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El acusado, en la primera sesión de su juicio, que se celebra en la Sección Segunda de la Audiencia.
El asesino de Isabel Márquez empleó una «extrema violencia»

El asesino de Isabel Márquez empleó una «extrema violencia»

Un policía describe en el juicio los «brutales» golpes que recibió la víctima, «aislada» los últimos años

Idoya Rey

Martes, 17 de enero 2017, 02:05

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Hay pocos que conozcan tan de cerca la relación de Isabel Márquez con su asesino como uno de los testigos que ayer declaró en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial. Él, un amigo íntimo de la fallecida, estaba presente el mismo día en que conoció a Jorge P. V., el autor confeso del crimen que desde el pasado jueves se sienta en el banquillo de los acusados. Presenció ese instante en que la pareja se encontró en un bar de la avenida de Galicia y fue testigo del «progresivo alejamiento» de su querida amiga. Se conocían desde hacía cuarenta años, pero desde que Isabel y Jorge iniciaron su relación a finales de 2011 «no volví a verla a solas y me costaba trabajo hablar con ella. No se ponía ni al teléfono».

Este amigo no duda en que algo tuvo que ver el nuevo compañero de Isabel. «Me daba la impresión de que no era libre», testificó en la segunda sesión del juicio por el que el procesado se enfrenta a 25 años de prisión. El testigo tuvo esa «desconfianza» prácticamente desde el comienzo de la relación. «Llevaban poco, unos dos meses, cuando hubo un hecho que me hizo estar vigilante. Jorge le quitó una tarjeta de crédito y sacó dinero sin su permiso. Yo le dije que tenía que denunciar», recordaba el hombre. Así lo hizo Isabel. Pero luego retiró la denuncia. «Me dijo que él le había pedido tantas disculpas y perdones y que le había prometido que le devolvería el dinero».

Ese incidente fue el primero de muchos otros. Hubo «acontecimientos extraños», «batallas», algo que nunca en las cuatro décadas de amistad había ocurrido. Como las veces en que el procesado se hospedaba en hoteles y luego desaparecía dejando el pago a nombre de la fallecida o como cuando la víctima le contó a su amigo que había una mafia entre empleados de una conocida superficie comercial ubicada en el centro de la ciudad que les había afectado perdiendo dinero en una compra. «La relación estaba plagada de este tipo de acontecimientos. Mientras, cada vez era más difícil verla», explicó.

Las veces que quedaron en esos cuatro años de la relación, hasta que la mujer fue asesinada en su vivienda de General Zuvillaga el 5 de noviembre de 2015, los contó el testigo «con los dedos de una mano». En esos limitados encuentros, apreció además como el acusado «despreciaba sus opiniones. La trataba como que no servía para mucho», relató. Algo que el hombre no puede alcanzar a entender, porque su amiga era «sociable, culta, con carácter», una personalidad y forma de ser que «se fue transformando». «Isabel me reconoció que estaba enamorada. No acabo de comprender cómo una mujer de carácter como ella llegó a este estado, no lo puedo entender», insistió.

La última vez que intentó comunicarse con su amiga fue pocos días antes de su fallecimiento. El 29 de octubre la había llamado varias veces sin respuesta. Al día siguiente recibió un mensaje en su teléfono. Era Jorge quien escribía. Decía hablar en nombre de Isabel. Anunciaba que estaban bien tras pasar un fin de semana en El Angliru. «Me decía que viajaban mucho. Yo creo que no era así». Esa fue la última vez que se comunicó su amiga, quien a los pocos días fue asesinada con brutalidad, golpeada con la barra de una mancuerna que ayer fue exhibida a los miembros del jurado popular encargado de dirimir la culpabilidad del procesado. Además del objeto, aún manchado de sangre, esos once miembros del tribunal tuvieron que escuchar el duro testimonio de uno de los agentes que intervino en la vivienda nada más descubrirse los hechos.

Una violencia extrema

El subinspector de la Policía Nacional encargado de realizar la inspección ocular de la vivienda tras el descubrimiento del crimen, cuatro días después del asesinato, destacó la «extrema violencia» con la que el procesado golpeó a la víctima. «No había signos de lucha y por la posición del cuerpo y de las salpicaduras de sangre diría que estaba de rodillas ante la pared sin posibilidad de defensa», describió. El destrozó del cráneo era «brutal. Estaba desintegrado», aseguró. El procesado permaneció durante todo el relato impasible, cabizbajo, con la mirada fija en el suelo.

El crimen salió a la luz porque el autor confeso dejó una nota en el buzón de una oficina del edificio. Luego se entregó en la comisaría de la Policía Nacional de Gijón. La defensa, representada por la abogada de oficio María López-Castro, sostiene que la confesión fue voluntaria, mientras las acusaciones personadas en el proceso afirman que solo se entregó cuando sabía que le estaban buscando. Esa versión de la defensa tuvo ayer un apoyo, el del agente que le atendió en Gijón. Aseguró que allí no sabían nada del crimen cuando el procesado acudió a entregarse.

Antes de ir a la Policía, el hombre durmió dos noches en un hotel de la ciudad, donde se comportó de modo tranquilo «y haciendo bromas», recordó el dueño del establecimiento, quien realizó la factura «que pagó en efectivo». Durante esos días, desde que la mató hasta que se entregó, acudió varias veces e incluso durmió en la vivienda donde yacía el cadáver tendido sobre la cama, con un montón de mantas cubriéndole la cabeza.

Uno de esos días, justo al día siguiente de asesinarla, el procesado se encontró en la entrada del edificio con su casero. «Me dijo que Isabel estaba mal, muy mal. Me contó que había ido a Bilbao para ver a un familiar que era alto cargo del banco. Me lo comentó varias veces. Hablaba entrecortado, cambiando de conversación y estaba sin afeitar, algo que me pareció raro», relató ayer el testigo y vecino. Él también apreció el «paulatino aislamiento» de Isabel Márquez. «Fui dejando de verla». La víctima vivía de alquiler en la casa desde 1986 y nunca había tenido problemas de impagos o retrasos. Nunca hasta pocos meses antes del asesinato. Las acusaciones sostienen que el acusado fue apartando a Isabel de su entorno mientras «la arruinaba» económicamente. «La mató para que no lo descubriera», sostienen.

El juicio prosigue hoy con la declaración de los peritos y de los médicos forenses.

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