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Los dos hermanos, con el traje de luces.
Morbo en el reencuentro de los dos hijos de 'El Cordobés'

Morbo en el reencuentro de los dos hijos de 'El Cordobés'

Manuel Díaz y Manuel Díaz se juntaron para torear despues del reconocimiento la paternidad del primero por parte del mítico diestro de Palma del Río. La plaza se llenó de público

EFE

Sábado, 11 de marzo 2017, 22:11

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La expectación mediática y el morbo por el reencuentro de los dos hijos toreros de Manuel Benítez 'El Cordobés' rebasaron la discreta dimensión taurina de un acontecimiento que logró llenar la plaza, pero en el que se echó de menos al veterano diestro de Palma del Río.

Se lidiaron seis toros de Las Monjas, dos de ellos reglamentariamente despuntados para rejones. El primero resultó aquerenciado y flojo. Noble y con clase el segundo; templado el tercero; potable el cuarto; más descompuesto y rebrincado el quinto y noble y flojo el sexto.

El rejoneador Diego Ventura, oreja y dos orejas

Manuel Díaz 'El Cordobés', de azul de Prusia y oro, dos orejas y dos orejas.

Julio Benítez 'El Cordobés', de marino y oro, dos orejas y oreja

La plaza se llenó hasta la bandera en tarde primaveral, soleada y muy calurosa. Se puso el cartel de 'no hay billetes'.

La expectación mediática había desbordado todas las previsiones de la empresa organizadora. El reencuentro de los hijos toreros de El Cordobés alimentaba un morbo evidente que se ha reavivado con el reconocimiento de la paternidad de Manuel Díaz por parte del mítico diestro de Palma del Río.

El lleno estaba asegurado, pero toda la atención estaba en atisbar la presencia del veterano 'ciclón' de los años 60. Manuel Benítez había hecho llegar a su hijo Manuel la intención de reencontrarse delante de las cámaras días antes de la corrida, pero Díaz declinó la invitación.

El hijo reconocido prefería un encuentro privado, sin la presencia de la prensa, que aún no se ha producido. Y el impresionante despliegue mediático de esta tarde, más allá del reencuentro taurino de los hermanos, buscaba ese momento único que seguirá haciéndose esperar.

A la hora del paseíllo no cabía un alfiler. El coso de Morón, inaugurado por el propio Manuel Benítez en 2001, se llenó hasta la bandera para presenciar el acontecimiento.

A falta de rostros conocidos -se apunta el nombre de Cayetano Rivera, el cantaor Nano de Jerez o la esposa y los hijos de Manuel Díaz- los tendidos se llenaron de un público popular entre el que no faltaban soldados norteamericanos de la cercana base militar.

No podía ser de otra manera: el pasodoble 'El Cordobés', del maestro Villacañas, abrió el paseíllo y trajo aires de otro tiempo al moderno y funcional coso de la localidad sevillana, que el pasado año reabrió sus puertas después siete años de clausura.

El presidente sacó el pañuelo con algunos minutos de retraso sobre la hora prevista, pero la salida de los toreros se demoró algunos más.

Un auténtico dique de fotógrafos entorpeció el paseíllo, reconvertido en tropel. No hubo gestos de complicidad entre los hermanos al hacerse presentes en la puerta de cuadrillas. Tampoco se materializó la ansiada llegada de su padre.

Manuel y Julio sí charlaban animadamente antes de la salida del segundo, primero de lidia ordinaria, un retinto de bonitas hechuras que no permitió a Manuel Díaz lancear a gusto.

El toro, sin fuerza, sí hizo cosas buenas en la lidia pero su matador, periférico y superficial, no acertó a acoplarse al excelente aire del animal.

Su labor, larguísima, sólo logró interesar cuando tiró de efectos especiales. La estocada, de rápidos efectos, animó al público a pedir las dos orejas que el presidente no tardó en conceder.

A Manuel Díaz le quedaba un quinto, brindado a su familia, con el que tiró de repertorio sin decidirse a apostar por completo. Los muletazos, muy despegados, se sucedieron sin que aquello trascendiera lo más mínimo, pero el guión ya estaba marcado y volvieron a llover las orejas que paseó rodeado de niños.

El tercero, castaño y terciadito, correspondía a Julio Benítez que no pasó de discreto en el manejo del percal. El menor de los hijos de El Cordobés comenzó su trasteo de rodillas pero no terminó de confiarse por completo, a pesar de la templada embestida que le ofrecía el toro de Las Monjas. Las dos orejas, cortadas a favor de ambiente, terminaron de marcar el signo de la corrida.

Sólo restaba el sexto, que propició el momento culminante de la tarde. Julio brindó a Manuel arrancando una fortísima ovación. Pero había que volver a la cara del toro, un animal desangrado en el caballo al que toreó con cierta templanza y no pocas lagunas. No faltó el salto de la rana y hasta una cogida de la que salió con la ropa destrozada.

El toro, definitivamente desinflado, complicó las cosas a la hora de entrar a matar. Pero a esas alturas ya no importaba y volvió a caer una tercera oreja. El objetivo al fin y al cabo era ver salir a los dos hermanos juntos y por la puerta grande y se consiguió con creces.

Abrió plaza el rejoneador Diego Ventura, que brindó el primero a sus compañeros de a pie. El jinete de la Puebla del Río se mostró sobrado, preciso y sobre todo por encima del aquerenciado ejemplar que abrió la tarde.

Con el cuarto repitió los mismos resortes técnicos hasta cuajarlo por completo en una faena intensa que fue, con mucho, lo mejor de una tarde que tuvo un hilo argumental muy alejado de lo taurino. EFE

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