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«Dormíamos en el mismo cuarto; encadenados por el tobillo»

«Dormíamos en el mismo cuarto; encadenados por el tobillo»

Un empresario venezolano compartió cautiverio durante un mes con el ovetense Sergio Muñiz, asesinado por las FARC, y contactó con la familia tras ayudar en su liberación

ROSALÍA AGUDÍN / SUSANA NEIRA

Martes, 31 de enero 2017, 01:48

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Dos meses y cuatro días permaneció Juan, un empresario venezolano, retenido por las FARC en 2013. Viajó a Colombia a visitar a su novia y «unos empleados míos me vendieron a la guerrilla». El último mes convivió con el ovetense Sergio Muñiz en la choza de Cali: «Dormíamos en el mismo cuarto juntos; enganchados de la misma cadena en el tobillo».

Juan abandonó la pesadilla, previo pago de 190.000 euros, y detalló el cautiverio. Lo revelan las numerosas conversaciones mantenidas con la familia del ovetense y a las que ha tenido acceso EL COMERCIO. «Nunca nos maltrataron, como somos extranjeros tienen miedo a un escándalo público», explicó.

En Cali había entre quince y veinte rehenes y les daban tres comidas al día. También, a su llegada, un set personal con desodorante, un cepillo dental, jabón, una maquinilla de afeitar, mantas para el frío y cada dos días, una señora les lavaba la ropa. Veían partidos de fútbol en televisión. Incluso habló de la «calidad humana» del jefe de la cuadrilla. «Jamás me faltó un plato de comida ni me pegaron, eso sí, siempre enganchados para que no escapáramos», reconoció este liberado, en quien la familia confió a pesar de las sospechas de la Policía colombiana sobre sus intenciones.

Durante esos treinta días, creció la amistad entre ambos y tras su liberación el empresario intentó ayudarlo. Ya seguro, desde Venezuela, llamó a los padres de Sergio, Lourdes Brioso y Enrique Muñiz. «Estoy preocupada. Solo quiero escuchar su voz, porque ya no sé lo que le pasa; si me llamaran podríamos llegar a un acuerdo, pero no tengo noticias», le confesó la mujer en uno de esos contactos. «No lo van a matar, todo es presión para que les digan que les van a dar el dinero; yo lo viví», le responde él en otra ocasión.

Trasladó los últimos deseos de Sergio. «Él me dijo que la quería mucho, que hablara con su papá y le explicara todo esto; cuando nos despedimos me abrazó y hasta nos cayeron las lágrimas. Me dijo 'consígueme el dinero Juan, para salir de esta situación'».

Los días corrían y los padres tenían muchos problemas para reunir la cantidad: «Doscientos mil euros no los podemos conseguir. No tenemos ese dinero ni nadie nos lo deja», lamentó Brioso (primero les pedían un millón de euros, luego bajó a quinientos mil y la última vez, a doscientos mil).

En las llamadas se escucha la desesperación de los ovetenses -generalmente, la interlocutora era su madre- por el estado de su hijo. Al otro lado de la línea, se encontraron el decreciente mensaje de aliento de que Sergio saldría vivo, consejos para su liberación y detalles de los momentos compartidos: «Me prometió que cuando saliéramos me iba a llevar a Asturias a comer una bandeja de quesos y carne de cuy. Hablábamos mucho de comida rica». «Ojalá que esté vivo y le traiga», deseó la mujer, al tiempo que le pidió que no dejara de llamarles desde Venezuela e hiciera todo lo que esté en su mano.

El empresario animó a la familia sobre las posibilidades de recuperarlo con vida si lograba reunir una buena suma para el rescate. Sobre todo al principio. Según pasaron los días, dudó ante los escasos y al final nulos contactos del ovetense con su casa. «¿No llamaron todavía? No, no sabemos nada», inician muchas de las conversaciones entre este y la madre. A él le permitían ponerse en contacto cada cuatro o cinco días.

Intermediación cubana

Juan también les abrió, al margen de la Policía colombiana, una vía para negociar: les recomendó que se pusieran en contacto a través de un familiar con el Gobierno de Cuba, que en ese momento negociaba el proceso de paz entre las FARC y Colombia, para que estos pidieran a los guerrilleros que lo salvaran. «Chávez apoyaba a la guerrilla colombiana. De hecho el presidente actual, Nicolás Maduro, apoya a la guerrilla. Mi mamá fue a la cancillería a Venezuela, habló con Nicolás Maduro y este con La Habana; hablaron con los guerrilleros de que no me fueran a matar, que yo tenía que salir vivo», le expuso sobre su caso.

Dio coordenadas también del paradero de los secuestradores: se encontraban a manos de sexto frente de las FARC, al que en ocasiones se refiere como la banda paramilitar Los Rastrojos, un grupo vinculado (aunque ellos, según comentó, se excluían ya que, supuestamente, en época de negociaciones de paz se habían comprometido a no realizar secuestros, con los que financiaban la compra de armamento) en la zona de Cali. Sin embargo, ya les advirtió de las escasas posibilidades de que la Policía colombiana entrara a rescatarlo por la escasa seguridad.

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