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El papel del Muftí

Enrique Vázquez

Sábado, 16 de mayo 2015, 16:41

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Como si fuera un teatro donde todo está previsto, el régimen -éste como los anteriores- tiene una fórmula de atenuación a su alcance: una sentencia judicial de pena de muerte debe ser sometida a la consideración de la máxima autoridad religiosa del país, el Gran Muftí de la República, quien debe dar su parecer sobre si la sentencia es conforme con la ley islámica.

Aunque, técnicamente, el criterio del Muftí no es vinculante, es la norma acomodarse a él y así se hará ahora con toda probabilidad, entre otras cosas porque el titular del importante cargo, Shauki Ibrahim Abdel-Karim, aunque conocido por su hostilidad a los Hermanos Musulmanes, sabe que hará un servicio al gobierno sugiriendo la no ejecución y también porque le conviene preservar su destino profesional.

En efecto, nadie puede asegurar que la Hermandad no volverá un día u otro al gobierno, aunque eso parezca hoy lejano, y él sabe, además, que el candidato al puesto en la elección de 2013, bajo el presidente Mursi, era otro, Abdel Rahman al-Bar, quien perdió, lo que reforzó la independencia de la institución y fue señal de normalidad ¡Quién le diría que podría influir decisivamente ahora sobre la vida del presidente democrático elegido en 2012 y expulsado del poder por un golpe militar trece meses después, en julio de 2013!

Política y amnistías

Así las cosas, la audacia del amable juez condenando inicuamente al presidente Mursi (en la mejor tradición de una judicatura cuya atención a las necesidades del poder es una tradición nacional) es como parte de un montaje que quiere mostrar la legalidad de la decisión con la creación de un marco en el que el presidente pueda jugar con la situación por la vía de la amnistía, otra herramienta clásica de la historia contemporánea del agitado país.

En efecto, sin prisa, cuando las elecciones legislativas (aplazadas hasta el rubor y que, parece, tendrán lugar en otoño) permitan formar otro gobierno, es decir, otro gabinete de técnicos al servicio del poder real, que son las Fuerzas Armadas, que disponen de un aval constitucional al respecto y bordean la dictadura perfecta, y cuando la situación esté más calmada, habrá perdones, reducciones de pena y amnistías.

Así ha ocurrido otras veces y así será probablemente. Pero con una diferencia ahora: el gobierno va a recibir todas las presiones del mundo, empezando por la segura declaración hostil que llegará de Washington, para que la trágica comedia no prosiga. La mitad del país, exactamente, no votó al régimen militar y la situación no se eternizará porque nunca se ha eternizado y la Cofradía musulmana, fundada en 1928, ha pasado todas las vicisitudes imaginable y ahí está Es de suponer que el mariscal al-Sissi lo tenga en cuenta.

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