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La soledad del pequeño Imran

La soledad del pequeño Imran

Con la familia fuera de Oviedo, Fadila Chardoud y David Fuentes lograron esconder durante ocho días la muerte del niño y una vida de violencia y drogas

Paz De Alvear

Domingo, 16 de noviembre 2014, 09:08

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Un hombre de entre 25 y 34 años, de origen español, parado, de bajo nivel socioeconómico y adicto a las drogas. Este es el perfil del infanticida en España, según el último informe del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia. David Fuentes cumple con todas estas características. El coruñés, de 33 años, desempleado y toxicómano, es el autor confeso del crimen del pequeño Imran, que ha conmocionado Oviedo desde que apareció su cadáver cubierto con una chilaba en las inmediaciones del apeadero de LaArgañosa. Él y su madre, la marroquí Fadila Chardoud, de 21 años y también sin trabajo, permanecen en la prisión de Villabona acusados del mismo delito: asesinato con ensañamiento.

El crimen de Imran, desgraciadamente, no es el único en España, donde una docena de niños mueren cada año a manos de sus padres, generalmente por palizas, como en este caso.

Fadila Chardoud y David Fuentes se conocieron hace un año en Estepona, donde ella, con un hijo que apenas había cumplido un año, residía con su familia. Solo la chica conoce la identidad del padre de Imran. Con el gallego comenzó una nueva vida en pareja. El niño, que apenas hilaba frases, le llamaba «papá».

Dejaron Málaga y atravesaron toda España por una oferta de trabajo para David en un taller mecánico de La Tenderina. En Oviedo, sin familia, alquilaron un piso en la calle Vázquez de Mella. Quienes compartieron sus semanas en la ciudad les describen como una pareja problemática. Él reservado y mirada huidiza, y ella, una joven madre pendiente de su hijo, que colgaba cariñosas fotos en una red social y con el que acudía al parque y le compraba gominolas. A Fadila aún no se le notaba, pero estaba embarazada de nuevo. Esta vez de su pareja, según compartió con sus conocidos.

Tras esta fachada se escondía una historia de drogas, con episodios violentos dentro del domicilio familiar. Unas agresiones en las que Imran fue la principal víctima. Imra no había asistido a ningún centro educativo, debido a su corta edad, y con el escaso tiempo que llevaba en Oviedo, el pequeño, un niño sonriente y cariñoso, escapó a la protección del sistema. Solo los allegados detectaron que algo le pasaba. Había una evidencia clara: «Vimos cómo el niño cojeaba y nos dijeron que se había caído de una banqueta». De hecho, el pequeño solía permanecer sentado en el parque viendo a otros niños divertirse.

David, con antecedentes por malos tratos y hurtos, fue despedido el viernes 24 de octubre y esa noche, bajo el consumo de drogas y alcohol, sumó un robo en el propio taller tras una discusión con Fadila por la falta de dinero. Las disputas y la falta de recursos desembocaron en el trágico final de Imran, cuya ausencia justificó Fadila ante unos amigos como un viaje a casa de familiares.

El domingo 26 de octubre murió en el interior del domicilio de Vázquez de Mella de una paliza, según la autopsia. De noche, según la investigación policial, trasladaron en una maleta el cadáver de Imran hasta las inmediaciones del apeadero de La Argañosa. Entre la abundante maleza que hacía años que no se limpiaba abandonaron a su víctima.

No fue la única paliza que recibió el niño. El examen forense certificó lesiones anteriores en su cuerpo. Un hecho que también responde al patrón de los menores que mueren a manos de sus familiares. Solo una de cada diez agresiones se denuncia en España, cuando en una cuarta parte de las muertes de niños se detectan malos tratos previos. Igual que le sucedió a Imran.

La maleza entre la que ocultaron el cuerpo llevaba más de siete años creciendo a sus anchas. Fadila y David debieron pensar que era un buen sitio para ocultar el cadáver. Sin embargo, la casualidad quiso que dos operarios de Adif comenzaran a desbrozar esta abandonada zona ocho días después. Hallaron un pie saliendo de la maleta. En su interior, el cuerpo de un niño envuelto en una chilaba.

Diez días después, tras una intensa búsqueda policial, el 112 de León recibió una llamada deDavid. «Somos los que están buscando por el niño de Oviedo».

10 días a 100 kilómetros

La pareja había viajado en autobús a la capital leonesa el sábado, aún desde el anonimato. No se movieron de allí, ni siquiera desde que el jueves 6 de noviembre se difundieran sus fotografías acompañadas de una orden de busca y captura nacional e internacional.

Sin dinero, no hicieron uso de ninguna asociación benéfica. Durmieron en la calle, y tanto él como ella se prostituyeron para conseguir droga y comida. Varias llamadas alertaron a la policía de su llegada a la estación de autobuses de León. Los agentes comenzaron un intenso rastreo por elHogar del Transeúnte, Calor y Café o la Asociación Leonesa de la Caridad. Ni huella de ellos. Tampoco dio resultado su búsqueda por la zona de prostitución de la avenida de Sáenz de Miera. Ni en los barracones de los antiguos trabajadores al otro lado de las vías del tren. Pese a su falta de recursos y la presión policial, sobrevivieron.

La tensión tras una nueva bronca entre los dos echó por tierra su huida. David anunció su entrega. Primero, la Policía le detuvo a él y después a ella. Estaban separados pero de momento siguen unidos en su versión de los hechos.

Él se confiesa autor del crimen, que atribuye a un «golpe fortuito» y la exculpa. Fadila se declara inocente, víctima al igual que su hijo de los malos tratos de David quien, dice, la engañó con una fuga por motivos laborales una vez que él, sin su colaboración, había mandado a su hijo con unos parientes.

Fadila insiste en que se enteró del crimen nada más ser detenida en León. Sin embargo, 48 horas después, la jueza Begoña Fernández no creyó su versión y destacó la frialdad con la que hablaba la madre en pleno duelo por su hijo. David, del que hasta sus padres, reniegan por sus problemas con las drogas, se mostró destrozado y colaborador con la justicia.

Finalmente ambos están en prisión. Tras casi dos semanas teniendo en jaque a la Policía y a todo Oviedo. Además del asesinato, con los agravantes de ensañamiento y alevosía, se enfrentan a los delitos de lesiones y maltrato habitual en la persona del pequeño Imran. David, además, deberá hacer frente a otro ilícito de robo con fuerza. Sobre cada uno podría caer una condena de más de 30 años de cárcel.

La falta de empleo, el consumo de drogas y el bajo nivel socioeconómico suelen ser tres de los factores que combinados en un hogar desestructurado pueden dar lugar a un cóctel explosivo contra el más débil.

Aunque en casos tan truculentos es difícil encontrar un patrón. El caso de Imran remite al de la madre gijonesa que mató a su bebé de tres meses y lesionó a su hermano mellizo, juzgada y condenada a 17 años de cárcel. O a la ovetense acusada de romper las piernas a su bebé de 16 meses cuyo caso saltó tras dar la alarma las cuidadoras de una guarderíaprivada en la calle Víctor Sáenz. En 2013 murieron al menos 17 niños asesinados por sus padres. Unos 300 en los últimos quince años. Los años más trágicos fueron 2010 y 2011, con 24 hijos fallecidos cada año. De los recientes los más mediáticos han sido los de Asunta Basterra, la niña de 12 años cuyo cadáver apareció en una pista forestal en La Coruña, o la desaparición y muerte de Ruth y José, por lo que se condenó a 40 años de cárcel a José Bretón.

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