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«Quisiera haber inventado la fabada»

«Quisiera haber inventado la fabada»

El cocinero Alberto Chicote ofrece una demostración gastronómica en Oviedo

ANA SALAS

Viernes, 19 de septiembre 2014, 00:42

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Alberto Chicote está encantado en Asturias, con «buenos amigos» que le cocinan productos «de lujo». Y además, está la fabada. Con sus fabes, su chorizo, su morcilla y su tocino, que «nadie sabe» quién los puso juntos, de esa forma y ese tiempo la primera vez pero que acabaron teniendo un resultado que, para el cocinero madrileño, «es como pisar la luna». A él le hubiera gustado colgarse la medalla. Sería feliz «si pudiese poner en el DNI, 'papá de la fabada'». Lo confesó así sin tapujos: «Ya quisiera alguien decir: Yo he inventado la fabada». Como él mismo.

De esta forma, el cocinero explicó que la «cocina tradicional un día fue de vanguardia y con el paso del tiempo se fue convirtiendo» en un plato reconocible por todos. La fabada, por ejemplo, pero también la tortilla de patatas o tantos otros de la gastronomía de nuestro país. Él la reivindica reconociendo que le gusta «tunear las cosas de casa». Por ejemplo, transformar una lata de maíz en un puré usando un poquito de jengibre calentado en aceite suave y ponérselo a un lomo de lubina cortado muy fino y marinado en zumo de lima y cilantro, añadiéndole por encima unas rodajas de pimiento picante amarillo y unas flores comestibles.

Lo hizo ayer ante un público atento y numeroso. 400 personas asistieron a la «demostración o 'showcooking' que suena más guay» que ofreció el mediático chef en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo organizado por la cadena de supermercados Alimerka. Lleva varios días en la región con miembros de la empresa conociendo el tratamiento de los productos que luego venden en las tiendas. Ha estado en la «espectacular rula de Luarca», en una explotación ganadera (con unos «terneritos que daban ganas de abrazarlos y llevarlos a casa») y en un invernadero en Gozón, con «un olor a tomate que hacía temblar las rodillas», alabó. Porque a él le «emocionan esas cosas», donde «reside la magia» de la cocina, confesó. No quiso dar una clase de cocina, sino «compartir experiencias, conocimientos o sensaciones», y que los asistentes se llevaran a casa «ideas, más que una receta». Y algún que otro consejo, aparte de que los frutos de temporada son mejores y más económicos y que es importante cocinar cosas frescas. También les habló sobre el corte idóneo de los productos. «Hay que romper la estructura para conseguir más sabor, ir en contra de la fibra. Si cortamos una cebolla en sentido vertical al cabo de una hora seguirán los hilos en el guiso mientras que si lo hacemos en horizontal, desaparecerá». Y así, todo.

Quienes le escuchaban tomaban también notas de lo que el cocinero contaba. Habían venido de distintos puntos de la región para conocer a quien tanto ven en la televisión. Como Cristina Loché, ingeniera de telecomunicaciones, de 31 años, dispuesta a prepararle unas moscovitas; o Luis Díez, de 58 e informático retirado, experto en pollo relleno.

Pocos detalles desveló de la nueva temporada de 'Top chef' este cocinero que dice que el salto a la televisión lo dio con edad suficiente como para que no le cambiara mucho la vida. Salir por la calle sí le resulta difícil, pues no puede caminar sin que le paren. Fuera de escena, eso sí, se quita la llamativa chaquetilla. La de ayer, color butano con brocados de corazones.

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