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Ignnacio Montero, Laura Fernández y Juan Carlos Campo en primer plano. Detrás, Patricia Aguilar y Ángel Jesús Caraduje, de la asociación El Mono Infinito.
El grafeno tiene un problema

El grafeno tiene un problema

El Asociación de Estudiantes El Mono Infinito lleva la divulgación científica a un bar

GONZALO DÍAZ-RUBÍN

Sábado, 25 de marzo 2017, 03:40

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Podemos empezar así: «El grafeno tiene un problema». Pero puede ser injusto. «Todos los que estamos aquí emitimos luz; si no la vemos, es problema de nuestros ojos». Otro problema. Hay más. «Prácticamente todas las cepas de salmonela son resistentes a a la ampicilina». Alguien debería de buscar soluciones. Ya lo hacen. Son científicos de aquí, como Laura Fernández, química y de la Asociación de Divulgación; Juan Carlos Campo, director de la Escuela Politécnica de Gijón y experto en luz, o Ignacio Montero, doctor en Biología y bioinformático. Los tres inauguraron ayer el ciclo con el que la Asociación de Estudiantes de Ciencias El Mono Infinito llevará la divulgación científica a un bar, el Secreto a Voces de la calle Manuel Pedregal. También, los dos próximos viernes.

Tiene ventajas. Para hablar de 'Grafeno: el material del futuro', Laura Fernández se pudo pedir una caña y jugar con el público a que adivinasen el peso, contenido en un botecito, de esta forma alotrópica del carbono flexible, conductora, transparente, muy resistente y dura, que debería ser omnipresente en nuestras vidas dentro de unos años, pero que «tiene un problema: es muy caro de obtener». El método de sus descubridores, Andre Geim y Konstantin Novoselov, Nobel en 2010, que, con celo, fueron desgastando un trozo de un tipo especial de grafito los viernes por la tarde no es replicable a escala industrial «y el grafito no se comporta igual en cantidades grandes que pequeñas». Un problema en busca de solución. Hay otros que no la tienen: «Las resistencias son el resultado de la selección natural, de la misma que nos ha hecho inteligentes. Las bacterias que sobreviven a un antibiótico están listas para volver a ocupar su lugar. Siempre van a estar ahí». No es un mensaje pesimista. Nacho Montero habla de los «abusos» del pasado en el uso de estos medicamentos y de la búsqueda de nuevos compuestos «en el fondo marino o en las nubes». No es un sitio exótico. Solo nuevo. Hace apenas unos años que sabemos que hay cerca de dos mil especies de bacterias flotando en el aire. También hay trabajo de laboratorio, «para modificar las moléculas de las que disponemos, quitando o poniendo cosas obtenemos uno nuevo». Listo para pasar «todos los ensayos» y sumarse al arsenal de la humanidad.

Otro que se apunta a las ventajas de hablar de ciencia en un bar es Juan Carlos Campo. Aunque lo suyo sea «medir contaminantes a través de parámetros ópticos», con una caña se explica mejor ¿qué es eso de la luz? Eso que nos «rodea por todas partes, pero que no podemos tocar y, sin embargo, podemos sentir» y eso es una pista, una de que «tiene energía». Onda y materia. «El mundo de lo muy pequeño es muy extraño». Pero, en realidad, llamamos luz a las ondas que podemos ver. Nos perdemos muchas. Por ejemplo, la infrarroja que emite un mando a distancia se hace visible en cambio para la cámara de un Ipad. «No es muy buena, las buenas se parecen a nuestro ojo».

El viernes que viene la luz pasará por un microscopio, viajará por el cosmos de antes y de ahora, se arrojará sobre la materia oscura y atravesará una caña de cerveza.

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