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«En la cárcel pasamos hambre, pero lo peor fue la humillación»

A. M.

GIJÓN.

Domingo, 11 de marzo 2018, 06:03

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-Ahora se habla mucho de la lucha de las mujeres, pero usted lleva muchos años luchando...

-Yo fui de las modernas. Antes la vida de la mujer se acababa cuando te casabas porque tu función era tener hijos. Muchos, aunque no hubiera para comer. Yo tuve dos y dije: «hasta aquí». No quería pasarme la vida embarazada. Y si ahora me vieran, a mi edad, vestida así y hasta pintada, no sé qué dirían los de mi época. Pero queda mucho por hacer. Por eso es tan importante saber a quién se vota, y votar. Aunque sea en blanco.

-Usted sabe bien lo que es no poder hacerlo...

-Costó mucho conseguir el voto, especialmente el de la mujer. No entiendo cómo en una país como España, que vivió 40 años de dictadura, ahora nos quiten derechos y la gente no salga a la calle. Si cada vez que Rajoy nos quita un derecho saliéramos, no podría con el pueblo.

-Este jueves miles de mujeres salieron a la calle.

-¡Y yo! Con casi cien años y eso que estoy un poco acatarrada, y que la edad ya empieza a notarse... Fue muy emocionante porque había mucha gente joven. Y esa juventud es la que tiene que salvar España.

-¿Cómo fue el papel de las mujeres en la guerra?

-La mujer siempre luchó mucho. Sobre todo las asturianas, eran muy valientes. Yo no cogí las armas, pero estaba en las trincheras. Tenía que llevar la comida a los soldados arrastrándome entre las balas. Sobreviví, una amiga mía no tuvo esa suerte.

-Luego estuvo cuatro años en la cárcel. ¿Cómo los recuerda?

-Fue muy duro. Cuando llegamos nos dieron dos mantas, un plato de aluminio y una cuchara de madera. Fue todo lo que tuvimos. Miento, el último año nos dieron un colchón que no sé de qué sería porque nos comían las chinches. Pasábamos mucha hambre, pero lo peor es que estábamos muy humilladas.

-¿Guarda rencor por todo aquello?

-No, no, en absoluto. Rencor nada. No quisiera por nada del mundo que mataran a una persona ni la tuvieran presa por eso. Fue la guerra. Fue así, y ya pasó. Y los hijos y nietos de los responsables no tienen culpa. Lo único que desearía es que la ultraderecha reconociera los crímenes.

-Después huyó a Francia.

-Tuvimos que escapar porque si no, seguramente, no estaría aquí ahora. En aquella época había unos asesinatos terribles en Asturias. Mi marido escapó a Francia y yo me quedé con mi suegra porque tenía un bebé. Pero, poco después, la Guardia Civil vino a buscarme. No había hecho nada. Por suerte, conseguí escaparme en una barca clandestinamente. Mi hija cumplió los once meses en Francia.

-¿Cómo era su vida en el exilio?

-Feliz. Teníamos lo justo para comer. Ni una sábana, ni una toalla. Pero fui feliz porque podíamos dormir tranquilos. Me trataron como si fuera una francesa más. Fueron muy buenos conmigo y guardo muy buenos recuerdos.

-Usted que luchó por la República. ¿Qué le viene a la cabeza cuando ve a los reyes Felipe y Letizia?

-Les veo encantados con su vida. Pero una democracia no puede tener esos privilegios con una familia. Con la paga de esa gente podría vivir mucha gente. ¿Para qué queremos un rey? Eso es muy antiguo. Con unpresidente de la República es bastante y, si no estamos contentos con él, le echamos, pero a estos no podemos.

-¿Juan Carlos I le gustaba más, o menos?

-Estuvo muy bien comiendo queso y pan. Yo y todos los que marchamos al exilio no tuvimos esas cosas.

-De Urdangarin, ni hablamos...

-(Risas). Es un deshonor muy grande para los Reyes y, tras ese escándalo, la Monarquía tenía que terminar. Pero rápido. Ya tarda.

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