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El médico José Luis Mediavilla Ruiz.
«Debe atenderse no solo a los síntomas sino a la personalidad del enfermo»

«Debe atenderse no solo a los síntomas sino a la personalidad del enfermo»

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DIEGO MEDRANO

Martes, 2 de mayo 2017, 08:25

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José Luis Mediavilla Ruiz (Burgos, 1937), doctor en Medicina con especialidad en Neurología y Psiquiatría, miembro de número de la Real Academia de Medicina de Oviedo y del Colegio de Psiquiatras Eméritos, celebra sus ochenta años de vida literaria y práctica clínica con un sabroso título. Lo firma en compañía de su hijo José Luis Mediavilla Sánchez (psiquiatra en Durham, Reino Unido, miembro del Royal College of Psychiatrists de Londres) y se titula 'Comentario psiquiátrico a Memorias de un lunático' (Universidad de Oviedo). Tiene un subtítulo todavía más eléctrico: 'Autobiografía psicopatológica de autor anónimo, 1927'.

-¿Su libro es ficción, reportaje o ensayo?

-Constituye la reedición del diario de un paciente autopublicado en 1927, en edición de 50 ejemplares, con el título 'Memorias de un lunático', a través del que se describe de forma minuciosa las incidencias de la clínica psiquiátrica de una psicosis maníaco-depresiva (trastorno bipolar). Transcurre en Munich, durante los estudios universitarios del paciente, y donde, tras un intento de suicidio, es atendido por el mismo Kraepelin, el padre de la psiquiatría alemana.

-El texto es detallado, literario, emblema de lo que usted mismo denomina 'medicina narrativa'.

-Las memorias son un documento de valor clínico, por cuanto muestran fielmente la evolución tanto de las fases depresivas como de las maníacas, precedidas bien de inhibición o de excitación incoercible, además de trastornos de conducta que oscilan entre un aislamiento total y una vida incontrolable y disoluta. El valor que aportan las manifestaciones escritas de muchos pacientes es de una gran trascendencia para un mejor conocimiento de la personalidad del sujeto, y han sido objeto de análisis modélicos como el realizado por Freud acerca de las 'Memorias de un neurótico' del presidente Schreber, en las que se basa para desarrollar una teoría psicodinámica de la paranoia.

-Usted defiende con uñas y dientes la 'patobiografía'.

-Efectivamente, debe atenderse no sólo a los síntomas de la enfermedad sino a la misma personalidad del enfermo. Una historia clínica más allá de una 'plantilla electrónica', que siempre robotiza y destruye la relación médico-enfermo, como ya apunta Ignacio Riesgo en su reciente libro 'Médicos o robots'. Cito, textualmente: «en la isla terapéutica en la que tenía lugar el confidencial encuentro entre el médico y el enfermo, han interrumpido intempestivamente empresas farmacéuticas y de tecnología médica, aseguradoras, provisores, administraciones sanitarias, destruyendo la relación hipocrática médico-enfermo».

-El enemigo, no siempre nombrado, es la neurociencia.

-En el texto, dentro de su brevedad, permite advertir cierta reserva la biologización psiquiátrica excluyente de la psicopatología, pues la neurociencia no es la práctica psiquiátrica del día a día. Los marcadores biológicos tan esperados por manuales como el 'DSM5' apenas alcanzan a ser valorados como frágiles y dudosas evidencias. A lo largo de los siglos la práctica psiquiátrica ha seguido un abordaje clínico complejo, apoyándose en el modelo médico organicista, aunque dependiente de una doctrina psicopatológica estructurada. El psiquiatra nunca dejó de ser neuropsiquiatra, al tiempo que depositario de los conocimientos de la psicopatología y la psicoterapia.

-¿Qué es la medicina narrativa?

-Yo defiendo la constitución de una medicina narrativa frente al método científico. Defiendo las tesis de López Ibor de la historia clínica como biografía del enfermo, donde se debe prestar atención a los antecedentes familiares, personalidad previa ... Sería todo lo contrario a una historia clínica despersonalizada como síntoma o consecuencia de una obra incompleta. Introduzco lo que vendría a ser una dicotomía entre una historia clínica al modo impuesto por los gestores sanitarios y lo que vendría a ser una 'patobiografía', siguiendo a Charcot, Freud, Ey y otras eminencias.

-¿Qué fue y ha sido del psicoanálisis superado el siglo XX?

-El psicoanálisis jamás desvió la atención por la personalidad del enfermo, por la observación detallada, por la descripción meticulosa y la sistematización de datos (Alexander) siendo cómo es, por ejemplo, la esquizofrenia una enfermedad que no está clara y muta (Friedholff). La investigación psiquiátrica hoy se basa en la implantación de códigos (el conocido manual 'DSM5') junto a la exploración de nuevos neurotransmisores, lo que lleva a pacientes que ya piden en la consulta serotonina nada más entrar.

-El libro se lee como una novela: el protagonista aparece sometido a un destino trágico, desde las primeras líneas, por mucho que luche contra él en Munich a través de una vida estudiantil repleta de posibilidades.

-La interferencia maníaco-depresiva en la vida corriente del estudiante de Química en Alemania es paulatina, llega a ser feliz con los amigos, tiene ocasionales amantes prostitutas pero la enfermedad que él intuía avanza y se consolida. La idea del suicidio liberador a través de cianuro potásico desequilibra al personaje en varios episodios, quiere darse a la vida de relación de amigos y deporte, pero algo más fuerte tira de él. La plétora de salud, dinero y libertad se configura en un momento central como un paraíso a conquistar pero finalmente los padecimientos nerviosos vienen sacudidos por accesos maníaco-depresivos. El enfermo aparece, desde el inicio, definido según parámetros familiares. Lo cuenta él mismo. Su madre tiene un temperamento linfático, todo bondad y cariño, el padre es un hombre hecho a sí mismo, marcado por una energía tenaz e indomable. El parte de ahí, y en diversos tramos, llega a una jovialidad de la manía, una especie de extraña felicidad o acomodo dentro de la misma, donde, frente a los familiares, se llega a ver la fase de excitación antes de que llegue.

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