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Una imagen de 1945, con el tren engalanado con banderas en la estación de Arriondas.
El tren del Sella cumple 70 años

El tren del Sella cumple 70 años

Aunque ya no se puede correr 'prau' abajo desde las vías para ver pasar la carrera, 400 personas disfrutarán este años de la fiesta en sus vagones

MIGUEL ROJO

Viernes, 7 de agosto 2015, 00:33

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Al Sella, como muchos dicen ahora, o a 'les piragües', como se dijo siempre, se va como se puede, porque el caso es ir al menos una vez en la vida. No hace falta ser asturiano, ni siquiera ribereño, riosellano o parragués para notar cómo se erizan los vellos de los brazos al escuchar el himno de Asturias entonado por decenas de miles de gargantas a eso del mediodía del sábado. O al sentir el ronco rozar de las embarcaciones con las piedras, en busca del agua, mientras se trata de abarcar con la mirada el festival de color que se desata bajo el puente de Arriondas. Quince minutos después -no se puede despistar uno-, desde la estación y desde hace 70 años, parte paralelo a la carrera el Tren Fluvial, un convoy festivo que nació en 1945 a partir de aquellos trenes a los que llamaban 'los económicos', que después fueron de Feve y ahora son de Renfe. Lo hacía equipado con un buen bar, banda de música, altavoces, gaitas y cohetes.

En 1946 -el año al que corresponde la fotografía que acompaña a este texto-, sumaba quince vagones, y cuentan las crónicas que 285 coches, 23 autocares, 400 bicicletas y 50 motocicletas recorrían la carretera de forma paralela. ¿El reto? Ver los dos momentos estelares: la salida de Arriondas y la llegada a Ribadesella de les piragües. El tren, además, permitía en varias paradas saltar 'prau' abajo y acercarse a la orilla para ver pasar a los piragüistas dos o tres veces durante el recorrido. Otras paradas estratégicas sobre puentes y en zonas abiertas, suponen aún hoy un palco de lujo para disfrutar de la competición. Eran otros tiempos, y en la segunda mitad del siglo pasado aquel viaje por carretera parecía una carrera de los autos locos. Con la masificación y la llegada de los atascos, el tren era el único medio que garantizaba seguir la carrera de principio a fin, a no ser que uno se quedase ante la tele sin disfrutar la fiesta desde dentro.

Desde hace varios años, por cuestiones de seguridad, ya no hay paradas durante el recorrido. El que quiera seguir la carrera -400 plazas están disponibles este año- tiene que hacerlo desde la ventanilla, pero sí es posible disfrutar de salida y llegada por 30 euros, aunque la mayoría de las plazas están ya reservadas por 42 euros, con un bollo preñado incluido. En 1950 el máximo de vagones quedó fijado en 20, sin posibilidad de aumentarlo aunque haya demanda. El de 2011, con dos locomotoras, quince coches y dos furgones, fue el de mayor capacidad de la historia, con 800 plazas y 300 metros de longitud. Su estampa imponente, adornado con banderas y flores, es una de las imágenes cada año.

A bordo del tren, pero privados de los lujos de las autoridades que disfrutan de los vagones históricos, viajan los Tritones. Cantan, saltan, animan y dan color a la fiesta. Este sábado volverán a ser parte indispensable de una fiesta que nació en 1929 de la mano de Dionisio de la Huerta, quien después de varias excursiones con amigos por el río Piloña -otros les acompañaban por carretera en autobús-, dio forma a esta bendita locura que se ha convertido en una cita indispensable del verano astur. Háganse ustedes con chaleco y collar de flores, elijan método de transporte y, como alentaba el mismísimo Dionisio, 'todos, todos a les piragües'.

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