Borrar

Venecia naufraga por los cruceros

Las condiciones pasan por poner coto a los trasatlánticos y limitar el número de turistas que recibe cada año

DARÍO MENOR

Lunes, 18 de julio 2016, 01:07

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Venecia es uno de los lugares del mundo donde con más razón puede aborrecerse el turismo de masas. La frase alcanza la categoría de axioma tanto para los venecianos como para los visitantes que, olvidándose de su propia condición, se echan las manos a la cabeza al encontrarse con los vaporetti atestados y con la plaza de San Marcos tomada por continuas hordas de viajeros. La ciudad parece caminar de forma inexorable hacia su transformación en un parque temático que poco tiene que ver con la orgullosa urbe que maravilló al mundo con su belleza y magnificencia.

Alertada por una denuncia de la asociación conservacionista Italia Nostra, la Unesco lanzó el pasado jueves un ultimátum a las autoridades italianas: si antes de febrero de 2017 no adoptan medidas de peso para reducir el impacto del turismo, Venecia entrará en la 'lista negra' de esta organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Pasaría así a formar parte de la clasificación de lugares patrimonio de la humanidad en peligro, el paso previo a perder este reconocimiento obtenido por la Ciudad de los Canales en 1987.

La primera exigencia de la Unesco es dejar fuera de la laguna a los alrededor de 700 megacruceros que cada año atraviesan el canal de la Giudecca. Estos mastodontes que llegan a transportar hasta a 4.000 viajeros hacen saltar por los aires el equilibrio de la ciudad: contaminan las aguas, provocan un tremendo impacto visual y generan un peligroso movimiento con las olas que producen a su paso. La Unesco también pide un 'numerus clausus' que limite la cantidad de turistas. Cada año arriban a la urbe más de 30 millones de personas, una media de 82.000 al día.

La cifra no ha parado de subir en los últimos años (no llegaban a 22 millones en 2009), mientras de forma simultánea caía en picado el número de habitantes del centro histórico. En 1971 residían allí 108.000 vecinos. Pasaron a ser 65.000 en 2011 y 56.000 en 2014, alrededor de la mitad que 40 años antes. Hartos de vivir en una ciudad tomada por los turistas, buena parte de los venecianos han acabado estableciéndose en tierra firme. Desandan así los pasos de sus antepasados, que fundaron la urbe en el año 421 escapando de otros extranjeros, los bárbaros que acababan de arrasar Aquileia.

La muerte de Venecia es materia de preocupación al menos desde que Thomas Mann escribió sobre ella a principios del siglo pasado. En 2009 los miembros de un colectivo vecinal incluso le organizaron un funeral a la ciudad. Denunciaban la falta de trabajos no ligados al turismo y los precios desorbitados de las viviendas. Desde entonces la situación no ha hecho más que empeorar. El mejor paradigma de esta decadencia está en su símbolo más universal, la góndola. Estas embarcaciones hace décadas que perdieron su funcionalidad inicial: ya no sirven para transportar a personas u objetos de un sitio a otro, sólo para llevar de paseo a los turistas dispuestos a pagar los desorbitados precios exigidos por los gondoleros.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios