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Los Reyes, en su recorrido por Colombres.
«Son como para estar con ellos toda la       vida»

«Son como para estar con ellos toda la vida»

Los Reyes se dieron un baño de masas, 'selfies', piropos, regalos y bebés en brazos ejemplar

AZAHARA VILLACORTA

Domingo, 25 de octubre 2015, 00:45

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«El bar no hace tanta caja ni el día de la fiesta», sentenció alguien poco después de las nueve de la mañana de ayer, cuando las gaitas empezaron a calentar roncones en Colombres y ya nadie durmió más, ni falta que hacía. Y el sábado se convirtió en domingo y el traje de diario en las mejores galas del armario y salió un sol con brisa suave a acariciar la puerta de Asturias por Cantabria aunque en Oviedo cayesen chuzos de punta. Había que recibir el Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias y, de paso, «pasar a la historia». Y a fe que la bienvenida que ayer les tributó la capital ribadedense a los Reyes de España fue más que ejemplar: fue de cuento, como de historia de amor apasionada sin reservas por ninguna de las dos partes. Todo un baño de masas, 'selfies', piropos, regalos y bebés en brazos en los que pueblo y monarcas se volcaron desde que la real pareja descendió de un coche con lunas tintadas en traje de faena. Él, de sobrio gris, corbata chocolate de topos y zapato de cordón clásico. Ella, con traje de trabajo, blusa fucsia jaspeada de Carolina Herrera -esta vez con mangas- que ya ha vestido en varias ocasiones, botín de tacón cómodo -nada de 'stilettos'- joyas discretas y media melena ondulada al viento. Dispuesta a ejercer su papel de soberana al milímetro -a él se le nota más natural, menos esforzado en la tarea- y a no dejarse ni una sola mano sin estrechar entre gritos de «¡Vivan los Reyes! ¡Viva Colombres» ¡Viva España!». Entre las primeras, nada más llegar, las de Carmen Fraile, de La Borbolla, que, directamente, se puso «a llorar de la emoción». O la de Mari Paz Díaz, llegada desde Valladolid, que confesaba: «Ya no me las lavo en un mes».

Estaba al caer el mediodía y a la puerta de la Casa de Piedra, en el barrio del Redondu, los recibió -además de las autoridades de rigor con el alcalde Jesús Bordás armado con el bastón de mando al frente- un Íñigo Noriega Laso de pega que explicaba que acababa de llegar de México «forrado» mientras repartía fajos de dólares y les cantaba el 'Cielito lindo' frente a un niño que le miraba hechizado: era Íñigo Noriega Cos, nacido en Etiopía hace siete años y tataranieto de Íñigo Noriega Mendoza por la vía de la adopción internacional, «el último Íñigo Noriega» de la saga más célebre de la villa indiana y «el primero negro como un tizón», explicaba su orgulloso padre, Javier Noriega, que contaba que su hermano Eduardo, el actor, lamentaba no haber podido asistir por encontrarse «rodando con la 1 de TVE».

Y, así, tras conocer los encantos de la Casa de Cultura, comenzó una luna de miel de más de dos horas por las calles engalanadas en rojigualda en la que mandó la fusión entre Asturias y América, orgullo de colombrinos y ribadedenses todos, y en la que guayaberas y sombreros charros casi se dejaron ver tanto como la indumentaria regional. La Colombres indiana que se echó a la mar y que ha sido piedra angular para hacer realidad el sueño de sus gentes. La primera parada fue en el 'Rancho Cuatitlán', en la plaza de la Cultura, donde les esperaba un taller de cuero amenizado por el grupo El Pericote, de Llanes, y al mando de Rosana Estrada, que se puso tan nerviosa que los trató «de tú» cuando le preguntaron si las creaciones estaban a la venta. «¿A quién se le ocurre?», se lamentaba luego.

Y, de ahí, a visitar a la artesana Josefa Fernández, una artista de la aguja que lleva décadas creando maravillosos trajes de llanisca -de aldeana, precisaba- y que resumió el sentir general sin despeinarse ni una cana: «Son como para estar con ellos toda la vida».

Y, después, saludos a la comisión de fiestas y las asociaciones vecinales y visita a la antigua carpintería de los hermanos Erice, la más antigua de la villa, donde saludaron a sus viudas y se interesaron por las técnicas madereras y el dominio de la talla para volver a pisar adoquín, saltarse el guión si se lo pedían y reírse con ganas con las explicaciones de Virtudes Cantero y su amiga porruana, que les espetaron: «Nosotras vamos de folixa en folixa». Y venga manos y venga fotos y «Majestad, aquí, aquí». Y valoraciones del «vaya majos que son» al «simpatiquísimos, encantadores» y el «doña Letizia está fina, fina» pasando por «todavía más espectacular que en la tele».

Así que cuando enfilaron el camino hacia el Ayuntamiento para dejar estampadas sus firmas en el libro de honor y saludar a Juan Ramón Lucas y Sandra Ibarra o a Íñigo Noriega, director de EL COMERCIO, el otro Íñigo de la saga ultramarina, ya era pasión lo que se desataba a su paso y una voz masculina se alzó sobre el resto: «¡Qué guapu estás sin barba, preciosu!».

María del Carmen Expósito, de Bustio, declaraba su rendición incondicional con una medalla de oro de Alfonso XII al cuello. Y Margari González intentó hacerles llegar un regalo que tenía guardado: seis diapositivas de la etapa de don Felipe en el Juan Sebastián Elcano en aguas chilenas que le tomó al monarca un amigo de la colombrina «y de las que no hay ninguna copia». Así que el personal de la Casa del Rey que acompañaba a la comitiva le dejó una tarjeta. «Me dijo que si podía hacer un duplicado para tenerlas yo de recuerdo y enviarle las otras a él».

Mucho más protocolario y sin valla separadora de por medio entre el impresionante despliegue de seguridad apareció el actual conde de Ribadedeva, Luis D'Aurelle de Paladines, biznieto de Manuel Ybáñez y Posada, junto a otros descendientes directos del primer conde de Ribadedeva, para inclinar la cabeza como es preceptivo y recordar que había viajado desde Bruselas, donde tiene fijada su residencia, «y por temporadas en Biarritz», y que «a don Felipe ya lo conocía cuando él tenía 10 o 12 años e iba a esquiar con don Juan Carlos a Sierra Nevada o el valle de Arán», donde solían coincidir.

Solo unos pasos más allá, en la plaza del conde, se instaló la Feria de Indianos, otro punto caliente de la visita donde mostraron su cara más solidaria en los puestos de Cáritas -Marina y Pili les obsequiaron con cuatro mandiles-, la Comisión de Festejos de Bojes y el tenderete de la organización 'Rettando al Síndrome de Rett'.

Allí tuvo lugar uno de los momentos más emotivos del día cuando se acercaron a Julia, una pequeña afectada por esta enfermedad rara que, «aunque no se enteró muy bien de por qué estaba allí tanta gente, se puso muy contenta». Solo había que verle la cara. «Son muy cercanos y esto nos va a ayudar mucho a dar a conocer la enfermedad», contaban sus padres.

Y, si ese fue el más emotivo, la Iglesia de Santa María acogió el más solemne cuando, tras detenerse en las obras de restauración, un grupo de mozas realizaron para ellos la Reverencia, la tradicional ofrenda de la comarca para pedir pan y salud, y el grupo de guitarra parroquial dedicó una canción a la Santina con guiños a México y a «la Reina de los asturianos».

A los sones de la Banda de Gaitas Villa de Xixón llegaron a descubrir la placa conmemorativa en el corazón colombrino, al acto institucional hasta la bandera que cerró el 'Asturias, patria querida' del Coro de Ribadedeva y al Archivo de Indianos, la impresionante Quinta Guadalupe que fue el sueño cumplido de un emigrante presa también de un idilio para toda la vida.

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