, recuerda que Castro estuvo hablando por espacio de más de una hora con el entonces consejero de Agricultura, Santiago Alonso, sobre la ganadería de vacuno. «Al finalizar, nos dijo que teníamos que ver la forma para que él pudiera ficharlo para el Gobierno cubano». Trevín destaca que Fidel cuidó mucho la diplomacia regional. «Tenía personas y estrategas dedicados a cuidar las relaciones con comunidades como Asturias, Galicia y Andalucía, que contaban con muchos inmigrantes en Cuba».

Por otra parte, resalta que «el tiempo que Fidel llevaba en el poder solo es comparable con el de la Reina de Inglaterra. Tuvo contactos con las grandes personalidades del siglo XX y eso le daba una visión geopolítica muy interesante».

«¿Y ahora qué? A esa pregunta responderán los cubanos. Lo que se percibe es que estudiantes de la universidad de La Habana y gente que vivió en el ápoca de Batista coinciden en la necesidad de la mejora económica y mantener los valores de igualdad, el acceso a la sanidad y a la educación y el fomento del deporte. Así, por tanto, hay mimbres comunes para que Cuba encuentre su camino», desea Trevín.

Entre Trevín y Areces, Sergio Marqués tuvo ocasión de conocer a Fidel Castro en un viaje que organizó en 1999 como presidente del Principado, bajo las siglas de URAS. Era el tercer viaje a Cuba en esa legislatura, lo que le granjeó las críticas del PP.

Seis años antes, en 1993, fue Juan Luis Rodríguez-Vigil quien viajaría a Cuba como jefe del Ejecutivo regional. «Fidel era un político que no tenía más afición que su afinidad al poder. Desde que lo dejó, se sumergió en la muerte», afirma. Rodríguez-Vigil convivió más de 50 horas con el entonces presidente cubano, por lo que tuvo oportunidad de conocer cómo operaba. «Era un gran señor criollo que consideraba Cuba como su gran hacienda, con aficiones de ingeniero civil, que pensaba que tenía derecho a formar a las personas a su gusto y semejanza. Era -prosigue- un dictador omnipresente. Controlaba a la Policía secreta y despachaba con ella cada mañana, cosa que pude comprobar. El problema es que la sociedad cubana es variopinta y no lo admitía». Rodríguez -Vigil, que había viajado solo con Castro en un Mercedes blindado y «algo anticuado», con la parte de atrás repleta de bombas de mano y una metralleta, «cosa que asustaba», se llegó a entrevistar con la oposición cubana y luego le contó al mandatario cubano lo que opinaba. «Le sentó como un tiro. No encajaba las críticas, y yo nunca tuve simpatía por el comunismo, aunque sí por la persona», concluye.

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