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Nunca es tarde, pero...

Diego Carcedo

Sábado, 8 de agosto 2015, 18:41

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Mariano Rajoy se ha caído del guindo y ahora se muestra dispuesto a reformar la Constitución. Bueno, nunca es tarde. Pero hace unos meses, cuando todos los partidos lo reclamaban y la mayor parte de los ciudadanos lo querían, hubiese sido mejor; bastante mejor. Para empezar, seguramente habría abierto alguna posibilidad de frenar al desbocado independentismo catalán que encontraba en la negativa frontal del Presidente a cambiar nada su mejor argumento para defender la secesión.

Varias veces se ha repetido que era necesario encontrarle un encaje más cómodo a Cataluña en España y siempre se rechazó desde el poder estudiar esa posibilidad. Se intentó en tiempos de Zapatero con una reforma del Estatuto que parecía contentar a los ciudadanos, que lo ratificaron en referéndum, y a las fuerzas políticas que lo suscribieron en el Parlament. Era imperfecto, pero satisfactorio para todos menos para PP que lo criticó con todas sus fuerzas, sin pensar en que mejor a sus ojos podría ser peor en la práctica, lo llevó al Constitucional que lo desmochó y el resultado quizás es el que tenemos a la vista.

Las constituciones tienen sin duda que ser duraderas pero para eso necesitan ser actualizadas cuando en algo no funcionan adecuadamente. Y la española, que tiene muchas cosas buenas y estructura para ser perdurable, hace tiempo que reclama algunos retoques que la adapten mejor a la evolución de los tiempos, a los cambios sociales y a los deseos de la gente a cuyo servicio debe estar. No se hizo, la reforma se está haciendo esperar y eso es algo que crea desesperación. En política es importante crear ilusiones, perspectivas nuevas, no encerrarse a la evolución ni a los cambios.

Bienvenida sea la disposición del Presidente- hacer reformas a tiempo acaba generando problemas evitables. Algunos saltan na la vista por lo recientes. Uno es el temor que inspiran algunos partidos nuevos que han surgido amenazantes incluso para la democracia como consecuencia de la insensibilidad nacional e internacional ante el malestar generado por los duros recortes contra la crisis. Otro es el conflicto que se ha abierto en Cataluña, que puede extenderse a otras regiones. Tal vez podría haberse frenado, o encarrilado, hablando más y buscando soluciones entre las cuales es evidente que una podría encontrarse en una reforma de la Constitución. ¿Cuándo aprenderemos a ir por delante y no, como solemos, a remolque de los problemas, por buena que aunque tarde sea la dicha?

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