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Wiliam Kentridge, durante la rueda de prensa, celebrada ayer en Oviedo. PABLO LORENZANA
«Utilizamos el arte para construir cómo somos»

«Utilizamos el arte para construir cómo somos»

William Kentridge - Premio de las Artes ·

El polifacético artista sudafricano se confiesa honrado de compartir palmarés con Mandela y afirma que no cree en el arte como instrumento político

M. F. ANTUÑA

OVIEDO.

Jueves, 19 de octubre 2017, 03:02

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Sabe para qué sirve el arte, que tiene mil matices y maneras, que no hay sola forma de mirarlo, verlo o entenderlo. Y es que William Kentridge, pese a que el apartheid marcó su vida y su obra, no cree en el arte como un instrumento político: «Para algunos artistas puede que lo sea, yo prefiero emplearlo de otro modo, yo creo que utilizamos el arte para construir cómo somos». Y somos los libros, las películas, las músicas y los cuadros que leemos, vemos, escuchamos y miramos. En definitiva, el arte nos ayuda a vivir, y la misión de un artista es «encontrar la vida y mostrarla».

El Premio Princesa de las Artes llegaba ayer a Oviedo con ese mensaje y esa misión como artista clara y también recordando que no es el primer sudafricano que se sube al palmarés de los Princesa cuando eran Príncipe. Nelson Mandela y Frederick de Klerk lo fueron antes por su apuesta por la conciliación en Sudáfrica. Y eso para el hijo del abogado de Mandela y para decenas de familiares de represaliados y muertos en los tiempos del apartheid es un «honor inmenso». «Mandela es un símbolo de la inclusividad. De cómo poner de lado la política y encontrar un mayor espacio para la gente y sigue siendo una maravilla», dijo. Eso sí, desde que se entregó aquel premio hasta hoy, las cosas han cambiado, pero no lo suficiente. «Sudáfrica sigue siendo un país democrático, se ha trazado un camino para que no cayera en la violencia; dicho lo cual, sigue habiendo grandes problemas de falta de igualdad, de injusticias». No solo eso, le acechan igualmente los males de la corrupción, «pero eso no es exclusivo de Sudáfrica».

En Johannesburgo nació y allí cuando tenía cinco o seis años entró en el despacho de su padre y halló una caja amarilla que le parecía de bombones. En su interior se encontró unas terribles fotografías de los asesinados en una matanza a cuyos familiares representaba su padre. «Fue algo muy violento para un niño de cinco años, yo pensaba que lo había superado, pero 40 años depués hice una película y me di cuenta de que en muchos de esos dibujos estaba reproduciendo aquellas fotos, de modo que me marcó». Ahí está otra de las funciones del artista, «captar, capturar el shock de un niño» y convertirlo en arte. Porque, en realidad, su función es tan simple como tomar pedacitos de la realidad y unirlos, darles forma. «Podría decir que mi misión es trabajar en el estudio, pero no es así, no hay algo más que es recoger fragmentos, reorganizarlos y mostrarlos».

Su visión del arte -no lo olvida Kentridge- tiene también influencia española, de forma muy especial a través de las pinturas de Goya: «Sigue siendo un fundamento importante en cómo yo concibo el arte», apuntó. Lo hizo sin obviar ni a Velázquez ni a Picasso. Los tres están unidos por una misma «línea» que Kentridge admira y conoce a fondo. Son tres nombres imprescindibles para un artista que en apenas diez días inaugura una exposición en el Museo Reina Sofía de Madrid. Prefiere no hablar de lo que el público se va a encontrar, porque en realidad lo que le gustaría es poder preguntarles a todos qué han sentido al ver su obra. Sostiene que lo bueno que tiene el arte en sus múltiples variantes es que siempre hay algo «que nos toca», y su búsqueda no es otra que lograr esa emoción. «Ojalá la gente se quede cautivada», confía.

Ejerce la multidisciplinaridad al extremo este sudafricano de voz firme, que cree que el arte está llamado a cambiar con las nuevas tecnologías, que ofrecen un sinfín de posibilidades y todas buenas. Pero, pese a ello, todo lo que tiene que ver con la creación artística atesora algo de artesanal que siempre estará ahí. «El proceso de juntar los pedazos del mundo no va a cambiar de forma fundamental con las nuevas tecnologías», subraya Kentridge.

Ha puesto en marcha el creador un proyecto artístico en Sudáfrica que le tiene entusiasmado. Es, sostiene, un centro de arte «pequeño», pero que aspira a lograr grandes cosas. «Une a poetas, bailarines, músicos, y lo que queremos es encontrar la energía que sale de cada una de las disciplinas y ver cómo puede fertilizar en las otras», apunta. Es fruto del placer y la ilusión por crear y de su apuesta por una forma de trabajo absolutamente colaborativa.

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