Borrar
Valdés, en el establecimiento que regenta, junto al retrato de su tatarabuelo Diego Verdú. P. Lorenzana
«Nos gustaría abrir una tienda en Madrid, lo estamos mirando»

«Nos gustaría abrir una tienda en Madrid, lo estamos mirando»

Jesús Valdés - Gerente de Diego Verdú ·

«En el centro habría que arreglar las murallas, las fachadas, evitar edificios medio derruidos... Que se pusiese más bonito, como en San Sebastián»

DANIEL LUMBRERAS

Martes, 26 de diciembre 2017, 01:36

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En la calle Cimadevilla hay un negocio que es parada obligatoria para muchos ovetenses cada Navidad: Diego Verdú. Lo regenta el tataranieto del fundador, Jesús Valdés (Oviedo, 1986), licenciado en Economía en la Universidad de Oviedo.

¿Es más de helados o de turrones?

–Soy fan del de turrón con nata y algo de chocolate, un poco clásico para este tema.

¿Alguna vez se planteó dedicarse a otro sector?

–Desde pequeñito siempre quise dedicarme a esto. Sí que me arrepiento de haber estudiado Economía; si lo pienso, ahora igual hubiese estudiado algo más de cursos, de repostería. Hay una Universidad del Helado en Alicante.

¿Igual una FP?

–Sí, algo más enfocado a estas cosas. Luego, como tengo tiempo, hago cosillas aquí. Aprendo por internet.

¿Por ejemplo?

–De todo. Con mi tío, que era el que hacía el helado, estábamos un poco atascados en lo típico: chocolate, limón, vainilla, fresa... A partir de esa base fuimos probando y haciendo de Oreo, de Snickers –que gustan mucho–, frutas más tropicales como mango y fruta de la pasión...

¿La receta original se mantiene?

–Se mantiene, pero hay que innovar un poco, sobre todo para los pequeños: con chocolatinas, que se venden bien. También metimos algún helado con un poco de alcohol porque a a la gente le gusta.Estamos trabajando en un helado de mojito para el próximo San Mateo.

¿Es difícil innovar en un negocio tan tradicional como este?

–No, si sigues las pautas para innovar con calidad y no yéndote por las ramas. En el mojito, si pones menta, que le da sabor fresco, y un ron bueno, lo notan.

¿Las técnicas han evolucionado?

–Para nada. En el turrón sigue siendo almendra, miel y azúcar. Los mazapanes, los turronitos, uno a uno y envueltos uno a uno... Va todo a mano, no hay innovación de hacerlo con máquinas. Se perdería toda la esencia.

Sería un paraíso para un niño crecer en una tienda de dulces.

–Sí. Mi abuela vivía encima y cuando ya era mayor bajaba a hacer almendritas y me cuidaba. Yo hacía igual cincuenta en toda la tarde, pero ella estaba encantada y yo me comía la mayoría de ellas. Mi madre estaba trabajando.

¿Recuerda alguna historia más?

–Nunca se me olvidará un recuerdo con la nata montada. Estaban en verano mi abuelo y mi tío haciéndola, pinta estupenda. Y me decía mi abuelo: ‘¡Venga, mete el dedo, come un poco!’. Con cuatro añitos casi metía la cabeza. Pasé aquí mucho tiempo viéndolos hacer helado. Cuando era más mayorín, catorce o quince, quería comprar una consola y mi madre no me quería dar el dinero. Me dijo: ‘Trabaja’. Estuve un par de meses en verano haciendo helado, o intentándolo, viendo.

¿Los clientes se mantienen desde entonces?

–Sí. Hay gente que me dice: ‘A mí me despachó tu abuelo cuando yo era pequeño’. Los clientes son los de siempre, los de toda la vida. De repente ves que al abuelo acompañado del hijo de cincuenta años, porque el abuelo está mayor y tiene que comprarlo él. La tradición sigue. A la gente le gusta tener turrón en casa.

¿Se va abriendo paso la venta por internet?

–Sí. Se nota mucho. Es más cómoda, sobre todo para la gente joven, acostumbrada a hacerlo todo por internet: lo pido ya y me lo traen en uno o dos días a casa. En la época de Navidad estamos a tope de pedidos. Antes era más por teléfono.

¿Cómo es la relación con unos clientes tan fieles?

–Estupenda. Te proponen sabores: ‘Tienes que hacer un helado de turrón duro, por Dios’. Todo tipo de sugerencias.

¿Se ha quedado con alguna?

–Con unos bombones de turrón, ahí los tenemos. Son un éxito. Ahora mismo no tengo ninguno.

¿Algún cliente le emocionó?

–Una señora estaba en el hospital. Era mayor y llamó porque, aunque se había roto la cadera, tenía antojo de turronitos. Tuvo que llevarle José una caja a la habitación y quedó encantada. Después vino por aquí.

Sigue habiendo colas. ¿Se nota la recuperación?

–Sí. Hubo años malos en 2009 y 2010. Se vendía, pero la gente estaba cohibida. Intentamos que haya la menor cola posible. No da para más la tienda, estamos seis despachando a todo ritmo y sigue llegando la gente. Tenemos que compar el local de al lado, sería lo ideal.

¿Y cómo va la ampliación?

–Mal, porque los del local de al lado no se van a marchar (ríe). Poner otra tienda lo hemos hablado varias veces con mi madre y mi tío, que son los dueños. No se van a encargar ahora porque están jubilados.Estamos mirando porque nos gustaría montar una tienda en Madrid, tenemos muchos clientes allí.

¿Con este verano tan largo fueron buenas las ventas?

–Sí, el helado siempre se vende bien. Además, estamos en una calle por la que la gente que viene a Oviedo pasa para ir del Ayuntamiento a la Catedral. Cuando hay calorín ven el cono fuera y apetece.

El casco histórico

El entorno de Cimadevilla ha cambiado mucho. ¿Cómo lo ha vivido?

–Bien. Siempre salí por la noche, está todo lleno de bares, pero no hay problema. El que me interesta es el turista de día.

Se señalan en El Antiguo problemas como el botellón, las pintadas o los pisos vacíos.

–El botellón no lo noto tanto, pero las pintadas son horrendas. Sobre todo una en la iglesia de San Isidoro, en contra de los turistas. Esto es Oviedo, tampoco es la costa mediterránea, que está lleno; vienen cuatro. Vivo aquí y hay edificios abandonados; si se rehabilitasen y se pusiesen pisos para estudiantes, que también gastan y tienen que vivir en algún lado...

¿Qué más le gustaría para el barrio?

–Que se pusiese más bonito. Vas a otros barrios antiguos de otras ciudades comoPamplona y San Sebastián y está precioso. Aquí está más descuidado. Antes era peor, siempre vamos a mejor. Es el centro: arreglar las murallas, las fachadas, evitar edificios medio derruidos...

¿Qué tal la relación entre el equipo de gobierno y el comercio?

–No tenemos ninguna. Da igual quién gobierne. A mí me viene a comprar todo el mundo.

¿Cómo se presenta esta Navidad?

–De momento va bien la cosa. La previsión es vender un poquito más que el año pasado, se vendieron muchas toneladas.

¿Qué gustos tienen los ovetenses?

–Lo típico es llevar duro y blando. El de chocolate, que se vende muchísimo, mazapanes y polvorones. Luego gusta mucho la fruta tostada, el pan de Cádiz, glorias y yemas. En menor medida, las peladillas y las garrapiñadas.

¿Es gratificante vender dulces?

–Sí. La gente te dice ‘me encantan los turrones’, se agradece mucho. La gente es amable y repite.

¿Hay herederos en el clan?

–De momento no tengo hijos. Más adelante, espero que sí. Mi primo tiene dos gemelos. Nunca se sabe.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios