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Luis Gregorio Martínez, Luis García y Javier Ordás se reencontraron en La Vega.
Reencuentro en las entrañas de La Vega

Reencuentro en las entrañas de La Vega

Tres extrabajadores de la fábrica de armas visitaron ayer las instalaciones que «legalmente» pertenecen a Oviedo asegura Wenceslao López

CECILIA PÉREZ

Domingo, 20 de noviembre 2016, 03:03

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Luis García cuenta casi en secreto que la fábrica de La Vega guarda alguna que otra leyenda. «Dicen que debajo de este suelo hay túneles que se comunican con el monasterio de Las Pelayas y con San Julián de los Prados». No lo dice cualquiera. Lo relata un hombre que pasó 31 años trabajando en las entrañas de esta factoría. Ayer, La Vega abrió sus puertas, por segunda vez en este año, dentro de las II Jornadas de Patrimonio Cultural de Oviedo. Una visita que contó con la presencia de tres extrabajadores «no solo para reclamar el patrimonio de la fábrica, sino como símbolo para la recuperación de los empleos de los despedidos de la fábrica de Trubia», especificó Ana Taboada, concejala de Participación Ciudadana y organizadora de las jornadas. A ellas también asistió el alcalde. Wenceslao López aseguró que «legalmente debe revertir a su dueño original que es el Ayuntamiento», incidió.

Luis García trabajó desde 1981 hasta 2012 en ingeniería de la fábrica de La Vega, dentro del departamento de documentación. Asegura que guarda momentos «entrañables», hasta que llegaron los «americanos» y le trasladaron a la factoría trubieca. Eso fue en diciembre de 2012 y, en febrero de 2013, le despidieron, junto a otros 54 compañeros. «Nosotros no fuimos engañados a Trubia, sabíamos que algo se cocía, nos engañaron los políticos», aseveró.

Otro de los despedidos de la fábrica de armas, que ayer visitó La Vega, resumió así el recorrido. «Siento tristeza porque la última foto que me hice aquí, frente al castillete, fue con todo el personal, cuando todos trabajábamos», explicó Luis Gregorio Martínez. «El traslado a Trubia fue una mentira. Nos trasladaron para despedirnos a los tres meses». Javier Ordás vio venir las nubes negras mucho antes. «Trabajé en La Vega durante 13 años, pero me marché en la primera reconversión, en la de 1987, y me dediqué a la fotografía», explicó. Y cámara en mano se perdió de nuevo ayer por las calles de la ciudad dormida que es La Vega.

Quien no se perdió fue José Manuel González Blanco. Trabajó en la fábrica durante 40 años. Ayer, su familia le dio una sorpresa. «Él no sabía a dónde le traíamos. Se acuerda de todo», aseguró su sobrina Ana Fernández. José Manuel trabajó en la promoción de 1958 como ajustador. Se prejubiló en 1998. Hace cuatro años sufrió un ictus, que no le impidió, ayer, recorrer los entresijos de una fábrica de armas que este antiguo empleado vio «un poco abandonada», explicó. Aún así, la sorpresa valió la pena.

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