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Cambio de horario en los países de la Unión Europea.
Una hora de regalo... que pagamos caro

Una hora de regalo... que pagamos caro

Esta madrugada los relojes se han retrasado una hora. El cambio al horario de invierno nos obsequia con el día más largo del año... Aunque lo pagamos caro

Julia Fernández

Sábado, 24 de octubre 2015, 00:37

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¿Te has acordado? Sí, hombre, sí. Revisen la agenda. Estamos en el último fin de semana de octubre. Miren ahora el armario: ni rastro de bermudas, aunque ya asoman las bufandas. ¿Aún no caen? No hace falta siquiera que salgan de casa o se muevan del bar. Lo que tocaba esta madrugada era cambiar la hora:: a las tres los relojes pasaron a las dos. Díganle adiós definitivamente al verano y prepárense porque aunque sea otoño. Este domingo será el único día del año que tenga 25 horas. ¿No se quejan de que no tienen tiempo? Pues ahí van 60 minutazos más. ¿Un detallazo? Quizá no tanto.

En España el cambio horario se introdujo a finales de la Primera Guerra Mundial, en 1918, dos años después de Alemania y el imperio Austro-Húngaro. Lo que se hizo entonces fue aplicar el horario de verano del que nosotros estamos a punto de despedirnos con el objetivo de «tener las fábricas abiertas una hora más desde la primavera hasta septiembre y octubre», explica Pere Planesas, miembro del Observatorio Astronómico Nacional.

Los resultados avalaron la medida, que también buscaba ahorrar carbón, y se extendió por el resto de Europa hasta llegar a nuestros días. Por eso, esta madrugada los españoles no estaremos solos en nuestro particular baile de la hora. El resto de países de la Unión Europea hace lo mismo. Solo hay unos pocos lugares en el mundo que se han zafado de este agujero negro temporal: Japón, India, China, algunas regiones de Estados Unidos (Arizona y Hawái), Australia y Canadá. Ahora bien, aquí no siempre hemos sido tan obedientes: hubo años en que a nuestros Gobiernos se les olvidó ordenar el cambio. El último fue en 1973.

Con la crisis del petróleo de 1974, la medida se institucionalizó y más tarde se convirtió en directiva de obligado cumplimiento. Aquí se firmó en 1981 bajo el mandato de Adolfo Suárez. La norma se ha venido renovando cada cuatro años hasta que en 2001 se decidió aplicarla de manera indefinida y con fechas fijas: el horario de verano llega el último domingo de marzo y el de invierno, el último de octubre.

Cada vez que toca adelantar o atrasar el reloj, los españoles nos ponemos un poco ariscos. En marzo porque nos roban una hora así por la cara y arrastramos las ojeras varios días. Y ahora, porque se nos echa la noche encima cuando todavía estamos merendando. Muchos expertos no esconden que no somos el DeLorean de Regreso al Futuro y que tanto viaje temporal nos deja tocados. También lo denuncia la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE): «Estamos jugando con el tiempo como no se debe hacer. Es absurdo y afecta a nuestra salud», censura su presidente, José Luis Casero.

La pulsera de los Reyes

ARHOE es una de las entidades más beligerantes con este baile de manecillas, que tampoco supone un gran ahorro: se calcula que son 300 millones en total, 210 para las empresas y 90 en los hogares, lo que supone solo 6 euros por casa. Además, la medida reaviva otro debate:¿estamos realmente en el huso horario que nos corresponde? En 1884, el mundo decidió regular las diferencias horarias y tomó como referente el meridiano de Greenwich. 28 años más tarde se aprobó el mapa. A España le correspondió estar en la franja de Portugal y Gran Bretaña. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, se produjeron algunos cambios. Británicos y portugueses adelantaron los relojes 60 minutos para evitar confusiones en las horas de las operaciones militares. En España se hizo lo mismo, pero por la simpatía de Franco hacia Hitler.

Terminada la contienda, todos volvieron a la normalidad... excepto nosotros. El régimen y la democracia han mantenido el horario de Alemania sin tener en cuenta que en invierno vamos una hora por delante del sol y en verano, dos. A lo que hay que sumar nuestra mala gestión del tiempo, el mayor obstáculo para conciliar nuestra vida familiar y laboral. Salvarlo, sin embargo, es posible, defiende ARHOE, que cuenta con el apoyo de los Reyes, a los que hemos visto lucir sus pulseras en numerosos actos.«Son dos personas muy sensibles». También otros famosos se encargan de que el mensaje llegue:el padre Ángel, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla... En 2013, la asociación presentó en el Congreso sus medidas de racionalización de horarios: «Nos apoyaron todos los partidos». Sin embargo, dos años después «no se ha hecho nada». Y eso que en los programas electorales todos hacen mención.

Casero, que también es empresario, sostiene que sus planteamientos no solo nos beneficiarían fuera del trabajo, sino que nos llevarían más lejos como país. «Ahora somos las cuarta economía de Europa, pero la octava en productividad». Las pruebas que han hecho algunas firmas, como La Caixa o el Banco Santander, demuestran que «la productividad crecería un 19% y el absentismo bajaría un 25%». ¿Lo conseguiremos algún día? «A corto-medio plazo seguro», enfatiza. Es cuestión de tiempo.

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