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Una pareja celebra su boda en un campo de refugiados.
Prohibido vivir en pecado en Burundi

Prohibido vivir en pecado en Burundi

El objetivo es detener la explosión demográfica en un país que ha duplicado su población en tres décadas

GERARDO ELORRIAGA

Lunes, 29 de mayo 2017, 00:41

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El libertinaje, el poliamor y el sexo sin libro de familia mediante, tienen los días contados en el corazón de África. Las autoridades de Burundi, una pequeña república ribereña de los Grandes Lagos, han promulgado una ley que prohíbe la cohabitación fuera del matrimonio. El presidente Pierre Nkurunziza quiere salvaguardar el futuro de las colegialas, seducidas, embarazadas y abandonadas a su suerte: y al mismo tiempo pretenden acabar con los privilegios de los hombres con recursos, capaces de mantener relaciones con varias mujeres y diseminar su descendencia, también condenada a un futuro precario.

La política está llena de buenas intenciones, pero, en ocasiones, no son verdaderas. La pretendida campaña gubernamental en pro de la moralidad parece esconder otros fines. La necesidad de contraer nupcias en el ayuntamiento o en alguna de las múltiples iglesias presentes en el territorio pretende contener la explosión demográfica que padece. La antigua colonia belga cuenta con una superficie similar a la de Galicia, pero con una población de 12 millones de habitantes, casi seis veces más, y se ha duplicado en menos de tres décadas. La densidad de población es muy elevada, de 386 habitantes por kilómetros cuadrado, y el 'boom' natalicio amenaza la viabilidad de uno de los países más pobres del mundo.

La revolución sexual por mandato, en cualquier caso, se enfrenta a las costumbres de la región subsahariana, donde la promiscuidad es habitual y los individuos, independientemente de su género, suelen compatibilizar varios compañeros de cama. Esta práctica, basada en la confianza, se ha convertido en un eficaz medio para la propagación del sida y otras enfermedades venéreas, ya que no se utiliza protección. La expansión de los preservativos y otras medidas, como la lucha contra la mutilación genital femenina, resultan, a ese respecto, más urgentes que la oficialización de las parejas, medida un tanto ingenua si no se acompaña, como ocurre en áreas musulmanas, de una 'Policía Moral' capaz de allanar domicilios para descubrir con quién comparten lecho sus propietarios.

Las autoridades alertan de que los hijos nacidos de las parejas sin papeles se verán privados del acceso a la educación y sanidad gratuitas. Ahora bien, los más escépticos con la original norma burundesa sospechan que, en realidad, aporta una cortina de humo. Nkurunziza, el presidente que vela por la fidelidad conyugal, ha llevado al país al borde del abismo. Tras superar una pavorosa guerra civil, el jefe del Estado lo condujo, hace dos años, hasta otra peligrosa crisis al decidir optar a un tercer mandato, legalmente imposible. Ahora, este líder de ideología ultraconservadora, populista y homófoba, ha creado una comisión destinada a reformar la Constitución y eliminar la limitación de reelecciones. La instauración del matrimonio forzoso y la preservación de la virtud distraerían a los más críticos con su idea de perpetuarse en el poder.

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