La antigua estación de El Carbonero reabre convertida en un aparcamiento público

En marzo de 2006 cerró la antigua estación de autobuses de El Carbonero en la calle Padre Suárez. La empresa Alcotán se mudaba a la construida en Pepe Cosmen, que unificaba los servicios de transporte con parada en la capital. Los viajeros con destino a Laviana tuvieron que acostumbrarse a coger el bus en las nuevas dependencias. Y los vecinos de El Campillín, a que los vehículos y sus usuarios dejaran de transitar por su calle.

La propiedad, El Carbonero, siempre pensó en darle una nueva oportunidad a aquel espacio que quedaba vacío en un edificio construido a principios de los 70 para albergar una estación de autobús. Ahora reabre convertida en un aparcamiento público. Ya está prácticamente todo listo para su inauguración, a falta de algunos papeles que permitan que los coches empiecen a ocupar las 70 plazas de las que dispone. La familia continúa con la empresa sin actividad desde los años 80.

El Carbonero era el bisabuelo de la arquitecta que ha diseñado el aparcamiento, Sara Ojanguren (junto a Japi Contonente), y de Daniel, que se encargará de la instalación. Era abuelo de Alfredo, el padre de los anteriores, que rememora parte de la historia familiar. Manuel Menéndez volvió de la guerra de Cuba y montó un almacén de carbón en Gijón. A la vez se dedicaba a hacer pequeños viajes locales en coche de caballos. Este hombre de Deva, compró una diligencia poco después y empezó a hacer, con cierta periodicidad, la ruta entre Gijón y La Coruña, desde donde salían los barcos de vapor para América con los muchos asturianos que emigraban buscando un futuro mejor. «Tuvo éxitos y se arruinó varias veces» en una intensa vida empresarial que le llevó a tener un servicio postal entre Campo de Caso y Laviana. Y ahí empezó todo.

Primero excursiones y después la línea de bus hasta Oviedo. Tras su fallecimiento, su viuda Aurora Menéndez y sus cuatro hijos, Iluminada, Manuel, José María y María Manuela, constituyeron la empresa con la que años después construyeron el inmueble para la estación pensando también en que los trabajadores pudieran vivir allí pagando una renta baja. Lo que nunca imaginaron es que aquello cerraría y sus descendientes pensarían en darle una nueva vida. Ellos también tendrían una oportunidad laboral.

Sara Ojanguren y Japi Contonente quisieron aprovechar la ocasión para pensar en un aparcamiento diáfano cuidando la estética. Solo tiene 11 pilares. Entra la luz del sol bajo una estructura de 1.600 metros en la que han utilizado 18 toneladas de acero, cuyo proyecto han presentado a un concurso internacional, Structural Awards. Han tardado unos cuatro años en conseguir que la idea se convirtiera en una realidad; en que las antiguas dársenas ubicadas en un patio de manzana se cubrieran y transformaran en un aparcamiento. A ellas se une el espacio que se usaba para arreglar y limpiar los autobuses. Han aprovechado la rampa por la que descendían los vehículos, habilitado una entrada para peatones (con acceso restringido a los usuarios) y lavado radicalmente la cara al espacio.

Queda aún por pensar a qué se destinará el vestíbulo, las taquillas, la cafetería, el quiosco y todo lo que aún recuerda de la estación. Buscan al autor (Luis F.) de un mural, un plano de la ruta, del que queda parte en el hall para hacer una reproducción, y tienen ideas para conseguir sumar un nuevo éxito a la historia empresarial familiar. Pondrán en alquiler los locales y piensan que un nuevo negocio junto al aparcamiento contribuiría a revitalizar la zona.

La apertura será en breve. Un cartel en la puerta lo anuncia. En su página web (www.parkingelcarbonero.es) detallan precios y horarios, provisionales, de un equipamiento que se anuncia a cinco minutos de la Catedral y próximo a la salida y entrada de la ciudad.