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Con el produto terminado. A la izquierda, Fidel Lorenzo exhibe un par de madreña. HUGO ÁLVAREZ
Las últimas madreñas de Oviedo

Las últimas madreñas de Oviedo

Hijos de Arsenio Lorenzo, estirpe de madreñeros en la capital de Asturias. Una empresa con 68 años de historia, legada de padre a hijos, mantiene la producción de calzado tradicional

JUAN CARLOS ABAD

Oviedo

Miércoles, 21 de febrero 2018, 14:28

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«La madreña siempre estuvo muy mal valorada. Ahora la gente cree que es muy cara, pero alguien que las use necesita uno o dos pares al año», explica Fidel Lorenzo, madreñero, que junto a su hermano Alfonso son los últimos que quedan en Oviedo. Ellos heredaron el negocio de su padre Arsenio que fundó la empresa familiar en la calle González Besada allá por el año 1950 a la edad de 22 años.

Fidel cuenta que cuando tenía trece o catorce años «ya me puse a ayudarle. Recuerdo que lo primero que hice fue pulir, rematar unas madreñas. Luego igual hasta te arrepientes y piensas quién me mandaría a mí...».A los 17 años, –«ya se sabe, o se estudiaba o se trabajaba», afirma–, comenzó en serio en el taller y luego se les uniría Alfonso. Los dos juntos aprendieron la artesanía de la madera desde lo más básico hasta dominar la técnica.

«Es difícil que alguien nuevo, que no haya aprendido pegado a alguien que sabe, pueda ponerse a hacer madreñas ahora mismo», relata. Los tiempos han cambiado desde los años 60 y 70 en Oviedo cuando llegó a haber más de seis artesanos en la ciudad: «Se vende, hay demanda, depende mucho del invierno». Cuenta de éste, que el mal tiempo ayuda a sacar el producto adelante. «La gente que tiene huerta y vacas, que va a ir al campo, va en madreñas porque es el calzado para estar cómodo trabajando y llegar a casa en zapatillas. Si vas con botas no es lo mismo, te las tienes que quitar», explica de los usos tradicionales que hasta ahora perviven.

O sobreviven. Sobre las repisas del taller descansan las herramientas de pulir y tallar. «Ya no hay ferreros. Antes en cada pueblo había un madreñero, un ferrero, un cestero. Ahora para que te hagan una herramienta tienes que dar con un ferrero, que los hay, y quiera hacer lo que necesitas», añade.

Por eso, la producción, desde hace años, cuando se trasladaron hasta el taller actual en avenida de Las Segadas, viene de afuera. De una fábrica donde la madera se talla con molde de metal. «Aquí las terminamos, las pulimos, pintamos y barnizamos, pero no podemos hacer todo el proceso de manera artesanal», explica el madreñero. «Primero, porque la producción se resentiría y segundo porque el precio se dispararía», añade. Aun con todo, «hay que retocarles la boca porque una madreña que esté bien hecha se nota en el pie, tiene que ser cómoda porque es un calzado para trabajar».

De los madreñeros tradicionales quedan pocos ya y los hermnaos Lorenzo son los últimos de Oviedo. «Alguna vez llaman para la Ascensión para hacer exhibiciones pero artesanos artesanos, pocos», relata Fidel.

Una vez limpia la madera de toda impureza, que suele ser de abedul, humero plágano o castaño, Fidel y Alfonso dibujan los motivos con la gubia y elijen el color de la pintura o el barniz natural. Asimismo, colocan los tacos de goma antes de rematar la faena. Listas para el mercado.

Los jueves, en El Fontán

Todos los jueves acercan el producto al Fontán y los domingos al mercado de Mieres. También se acercan a los mercados de ganado importantes donde saben que una buena madreña se aprecia. Además, aunque no como antes, en verano notan la influencia del turismo. Aparte de vender en León y Cantabria, porque son zonas tradicionales de uso de madreñas. «En Cantabria su alberca, que sí que la hacen a mano todavía, es muy cara, desorbitada, y prefieren las nuestras», afirma. «Y luego en sitios como en Covadonga, Potes, Cabrales, Santillana del Mar... Se venden en verano, pero el turismo da para lo que da».

Preguntado acerca de si se las piden personalizadas o con motivos estrafalarios, sonríe y deja pasar la cuestión. «Algo de eso hay. Algunas del Oviedo pero mejor no comentar», dice antes de acabar: «A mis 57 años habrá que seguir hasta la jubilación», afirma, mientras sujeta uno de los últimos pares listos para vender de madreñas ‘made in Oviedo’

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