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El maletín nuclear. Un militar de EEUU transporta la valija con las claves para un lanzamiento atómico. EFE
El botón rojo es un maletín negro

El botón rojo es un maletín negro

El lanzamiento de un ataque nuclear es mucho más complejo que apretar un botón. Se requieren unos códigos que siempre acompañan al presidente. Salvo cuando los pierde, como Clinton

mikel fonseca

Domingo, 14 de enero 2018, 10:29

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Hay formas y formas de felicitar el año nuevo, y luego está la de Kim Jong-un. El 1 de enero, en su habitual mensaje de principios de año, el líder norcoreano advirtió al mundo entero–y particularmente, a su enemigo vitalicio, EE UU– de que su nación se convirtió durante 2017 en potencia nuclear y que «siempre hay un botón nuclear» en su escritorio». La respuesta de su homólogo estadounidense no se hizo esperar, y el pasado miércoles, Donald Trump aseguró en Twitter que también tiene «un botón nuclear, que es más grande y más poderoso. ¡Y mi botón funciona!». Lo curioso es que ambos presidentes se refirieran a la posibilidad de un apocalipsis atómico con una imagen que forma parte del imaginario colectivo pero que es totalmente falsa. No, no existe ningún «botón nuclear».

Es dificil rastrear el origen del término. El diccionario político de William Safire, redactor de discursos de Richard Nixon, recoge la expresión como una metáfora «de miedo, usada para atacar a los candidatos». Desde los fatídicos bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki durante la II Guerra Mundial, muchos presidentes americanos han utilizado el término en sus campañas electorales. La última, Hillary Clinton, que opinó que el actual presidente de EE UU «no debería tener el dedo sobre el botón, o las manos en la economía».

Lo que sí existe, sin embargo, es un maletín, que ha acompañado a cada presidente desde 1962, durante la época de J.F. Kennedy y la crisis de los misiles en Cuba. Una sencilla bolsa de aluminio recubierta de cuero negro, de unos 20 kilos de peso, que los medios americanos bautizaron como ‘nuclear football’ por su parecido con una bolsa de gimnasio. Habitualmente, es un militar quien transporta la maleta, y siempre tiene que estar a corta distancia del presidente. Un modelo retirado se encuentra expuesta en el museo Smithsonian. Vacío, claro.

En el interior de este maletín se hallan, como explica en sus memorias Bill Gulley, director de la Oficina Militar de la Casa Blanca durante los mandatos de Nixon y Johnson, cuatro elementos muy importantes: un librillo negro de unas 75 páginas con instrucciones para un lanzamiento nuclear, un listado con todos los lugares seguros en los que el presidente puede resguardarse,un dosier con el procedimiento para alertar a la población civil y una imprescindible tarjeta de códigos que el presidente debe utilizar para identificarse como tal al ordenar el ataque. Con esto, se soluciona uno de los mayores quebradreros de cabeza para Kennedy durante la Guerra Fria: «Si ordeno un ataque nuclear, ¿Cómo puede la base militar verificar mi identidad?», se preguntaba el presidente.

A esta tarjeta, por su forma rectangular, se la conoce familiarmente como la ‘galleta’. El presidente Clinton, según relata el militar Hugh Shelton en su autobiografía, perdió dicha tarjeta durante varios meses. «Fue un problema enorme, gigantesco», recuerda. Ronald Reagan también perdió la ‘galleta’ en los días posteriores a su intento de asesinato, pero fue recuperada en el hospital donde había sido atendido.

Lanzando el ataque

Suponiendo que Donald Trump tomase la decisión de desatar «un fuego y una furia como jamás se hayan visto» –como ya ha advertido a sus enemigos en alguna ocasión–, debería seguir unas pautas muy concretas, según explica Bruce G. Blair, antiguo militar responsable de la oficina de lanzamiento de misiles, en un artículo para el medio ‘Bloomberg’. Tras tomar la decisión, el presidente debe reunirse –fisicamente o por vía telemática– con un grupo de asesores políticos y militares de confianza, entre los que debe encontrarse obligatoriamente el jefe de Centro Nacional del Comando Militar del Pentágono, popularmente conocida como ‘Sala de Guerra’.

Más información en www.elcorreo.com.

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