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ANDRÉS SUÁREZ
Sábado, 27 de mayo 2017, 01:39
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El pesimismo se había extendido en los últimos días entre los partidarios de Javier Fernández, que comenzaban a ver que la posibilidad de que el secretario general de la Federación Socialista Asturiana renunciase a un nuevo mandato iba tomando cuerpo y se temían que el anuncio llegase más pronto que tarde. La convocatoria de una reunión de la ejecutiva para la tarde de ayer acrecentó esa sensación. Aunque la noticia trascendió con anterioridad, Fernández aprovechó esa cita para oficializar su renuncia a competir por el liderazgo del partido en el congreso regional que se celebrará el próximo mes de septiembre. Una decisión que, dijo, ya tenía adoptada con anterioridad, si bien admitió que el resultado de las primarias del pasado domingo, contrario a sus intereses, «ratificó» esa convicción. El también presidente del Principado admitió que el socialismo se encuentra en una situación de abierta confrontación interna, si bien precisó que «tiene solución», y reclamó de la futura dirección del partido «sintonía, negociación y acuerdo» con el Gobierno que preside.
Fernández compareció al filo de las seis y media de la tarde en la sede regional de los socialistas en Oviedo. Lo hizo sereno, relajado, bromista por momentos, dando la sensación de haberse quitado un peso de encima, aunque admitiendo la «tristeza» de abandonar el cargo tras 17 años a los mandos de la FSA y en unas circunstancias diferentes a las que hubiera preferido. Lo hizo también acompañado de muchas de sus personas de confianza, caso del secretario de Organización, Jesús Gutiérrez, o el portavoz del Gobierno, Guillermo Martínez, que le escucharon, atentos, a unos metros de distancia. Salió a escena después de una reunión de la ejecutiva calificada de tranquila por algunos de los asistentes y en la que se abordó, además de su decisión de dar un paso a un lado, tanto el resultado de las primarias como la salida del Ejecutivo del consejero de Empleo e Industria, Francisco Blanco.
Quiso Fernández ser claro a la hora de desligar su adiós del resultado de las primarias, después de la victoria de Sánchez y del apoyo sin fisuras que la FSA mostró a Susana Díaz. «Había tomado una decisión», aseveró, matizando que el recuento del domingo y el triunfo 'sanchista', «más amplia de lo que se podía pensar», sirvió como «ratificación» de esa reflexión previa.
La retirada de Fernández tras 17 años abre un escenario completamente nuevo en la federación asturiana. La lectura mayoritaria en su seno es que sin él en el terreno de juego, los 'sanchistas' tienen el campo libre para asumir el liderazgo del partido en Asturias. Varios cargos socialistas, de hecho, creen que el propio dirigente admitió ayer ese escenario cuando se refirió a la relación que, como presidente del Principado, cargo en el que continuará hasta 2019, deberá mantener con el próximo secretario general de la FSA.
Porque tanto en la reunión de la ejecutiva como en la comparecencia posterior Fernández recordó que la bicefalia, un secretario general por un lado y un presidente por otro, no son algo excepcional, sino común en el PSOE, haciendo referencia a su cohabitación con Vicente Álvarez Areces cuando este era jefe del Ejecutivo y él pilotaba el partido. En aquella época, recordó, había una relación basada en «la negociación, la fluidez, la sintonía y el acuerdo», algo que le gustaría mantener con la nueva dirección que surja del cónclave de septiembre. Una reflexión que muchos interpretaron como la admisión, por su parte, de que tendrá que lidiar con un secretario general de la FSA 'sanchista'.
Javier Fernández no escondió que en el seno del PSOE, tanto en España como en Asturias, hay una división profunda, tanto en lo relativo al modelo de partido como a la visión política y de país. Pero no consideró que la distancia que separa a las distintas corrientes sea insalvable. «Creo que tiene solución», dijo. Otra cosa es que piense que la salida pasa por llegar al congreso regional con una candidatura única, de unidad. En ese punto dejó todas las posibilidades abiertas.
Preguntado sobre esa posibilidad, el acuerdo sobre una candidatura de consenso, apuntó: «Ni confío en que la haya ni lo promuevo ni sé si es bueno o malo, quien considere oportuno presentarse lo hará y los militantes decidirán. Puede haber una, dos o tres, las que consideren los compañeros». Recordó, de hecho, que él mismo aterrizó en el año 2000 en la FSA después de ganar un congreso por la mínima y que se consiguió una paz duradera, algo que deseó para el futuro más inmediato. Lo que sí admitió, preguntado directamente al respecto, es su preferencia por un congreso pacífico y de concordia que por una guerra abierta al estilo de lo que sucedió en las recientes primarias. Pero dejó todos los escenarios abiertos.
En una intervención de tono relajado, quien continúa siendo presidente de la gestora del PSOE hasta el congreso federal de junio tuvo tiempo de ajustar alguna cuenta pendiente. La destinataria fue Adriana Lastra, antaño compañera en la FSA y ahora mano derecha de Pedro Sánchez, que el lunes instó a los 'barones' a pedir disculpas a la militancia por haberse alejado del sentir mayoritario de la misma. «Yo pido perdón por equivocarme; por perder, no», aclaró. Y remachó: «En estos 17 años algunas veces he ganado, y a los que perdieron no les exigí que pidieran perdón, solo que se integrasen».
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