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Francisco Quirós, humanista y ciudadano

Francisco Quirós, humanista y ciudadano

FERMÍN RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ

Domingo, 3 de junio 2018, 16:11

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Así comenzaba hace 18 años, y por estas fechas, la necrológica que hacía Francisco Quirós en un periódico nacional a su maestro Manuel de Terán. Y aunque de una persona como el profesor Quirós se puedan decir muchas más cosas buenas, me quedo con estos dos títulos; pues expresan de manera concisa y precisa dos de sus atributos como persona. Pero, sobre todo, porque es un manera de enmallar a Quirós en la larga cadena que dio sentido a su obra y que él contribuyó a alargar, enlazándonos a muchos que hoy le llamamos maestro. Entrañable y sabio. De nuevo otra pareja de palabras que perfilan la palabra maestro, que claramente se encarna en Quirós.

Quirós llegó a Oviedo en 1970, después de haber creado el departamento de Geografía de La Laguna tres años antes, y aquí hizo lo mismo. El, como los profesores Casas, Alarcos o Bueno, contribuyó a reestructurar por la vía de la acción excelente una academia centenaria; recomponiéndola para otro ciclo de vida creativa. Las universidades son organizaciones de servicio avanzado. Su fuerza está en el genio creador de sus componentes; pero como todas las organizaciones están sujetas a un principio universal, que dice que la cantidad de desorden tiende a incrementarse con el tiempo. Es el segundo principio de la termodinámica. Ya conocido por los antiguos griegos como moira, el destino. Ellos otorgaban la categoría de héroe al que era capaz de torcer el brazo al destino, de poner orden, de reestructurar, de luchar contra la ley de Murphy, de añadir valor y de preparar a la organización para un nuevo horizonte y avanzar hacia él. Estos héroes lo son porque reciben un don, que en la mitología se llamó entusiasmo. Quirós lo tenía, no en la versión hoy de moda, la del emprendedor audaz y capaz de interaccionar en amplios círculos sociales, sino en la del hombre que ha recibido directamente y en vivo de su maestro la encomienda de una misión como oficial público y la capacidad para ejercerla con inteligencia y responsabilidad, sabiendo que es una tarea ardua, de largo plazo y empeño constante y discreto. No era un genio dicharachero sino una mente lúcida que calaba el fondo de las personas, y entre ellas elegía a su equipo, de discípulos, de afectos. No buscó la multitud, pero nunca estuvo solo. Llegó a las islas, a La Laguna y a Oviedo, no como un náufrago sino destinado a crear un equipo donde se hornearon varias generaciones de geógrafos a las que, con su ejemplo, transmitió el oficio.

Ser maestro en la Universidad es muy importante. Sin ellos la academia se convierte en otra cosa. Ellos son capaces de generar ambientes de excelencia. Eso no es fácil. La excelencia está un punto por encima de la calidad. No se mide con la ayuda de manuales de procedimientos, sino que se respira en el ambiente que crea el maestro, con una práctica genial que renueva el aire de las viejas organizaciones. Quirós creó ese ambiente, con el que sueñan todos los directivos para sus corporaciones. Podía haberlo hecho en muchos otros lugares, pero prefirió Asturias y su Universidad. Aquí enseñó Geografía de una manera que entusiasmaba a los jóvenes; conocía España palmo a palmo, sabía interpretarla y transmitía la clave del oficio: ir, ver, interpretar y contarlo. Y lo contaba con un perfecto dominio del idioma.

Que asombraba a los veinteañeros apenas cumplidos, que con él sentían las Loras de Sedano como propias, o los Arribes del Duero, o paseando las calles de Madrid sabían datar las rejas de los balcones o distinguir una farola fernandina de una isabelina. Todo era estimulante para el ojo del aprendiz de geógrafo con semejante maestro; al que le ataba un grueso cable, trenzado en la convivencia diaria con muchos hilos: el de la admiración, por la generosa transmisión del saber; el del afecto por el trato tolerante y a la vez crítico; el que hacía sentir que cada uno tenía una tarea dentro de un plan racional para mejorar el conocimiento de la región en la que territorialmente estaba comprometido. Es decir, el maestro Quirós creó en la Universidad de Oviedo una academia. Esto es, un lugar hecho de conocimiento y valores a la hora de ejercerlo. El conocimiento es territorial, geográfico, y los valores, los de una tradición humanista que nunca preguntó por ideas políticas o religiosas de sus componentes y que con él se enlazaba con el espíritu ilustrado de los regeneracionistas que alentaron el Instituto Escuela o compusieron en Oviedo el grupo de profesores que, a comienzos del pasado siglo, llevaron muy lejos a su Universidad.

De Quirós se puede decir , como dijo de si otro español genial, que después de que fue geógrafo, fue sabio, valiente, comedido, liberal, biencriado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de afanes, de encantos ...

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