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Ramón Muñiz
Miércoles, 7 de octubre 2015, 03:52
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Hay niños, jóvenes, ancianos, todos correctamente alineados, invadiendo la nave central de la Catedral de San Salvador de Oviedo, haciéndola vibrar con sus cánticos en lengua extraña. «El obispo les está animando a que sean así, entusiastas, ilusionados», traduce Liliana Ausín, guía que domina cinco idiomas, incluido este alemán que parece resonar en toda la plaza. El prelado sigue hablando mientras 450 voces repiten sus plegarias, entre acordes de saxo y piano. «Les dice ahora que si el viaje lo emprenden como quien acude al fútbol, acabarán creando muchos vínculos entre ellos», completa entre susurros la gijonesa.
La escena ocurría ayer, cuando ese medio millar de germanos llegados desde la región de Münster se reunió para pasar revista, celebrar misa, y bendecir las preceptivas vieiras. Hoy inician el peregrinaje a Santiago de Compostela; quieren llegar el lunes. «Elegimos comenzarlo en Oviedo para ver el Santo Sudario.Con esta reliquia celebramos la muerte y la resurrección de Cristo, el don mayor que nos dio, que es su vida», explica Christoph Hegge, obispo titular de Sicilibba y auxiliar de Münster, la segunda mayor diócesis de Alemania. Todos le señalan como el culpable de la expedición y él lo asume: «Hace tres años llevé un grupo de 1.000 feligreses a Roma y me pidieron repetir; yo les dije que de acuerdo a condición de que esta vez caminásemos entre Asturias y Santiago».
A Hegge le sigue una legión de impresión. «He hablando con gente que lleva 12 años trabajando en la catedral y nadie recuerda un grupo tan numeroso; parecen una enorme boda», describe Loreto Pérez de la Fuente, coordinadora de las actividades culturales del templo. A diferencia de otros turistas «estos se bajan del autobús sin ruido, esperando instrucciones, pacientes pero con ansias de saber; se han estudiado todo y hacen preguntas que te exigen mucho», detalla Ausín, que asiste al rebaño porque así se lo ha pedido el touroperador Always Spain. Jürgen Greiwe, a su lado, corrobora sin saberlo que efectivamente, sus gustos no son de este país: «Ya vine dos veces a Asturias, porque me encanta Covadonga, la impresionante limpieza de Oviedo, la amabilidad de la gente. ¿De la comida? Ah, bueno, yo es que soy de ensalada mixta con aceite de oliva».
«Nuestro grupo es muy diverso, hay niños y mayores de 71 años, chicos que vienen por la fe y otros porque les gusta caminar», matiza Katharina Richter, rubia sin matices, médico a sus 27 años y lista para pelear con una epidemia de ampollas y tendinitis. De mantener la moral alta se encargará Mudness, un trabajador social que asegura que su secreto es «sonreír, incluso cuando llueva. Como decimos en Alemania siempre hay que ver el vaso medio lleno». Cuando se le informa de que aquí funciona la misma divisa, echa una carcajada: «Hablamos extraño, pero no lo somos tanto».
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