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Octavio Villa
Martes, 9 de junio 2015, 00:13
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Podemos e Izquierda Unida dibujaron ayer, con más luz y taquígrafos de lo que se recuerda nunca en la política regional, un difícil escenario para el acuerdo. Convocaba Podemos, y en la línea con lo que propugna en sus programas e idearios, invitó a IU a celebrar una reunión abierta, con presencia de prensa y de quien hubiese querido entrar a la casa de todos.
Será por falta de costumbre o porque se trataba de un primer contacto oficial, pero ninguna de las dos formaciones acudió al encuentro con un guión especialmente elaborado, más allá de la necesidad que ambos ven de aunar las fuerzas de los partidos de izquierda para formar gobierno. Pero ahí, en lo básico, comienzan las desavenencias.
Por si a alguien le quedaba alguna duda tras la corta y desabrida reunión mantenida la semana pasada por el candidato de Podemos, Emilio León, con el del PSOE, Javier Fernández, ayer los diputados de Podemos fueron meridianamente claros con IU. Para comenzar la reunión, Emilio León invitó a IU a sumarse a un «Gobierno de excepción» con el objetivo primero de sacar adelante el «programa de rescate ciudadano» que Podemos lleva por bandera. Sería un Ejecutivo, según planteó León, con «una hoja de ruta regenaricionista, para afrontar una auditoría no sólo contable de la Administración, sino también de los servicios públicos que han sido privatizados incluso de forma encubierta, forma de actuar de la que el PSOE es especialista, como hizo en el caso del ERA». Y, obviamente, sin el PSOE, a quien Podemos ve «sin voluntad alguna de corregir sus propias prácticas», como la encarnación de las tramas de corrupción que denuncian, muy principalmente en lo tocante al proyecto de ampliación de El Musel, la operación de los Palacios y Aquagest.
Frente a ese discurso, Gaspar Llamazares, acompañado por el coordinador regional, Manuel González Orviz, y tres de los cinco diputados de la coalición, optó por un discurso más convencional y, sobre todo, por mostrar pragmatismo: «Hubiésemos querido que vosotros y nosotros hubiéramos tenido muchos mejores resultados, pero los resultados son los que son, y los ciudadanos no nos han dado un mandato de incertidumbre, sino de afrontar un cambio desde la izquierda». Para el que la apuesta inicial de IU es nítida: «Nosotros apoyamos un tripartito fuerte», y «no a un Gobierno de excepción. No vamos a formar parte de un Ejecutivo que sea el paradigma de la discrepancia», porque ello «parecería una nueva campaña electoral y, para nosotros, lo que priman son los intereses de los ciudadanos». Por el momento, Izquierda Unida sólo maneja dos escenarios: o ese acuerdo tripartito, o concurrir al pleno de investidura con su propia candidatura a la Presidencia del Principado.
Otra cosa será que las circunstancias o el temor a un hipotético y hoy por hoy lejano acuerdo también tripartito entre PP, Ciudadanos y Foro, que sumarían 17 diputados, acaben forzando a IU a alcanzar un pacto con el PSOE, pero en estos momentos el escenario general apunta a que los socialistas afrontarán el pleno de investidura en solitario, con su minoritaria mayoría de 14 diputados sobre el total de 45 de la Cámara regional.
Especialmente reveladora fue la respuesta de Emilio León a Llamazares cuando éste habló de un tripartito. El candidato de Podemos le preguntó al de IU si «¿viste receptivo a Javier Fernández? Porque cuando yo le planteé -en la reunión que el propio León mantuvo con el presidente en funciones- que la OLAF sitúa el 25% del fraude detectado en las instituciones europeas en el proyecto de El Musel, Javier Fernández miró hacia otro lado, y yo no me veo en un Gobierno con alguien de quien no me puedo fiar. El caso Aquagest es sintomático», insistió León, seguido poco después en su argumentación por el secretario general de Podemos, Daniel Ripa, quien aseveró que «el PSOE no tiene ninguna voluntad de afrontar un giro de 180 grados en su forma de hacer política, ni siquiera de cinco grados, sino que quiere un pacto para tapar la corrupción, y en Gijón tiene un candidato a la Alcaldía que puede acabar imputado por el caso de El Musel».
Negociación en bucle
Marcadas las distancias políticas, ambas formaciones se dedicaron a dejar claras también las «cercanías programáticas» entre ambas, en expresión tanto de Llamazares como de León. IU planteó que hay que trabajar en «cuestiones como la ley de derechos vitales básicos y garantizar la cobertura para el salario social y diez medidas que garanticen que habrá una plasmación práctica en los 68.000 hogares asturianos que están en riesgo de exclusión», según indicó Orviz, mientras Llamazares se dedicaba una y otra vez a recordar a los diputados electos de Podemos que «una vez que os sentéis en la Junta General veréis que las leyes son matemáticas, que se trata de lo que es posible con los diputados que se tienen» y que «es necesario conseguir una mayoría estable sobre un programa acordado para que se puedan aprobar presupuestos para llevar adelante ese programa», mientras los futuros parlamentarios de Podemos insistían en que con el PSOE no es posible. León lo resumió así: «Seguiremos trabajando para que aquellos que han gobernado de espaldas a la ciudadanía no vuelvan a gobernar. No me veo montando una operación de rescate, ni poniendo vacunas contra la corrupción. Yo no sé qué tiene de izquierdas operaciones como las de El Musel o la de los Palacios», aunque sí que admitió que en la militancia del PSOE «hay socialistas de corazón, a los que sus dirigentes hacen guiños, pero acaban acordando el grueso de su programa con el PP».
A partir de media hora de iniciada la reunión, ésta entró en un bucle, probablemente causado porque ambas formaciones querían dejar claros los matices de sus respectivas posiciones a los medios de comunicación. En resumen, que IU quiere afrontar ya la configuración de un gobierno tripartito para toda la legislatura, con la suma de los 28 diputados de PSOE, Podemos y la propia IU, y que Podemos está muy poco dispuesta a alinearse con el PSOE.
El mensaje quedó claro, porque la reunión fue corta (una hora y media, aproximadamente) y porque se entró poco en cuestiones de fondo programáticas. Pero Orviz aprovechó, entre sonrisas y al final para advertir del riesgo del adanismo en política: «Nuestras reuniones internas, cuando hay algo importante, suelen durar ocho horas o más».
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