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Ernesto, feliz, en su huerta de tomates.
Los hortelanos del antiguo Orfanato minero

Los hortelanos del antiguo Orfanato minero

Hace dos años que la ONG puso en marchael proyecto de autoconsumo y para conocer los principios de la agricultura ecológica

Ana Salas

Miércoles, 2 de septiembre 2015, 19:52

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Cultivan lo que se da en cada temporada para consumirlo en casa y si sobra lo venden en algún mercadillo instalado ocasionalmente. Son los hortelanos del Fundoma, miembros de la ONG Asturias Acoge, que puso en marcha el proyecto hace ya dos años en el terreno cedido por los responsables del antiguo Orfanato minero con el objetivo de promover el autoconsumo y la formación en agricultura ecológica.

Lo que le aporta a este grupo de agricultores, sin embargo, va mucho más allá de las verduras para cocinar o unos euros extra un día puntual. Les sirve para conocer a otros inmigrantes como ellos, para saber sus historias, de sus países, para «conectar con la tierra», incluso de «terapia psicológica». «Siembras con tus propias manos y luego lo pones en la olla para comerlo, eso es impresionante. No tiene nada que ver con ir al supermercado» y meterlo en el carrito, cuenta Ernesto Núñez, uno de los hortelanos del Fundoma. Es un ecuatoriano que llegó a Asturias hace 15 años con su mujer y su hijo dejando atrás dos hijas, dispuestos a vivir «repartidos» a pesar de estar en paro desde 2008.

Comparte invernadero con Ahmed El Barhmi, marroquí residente en Asturias desde hace cuatro años que ya cuenta casi 13 desde que dejó su país. Vino buscando una «vida mejor» pero no tiene claro que la haya encontrado. Cuando se quedó sin trabajo, descubrió que «el contacto con la tierra era muy relajante» y decidió dedicarse a ello. Además de su parcelita en el Fundoma tiene una huerta en Llubrió y una página en Facebook (La huerta de Ahmed) a través de la que ofrece su producción para llevarla donde sus compradores lo pidan. El día que Asturias Acoge organizó el mercadillo al que asistió EL COMERCIO, casi todo lo que se vendió lo había recogido Ahmed aquella misma tarde en su parcela: fréjoles y pimientos a 4 euros, patatas a 1,80, zanahorias y acelgas a 1,20, calabacines a 1,50 euros el kilo. A la vez que relataba precios y productos mostraba «un experimento»: unas macetas con tomates cherry, apio y romero para quien quiera cultivar en la terraza.

Mientras los anteriores atendían a los clientes (Eduardo aprovechó para vender algunos de sus trabajos en cuero), Claudio Alberto Guerra acompañado por su sobrino Marcelo Enrique Labra y Kodjo Ametefe, seguían las instrucciones del Manual del buen compostador para empezar a construir uno que colocarán junto al cedido por Cogersa. Ametefe, que salió de Togo por «la dictadura, la guerra civil y la crisis» con un contrato de trabajo como empleado de la construcción pero lleva parado desde hace seis años, demostraba sus habilidades atento a las indicaciones de Claudio Alberto que hacía las veces de capataz. Este profesor cubano de Historia y Ciencias Sociales está decidido a aprender otras disciplinas; ahora, la agricultura ecológica. Mañana puede tocar otra.

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