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Los alemanes celebran uno de los goles ante unos abatidos brasileños.
El ejército alemán humilla a Brasil

El ejército alemán humilla a Brasil

La ‘Mannschaft’ infligió a la ‘canarinha’ su mayor derrota de la historia y luchará por el ‘tetra’

Ignacio Tylko

Miércoles, 9 de julio 2014, 12:16

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La invasión alemana de Belo Horizonte será una asignatura obligatoria en la historia del fútbol y de los Mundiales. Tragedia nacional para Brasil, mayor incluso que el Maracanazo, y humillación de Felipao Scolari, que apeló al espíritu, a la furia y a las emociones del pueblo y se olvidó del fútbol. Sus abnegados soldados sucumbieron ante el poderoso ejército alemán, más sabio en la estrategia, con mejores armas, cabeza fría en sus combatientes y los músculos de acero.

Mientras Joachim Löw se afana en mejorar el tradicional estilo rudo de los germanos y mezclar el músculo con el toque y el cerebro, Scolari lo fía todo a la garra, a esas virtudes de antaño que tienen mucho que ver con la testiculina pero de poco sirven si no se acompañan de talento, clase y organización. Ser muy hombre y muy mal futbolista no es incompatible.

Lucharemos por nosotros, por Brasil y por Neymar, proclamó en la víspera Felipao. Le siguió en los prolegómenos una hinchada entregada que coreaba aquello de mil goles sólo Pelé y Maradona, esnifador, como si pensara ya que Alemania era pan comido y desease una final contra la albiceleste.

Cuando cantaron a capela el himno y rugía el estadio Mineirao, parecía imposible que la anfitriona sucumbiera. A través de las redes sociales, Neymar también apelaba al orgullo y garantizaba torcer junto a su familia como uno más de los 200 millones de brasileños. No sabéis como se siente vuestro aliento en el campo, pregonaba Ney.

Pero cuando la Mannschaft firmó una manita histórica y sin precedentes en apenas media hora, parte de esa misma afición dio la espalda a Felipao y a su selección y comenzó a marcharse del estadio llorando a moco tendido. No eran lágrimas, eran sollozos. Una depresión colectiva brutal que no hay psicóloga que la trate, ni psiquiatra que la cure.

Brasil se paraliza cuando juega la canarinha. Cierran los comercios y se celebra una fiesta nacional. El fútbol sirve de válvula de escape, de opio para el pueblo. Si las protestas sociales se han frenado, en gran parte es porque Brasil competía. Tras esta debacle, seguro que volverán las manifestaciones. Este inmenso país no ha superado aún el Maracanazo del 50 y esta afrenta no tiene parangón. Despertar abrupto del sueño del hexa.

Sin líder ni referente

Sin Thiago Silva y sin Neymar, Brasil perdió liderazgo y referentes. Fue un equipo calamitoso en todas las líneas, desajustado, desequilibrado, impotente. Salió en tromba, dispuesto a meter presión a los alemanes, pero estos teutones, que vestían como el Flamengo, rival histórico del Atlético Mineiro y el Cruzeiro, los grandes equipos de Belo Horizonte, no no se dejaron amilanar como los colombianos.

¡Cómo calentaba Neuer antes del choque en medio de un griterío ensordecedor!. Le bombardeaba el preparador de porteros y él gigante del Bayern las paraba todas, igual que hizo en la segunda parte, cuando Brasil buscó una reacción para acabar al menos dignamente y maquillar un ridículo sin precedentes en una semifinal del Mundial. Pero sucumbió con tal estrépito que completó su mayor afrenta de la historia. Hasta ahora, la derrota mayor era un 6-0 ante Uruguay en el Campeonato Sudamericano de 1920, celebrado en Chile.

El fútbol son detalles y hay uno clave, de esos que marcan tendencia. Se produjo una internada de Marcelo en los primeros minutos que Lahm cortó claramente. El lateral del Real Madrid se levantó para reclamar airadamente penalti al colegiado mexicano y encender a las masas, pero desde Boateng a Neuer se fueron a por él y le empequeñecieron. Ni por asomo los teutones se iban a arrugar ante los brasileños. Para jerarquía y galones, los de Angela Merkel y sus ciudadanos. Son la locomotora de Europa y deciden hasta su economía.

Tal fue el desbarajuste táctico de Brasil, un equipo partido desde el arranque, que Khedira pareció un centrocampista excelso, pero no jugando sino tocando. Manejó al grupo a su antojo, paró, templó, abrió a los costados, tiró paredes y marcó. Impartió una lección soberbia. Arriba se quedaban hasta cinco brasileños, Luiz Gustavo y Fernandinho ni jugaron ni robaron, y tanto Maicon como Marcelo fueron un coladero. David Luiz y Dante, a quien sólo l faltó aplaudir a sus seis compañeros titulares del Bayern, fueron como dos fantasmas.

Una Seleçao que ha hecho de la defensa su leit motiv, no puede encajar un gol tan pueril como el firmado por Müller tras un saque de esquina. Marcó con el pie, de toque sutil y cerca del área pequeña. Superaba a Messi y a Neymar y se situaba con cinco dianas, a una de James Rodríguez, al que igualó al anotar tras la reanudación el gol que ese instante suponía un set en blanco en contra del anfitrión. Verlo para creerlo.

Si en los minutos iniciales Brasil dominaba a su manera, tratando de marcar territorio, y Alemania contragolpeaba, a partir de ese gol la verdeamerela se tiño de negro, de luto. Alemania fue un aluvión. Sus jugadores invadieron las trincheras enemigas por todos los flancos. Y los goles fueron cayendo con inusitada facilidad.

Klose, tras acertar en su segundo disparo después de un excelente movimiento de Müller, cerró una página de oro en su historia. Nada menos que 16 dianas en las Copas del Mundo le contemplan, una más que el gran Ronaldo y récord en solitario. Doble venganza del único superviviente germano de la final de Yokohama en 2002. Y en apenas seis minutos, tres goles más, dos de Kroos -el doblete más rápido de la historia de los Mundiales- y uno de Khedira.

Con Paulinho y Ramires ya en el campo, Brasil tocó a rebato tras el descanso. Dispuso de tres ocasiones pero Neuer era un muro como el de Berlín. Casi sin querer hacer aún mas sangre, la Mannschaft cerró su página más gloriosa con otros dos goles, obra de Müller y Schurrle. La hinchada local coreaba su juego con olés y mandaba a esparragar a sus jugadores, sobre todo a Fred. No fue un Mineirazo, fue la destrucción del fútbol brasileño contemporáneo. Alemania disputará su octava final y luchará por el tetracampeonato en Maracaná.

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