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Una botella de la calma.
La botella de la calma

La botella de la calma

Existen herramientas que ayudan a los más pequeños a gestionar sus emociones

Lissi Sánchez

Viernes, 23 de junio 2017, 13:40

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Uno de los objetivos principales del 'mindfulness' infantil es ayudar a los niños a entender y percibir la manera en que sus pensamientos, y en especial su imaginación, generan emociones que se dejan sentir en el cuerpo. Esta toma de consciencia de lo que sucede en su mundo interno constituye una herramienta de autorregulación emocional muy eficaz, según han demostrado los estudios realizados en numerosas escuelas de Estados Unidos que desde hace años avalan esta enseñanza.

Los expertos aseguran que los chicos son más capaces de beneficiarse de esta práctica a partir de los cuatro años aproximadamente, edad en que empiezan a desarrollar los primeros mecanismos de introspección. Sin embargo, desde los dos años es recomendable invitarles a participar en juegos que tranquilizan su sistema nervioso, aunque aún no serán capaces de comprender lo que sucede en su interior.

En cualquier caso, el reto de padres y maestros recae en despertar la curiosidad a estas edades tan tempranas, conseguir que los chicos presten atención y, sobre todo, idear un planteamiento divertido que les cautive mientras interiorizan el sentido de lo que están haciendo, en el caso de los más mayores.

Materiales:

-1 botella o bote transparente con tapa

-1 o 2 cucharadas de pegamento con brillo

-3 o 4 cucharaditas de purpurina

-Agua caliente

Mezclar el agua caliente con el pegamento y la purpurina. Dejar un espacio vacío en la parte superior de la botella para que el niño pueda mover su contenido. Cerrar bien el frasco y ¡listo para agitar!

La aplicación más común y efectiva del «mindfulness» infantil consiste en que los niños se sienten o tumben unos minutos para sentir su respiración con los ojos cerrados, idealmente un ratito cada día. Se ha demostrado que este sencillo gesto les ayuda a hacerse conscientes de sus sensaciones físicas, a concentrarse y a calmarse.

La práctica es así de elemental, los ejercicios no encierran ningún tipo de dificultad o misterio... Pero no siempre es fácil que los niños lleguen a entender el sentido de esta práctica. Lo ideal es que interioricen la utilidad de lo que están haciendo, para que sean ellos mismos quienes poco a poco se sienten a respirar solos si se encuentran nerviosos o agitados.

A la hora de ayudarles a que comprendan el beneficio de respirar, es de gran utilidad emplear ejemplos ilustrativos, a ser posible gráficos, que representen de manera clara y bonita lo que sucede en su interior cuando sienten miedo o ira, por ejemplo. Es fundamental también ejemplificar de una forma visual en qué consiste el proceso de calmarse, para que entiendan cómo se transforma su cuerpecito y cerebro.

Una de las maneras más populares de mostrarles todo esto consiste en invitarles a que agiten una botella llena de agua y purpurina. Al hacerlo, los niños contemplan la manera en que la purpurina se mueve a toda velocidad y enturbia el agua al principio. Poco a poco, la purpurina va reduciendo su inercia hasta que al fin se posa en el fondo y permite a los niños apreciar de nuevo la transparencia del agua.

Este bonito juego, que se ha venido a llamar «la botella de la calma», se utiliza en muchas aulas con creciente éxito, ya que ilustra de manera muy visual como funcionan los pensamientos y emociones negativas si los escuchamos y alimentamos. Los niños aprenden que si siguen dando vueltas a las ideas negativas una y otra vez, cada vez se sienten peor, pero que si se concentran en sentir la respiración, enseguida se calman y se encuentran mejor. La práctica regular de «mindfulness» aporta mejorías notables en el mundo afectivo, social y académico de los niños, por lo que pronto serán ellos quienes deseen practicar, al sentirse más conscientemente felices.

Según algunos estudios, el juego de la botella de la calma es especialmente beneficioso cuando un niño se encuentra embargado por una emoción conflictiva. Mientras el niño observa la caída de la purpurina, se producen cambios en su sistema nervioso. Si está estresado su ritmo cardíaco se habrá acelerado junto a su respiración, y la lenta caída de la sustancia generará un modelo visual que emitirá una señal inconsciente a su cerebro, lo que disminuirá la agitación enseguida. Se aconseja que mientras tiene lugar este incremento gradual de la calma, los adultos inviten al menor a que explique las razones de su tristeza, ira o frustración.

Por supuesto hay que tener en cuenta que cada niño responde de una manera diferente a cada estímulo, por lo que hay que probar el interés que les despierta la botella de la calma. Muchos profesores aseguran que funciona mejor con niños entre los dos y los cinco años, y que además resulta fundamental que el tamaño de la botella sea apropiado al tamaño del niño. En los niños menores de cuatro años este juego funcionará a nivel inconsciente, ayudándoles a calmarse, y ya a partir de los cuatro años actuará a un nivel más cognitivo, aportando una enseñanza visual.

En el caso de estos últimos se aconseja que, mientras contemplan la purpurina, les expliquemos que algo muy parecido les sucede por dentro cuando se agitan. También se recomienda preguntarles en qué regiones del cuerpo sienten las emociones conflictivas (pulmones, corazón, cabeza, etc.), para que poco a poco aprendan a identificar las sensaciones físicas de alerta.

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