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Sánchez, durante un acto en Gerona en 2015.
Pedro Sánchez, el fénix camaleónico

Pedro Sánchez, el fénix camaleónico

Ha recuperado la secretaría general del PSOE bajo la bandera de conveniencia del 'no es no', después de que en octubre muchos le dieran por muerto

Paula De las Heras

Domingo, 21 de mayo 2017, 08:01

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«Muerto el perro, se acabó la rabia». La frase es de Susana Díaz. La pronunció en un encuentro con un veterano socialista, poco después de que, despojado ya de la secretaría general del PSOE, Pedro Sánchez decidiera renunciar a su escaño. Era octubre de 2016. «Muerto el perro, se acabó la rabia», dijo. Se equivocó, como se había equivocado en el verano de 2014 al auparlo al frente del partido, convencida de poder dirigirlo en la sombra.

La renuncia al escaño es lo que hizo a Sánchez un rival casi indestructible. Es cierto, y lo ha reconocido él mismo, que estuvo a punto de tirar la toalla. En casa, sin empleo, alejado de la adrenalina de la trifulca política, se vino abajo. El plan de los afines a la secretaría general de Andalucía parecía funcionar. Nada de convocar un congreso para resolver de inmediato la situación de interinidad, dijeron. Había que dejar pasar el tiempo para que la estrella del defenestrado adalid de la absención se apagara.

El caso es que si algo ha demostrado el político madrileño en estos años es que posee una voluntad a prueba de bomba y un orgullo sin parangón. Lejos de debilitarlo, los golpes lo hacen más fuerte. El día en el que, sin contar con él, ya en enero, algunos de sus principales colaboradores decidieron lanzar la candidatura de Patxi López a la secretaría general del PSOE la llama de la ira resurgió en su interior. Y, aupado en 'outsiders' y diputados regionales con ambiciones propias, resurgió de sus cenizas.

     El nuevo secretario general sabe que ahora tiene ante sí una tarea difícil. Ha ganado las primarias cabalgando sobre un sentimiento de frustración inoculado a las bases, pintando un mundo de blancos y negros. Quienes trabajaron codo con codo junto a él hasta el golpe del 27 de septiembre de 2016, en el que dimitió más de la mitad de la ejecutiva, admiten que el 'no' a la investidura de Mariano Rajoy fue diseñado como estrategia de supervivencia.

Sánchez creía en la abstención. Era lo coherente con lo que había defendido en campaña: que había que dejar gobernar a aquel que lograra poner tras de sí a más diputados para no bloquear las instituciones, que en ningún caso habría unas terceras elecciones, que él sería responsable. Así que, aunque no podía decirlo en voz alta, su idea era que si el PP sumaba a Ciudadanos y Coalición Canaria y se plantaba a sólo cinco escaños de la mayoría absoluta, el PSOE no sería obstáculo. Pero le vio las orejas al lobo.

     

El silencio del adversario

Díaz, como los barones que la apoyaban, guardaba un sospechoso silencio. Sólo el extremeño Guillermo Fernández Vara, el único capaz de elevarse por encima de las rencillas internas, puso la idea de dejar gobernar a los populares encima de la mesa. Los demás simplemente esperaban que Sánchez diera el paso para recoger en el siguiente congreso federal los frutos de la impopular decisión, tan hiriente para buena parte de la militancia.

Ahí surgió el nuevo líder. El que de la noche a la mañana hizo de la Internacional, puño en alto, su canción de cabecera. El que de pronto hablaba de ir de la mano de Podemos. El que arremetía contra el Ibex 35. El que había ganado las primarias de 2014 con un perfil de economista socioliberal frente al más 'rojo' Eduardo Madina. El que en su proclamación como candidato a la Moncloa, en junio de 2015, sacó una gigantesca bandera de España y se puso traje y corbata para reforzar su perfil moderado e institucional. El que copiando la estética de los mítines estadounidenses subía a su mujer, Begoña, a los escenarios...

Es difícil saber qué Sánchez ocupará ahora Ferraz. Su trayectoria personal -clase media; estudiante en el Ramino de Maeztu; veranos en Irlanda; licenciado en Economía y doctorado en una universidad privada; asesor de Bárbara Dürkhop en el Parlamento Europeo; jefe de gabinete de Carlos Westendorp, Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia; concejal de Madrid; discípulo del exministro Miguel Sebastián; residente en una de las mejores zonas de Madrid- no encaja con el prototipo de radical de izquierdas. Pero la que le ha llevado de nuevo a la Secretaría General del PSOE es otra imagen.

En los últimos días, ha podido verse en él un intento de resituarse. Ya no pide abrazar a Podemos, vuelve a apostar por unir a «las fuerzas del cambio» (lo que incluye a Ciudadanos), y ya no dice que Cataluña es una nación, sino una nación «cultural». El tiempo dirá.

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