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D. LUMBRERAS
OVIEDO.
Viernes, 29 de diciembre 2017, 11:12
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Centenares de personas abarrotaron ayer la basílica de San Juan el Real para despedir a María del Mar Úrculo, la conocida y querida bibliotecaria de Ciudad Naranco, que falleció el pasado miércoles a los 65 años.
«Fue una mujer que luchó hasta el final. Me enseñó entereza siempre y me estimuló muchísimo. Estaba grabando un disco y ella me apoyaba al 100%», dijo su hijo, el cantautor Edu Vázquez. Emocionado, agradeció las numerosas muestras de afecto de amigos, usuarios de la biblioteca y gente del barrio.
Su hermano, José María Úrculo, la describió como una «bibliotecaria que nunca daba una mala contestación, no perdía los nervios». Había pedido reincorporarse al puesto y trabajar un año más, y esperaba volver pronto, pero la enfermedad se lo impidió. También destacó la excelente relación con su hermano mayor, el conocido escultor Eduardo Úrculo: «Era la ayudante de él, estaba muy pendiente».
La fallecida, natural de Sama de Langreo, era muy conocida en el barrio de Ciudad Naranco, en cuyo centro social atendía detrás del mostrador de la biblioteca desde hacía 23 años. Antes había trabajado en la revista 'Asturias semanal' y estudiado la carrera de Piano en el Conservatorio.
Muchos compañeros de las bibliotecas (cerradas por la tarde para facilitar la asistencia) acudieron a despedirla. Entre ellos, su compañero de Ciudad Naranco Alberto Martínez, que trabajó con ella más de siete años: «Era tan cálida, tan cariñosa... Había que amarla, quererla. Si había que quedarse un rato más se quedaba y acercaba libros a los que no podían ir». Recordó su empeño en fabricar nuevos lectores: «Su pasión eran los niños, tenía una paciencia infinita. Muchos la conocían desde críos y ella decía: 'Este me la liaba' o 'Este era un charlatán'».
Por su parte, la editora Marta Magadán destacó el gran interés cultural de Úrculo: «Solía participar en todo, la última fue hace un mes en Celorio, que vino a la presentación del libro de Ana Zarauza. Siempre estaba pendiente de las actividades culturales y de los escritores de aquí». En lo personal, «era superamorosa, la biblioteca era como ir a su casa».
La basílica de San Juan estaba llena, con bastantes personas de pie. Pilar Alonso, residente en Ciudad Naranco, aseguró que era prueba de «lo querida que era» la bibliotecaria, «siempre sonriente». «La conocía desde hace más de cuarenta años. Era lo mejor, de verdad. Como su madre», añadió María del Carmen Fernández, también vecina.
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