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El DeLorean de ‘Regreso al futuro’ . / Video: Virginia Carrasco
La máquina del tiempo
CINE

La máquina del tiempo

El DeLorean de ‘Regreso al futuro’ es restaurado en un taller de ‘tunning’ de lujo de Madrid

FRANCISCO APAOLAZA

Lunes, 3 de diciembre 2012, 07:39

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Cuando Doc (Christopher Lloyd) y Marty McFly (Michael J. Fox) se montaban en el DeLorean conseguían visitar lugares y tiempos extraños.En 1982 aún se llenaban los cines y una generación entera devoraba palomitas con la ciencia ficción. Nadie se imaginaba que ese coche terminaría en 2012 en un taller de Majadahonda, en un país asolado por la crisis económica y en un mundo en el que los monopatines aún no vuelan. El oeste de este Madrid, tan distinto al que dibujaron el guionista Bob Gale y el director Robert Zemeckis, es el destino final de uno de los vehículos que se utilizaron para rodar la trilogía de Regreso al futuro y de los que quedan solamente tres en todo el mundo.

Desde entonces la vida ha dado muchas vueltas. Se ha creado una moneda nueva en Europa, se ha apaciguado la Guerra Fría, se ha cuestionado la supervivencia de nuestro sistema económico y las hombreras han tenido tiempo de ponerse de moda dos o tres veces. Por eso, montarse en el DeLorean, abrir su puerta levadiza, sentir el aluminio de su carrocería y jugar a teclear una fecha en su salpicadero es entrar de verdad en una máquina del tiempo. De pronto, todo vuelve a estar como cuando salió del garaje del excéntrico científico Doc: los cables en perfecto estado, los parachoques sin una raya, la carrocería intacta... El coche que se convirtió en un hito de la cultura popular gracias al cine se ha restaurado en el taller MT Performance, una empresa de tunning de lujo a donde llegó hace seis meses y donde ha sufrido una remodelación exhaustiva con piezas originales de aquel modelo. Más que un regreso al futuro, montarse ahora en el DeLorean es como hacer un viaje al pasado.

El dueño del automóvil quiere mantenerse en el anonimato. Se sabe de él que es un coleccionista de automóviles español que se hizo con el coche en Estados Unidos hace diez años, en una subasta en la que llegó a pagar 250.000 dólares, diez veces más de lo que costaba en su día. De los siete vehículos que se fabricaron para la saga, quedan tres: uno que se subastó en EE UU por 600.000 dólares el pasado año, otro que se expone en los Estudios Universal y este que ha terminado en Madrid.

Los seguidores de Regreso al futuro sabrán que es el de la segunda película: andaba con la basura que se introducía en un depósito en la parte trasera, un artilugio que realmente estaba construido con el tapacubos de un Dodge Polara. Nada de eso funciona, evidentemente, pero si se pulsa el botón adecuado, todas las pantallas se encienden en un tierno viaje a la infancia. Real como aquellas arrancadas del DeLorean, cuando desaparecía entre el bang de una explosión de plasma y dejaba dos frenadas ardiendo en el suelo. Si alguien quiere probar si aún vuela por el tiempo, puede hacerlo: el condensador de fluzo está intacto.

Convertirse en una nevera

El coche estuvo a punto de convertirse en un frigorífico. Cuando Robert Gale y Robert Zemeckis se plantearon filmar una película en la que unos personajes cambiaban de siglo en un pis pas, pensaron en Martin McFly metido en una nevera con un láser que permitía el milagro. Sucedía así: el protagonista se refugiaba en ella durante un ensayo nuclear en Nevada (en Indiana Jones y la calavera de cristal reproducían esta fantasía) y la explosión dotaba al artilugio de unas propiedades alucinantes. Zemeckis temió que Estados Unidos se llenara de chavales encerrados en el congelador, así que optaron por un coche que, eso sí, funcionaba a base de un combustible nuclear que el propio Doc tenía que robar a unos terroristas libios.

De inventar un coche que viajase al futuro tenía que ser un auto con clase. Eligieron un DeLorean DMC 12, un extraño modelo que se paseó por las carreteras del tiempo y que se convirtió en un icono de la cultura de los ochenta, con permiso de Kit, el coche fantástico. El propio modelo de coche era una locura en sí mismo. Comenzó a gestarse a mediados de los años 70, cuando a John Delorean un trabajador de la industria automovilista americana, se le ocurrió construir un vehículo que resultara barato, pero que al mismo tiempo llamara la atención de todo el mundo que lo viera pasar. Contó para ello con William Collins, ingeniero jefe de Pontiac.

El rasgo más reconocible del prototipo son sus puertas en ala de gaviota (gullwing), que ya había popularizado como un icono de sofisticación el Mercedes 300SL. Además, la carrocería entera es de aluminio, lo que le dota de un aire vistosísimo. Dentro, guarda un motor trasero de Renault que las leyes de emisiones de gases de EE UU dejaron en 130 caballos. Delorean se decidió a fabricar el DMC 12 en una factoría de Dunmurry, en Irlanda del Norte. Solo salieron 9.500 unidades.

Deportivos y cocaína

El negocio pronto dejó de generar beneficios.Cuestión de retrasos, ingeniería, presupuestos... Terminó por venderse a 25.000 dólares de la época, pero lo que paró en seco su producción no fueron los problemas económicos, que los hubo, sino la policía antidroga. A mitad del lance, el FBI detuvo a John Delorean y lo acusó de traficar con 25 millones de dólares en cocaína para reflotar su empresa. Más tarde se demostró que era inocente, pero la factoría de Dunmunry ya había cerrado la persiana.

Con la película, el coche se convirtió en un fetiche cultural. Esto, sumado a los pocos que quedan, hacen del DeLorean DMC12 un objeto de culto por el que se pagan fortunas. Se calcula que en el mundo siguen circulando unas 6.000 unidades, gracias a una completa red de empresas de suministro de piezas originales. Tanto se ha coleccionado, que un grupo de emprendedores ha decidido recoger el guante y seguir adelante con la idea de Delorean. Stephan Wynne, propietario de la marca desde 1995, ha anunciado que pronto volverán a fabricar un vehículo con el mismo aspecto -versionarlo a un modelo actual hubiera sido un sacrilegio-, pero algunos cambios en su interior. El nuevo prototipo, bautizado como DMC-Ev, desarrollará 255 caballos de potencia, utilizará un motor totalmente eléctrico con una autonomía de 160 kilómetros y costará 72.000 euros. En este caso el futuro será más ecológico.

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