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Noemí Martín, en la playa gijonesa de Poniente. PALOMA UCHA
«No tengo piscina ni casa de invitados, tengo la playa de Salinas y sofá cama»

«No tengo piscina ni casa de invitados, tengo la playa de Salinas y sofá cama»

La exdiputada de IU y exconsejera Noemí Martín se pasará el verano cubriendo la baja de una trabajadora social tras dejar la primera línea política y está «feliz»

AZAHARA VILLACORTA

GIJÓN.

Domingo, 24 de junio 2018, 06:19

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Noemí Martín (Avilés, 1968) cumplirá dentro de poco los cincuenta, se pasará el verano trabajando, ha engordado algo y se declara «feliz». De tener los fines de semana para ella, «de que no suene el teléfono a las once de la noche», de leer la prensa solo por placer, de poder estar con su hija y sus amigos, «de vivir a siete minutos de la playa». Y, además, se le nota, porque esta hija de aquel mayo revolucionario -y, de ahí, su «ramalazo hippie»- no para de reírse. «Dejé la política, dejé de fumar y todo el mundo me dice que tengo mejor cara», cuenta en confianza esta mujer celosa de su intimidad que, a los dieciséis, se afilió a la Juventud Comunista y que, tras dos décadas en responsabilidades públicas (fue diputada y consejera), ha regresado a lo suyo, que siempre fue el trabajo social.

-La última vez que supimos de usted, tenía la diplomatura y se había lanzado a hacer el grado. ¿Aprobó?

-Sí. Y, luego, me puse otra vez a estudiar unos tochos tremendos porque salen muy pocas plazas en la Administración, pero sí que van saliendo bolsas en los ayuntamientos. Son unos exámenes horribles y la neurona no está igual a los cincuenta que a los veinte, pero ahora estoy en las bolsas de cinco ayuntamientos y este verano cubro una baja en Mieres.

-Pocos políticos vuelven a currar de lo suyo. Así a bote pronto, se me ocurren Rajoy, usted...

-(Ríe) ¡Menuda compañía!

-¿Qué hace exactamente?

-Eres como el médico de cabecera, pero del trabajo social. Hay expedientes de menores, dependencia, salario social... Y, a pesar de la precariedad de este mercado laboral, en el que muchos andamos a salto de mata, es un lujo trabajar en lo que te gusta. Y a mí me encanta tratar con la gente y aprendo mucho. Es un trabajo muy guapo.

-¿La gente la reconoce?

-A veces, sí. Cuando entran, me dicen: «Tú a mí me suenas. Tú salías en la tele». Y yo pienso: «¡Ay, Dios, qué vergüenza!».

-¿Sigue teniendo carné del PCE?

-Me lo quitaron hace unos años, cuando empezamos con las trifulcas. Lo que pasa es que eso va en la sangre. No me lo puede quitar nadie.

-Con Laura González como madre, no extraña mucho, la verdad.

-Claro. Y eso que ella siempre me dijo: «Tú organízate, pero no te metas en berenjenales políticos». Y yo, claro, hice lo contrario. Empecé por echar una mano y me metí hasta atrás. Y mi padre fue un sindicalista de Comisiones en Ensidesa que empezó a trabajar con catorce años. Lo pienso ahora, que tengo una hija de esa misma edad, Llara. Y también tengo una hermana comprometida, pero que huyó de la política, la más lista (Ríe).

-¿Qué está pasando en IU?

-(Suspira) ¡Ay! Creo que se están cometiendo dos errores. El primero: intentar borrar lo que pasó hasta aquí. Nuestra trayectoria es la que es, con lo bueno y con lo malo. Pero parece que llegas tú y eres el que va a descubrir el mundo. Y el segundo: no ser claro en lo que quieres hacer. En IU somos muy plurales, convivimos muchas almas, hay diferentes posiciones. Ahora bien: tiene que ser uno claro. ¿Quieres que esta fuerza política siga trabajando o quieres que desaparezca y pasar a Podemos?

-¿Garzón puede ir tomando nota?

-Claramente. No debe pensar que la vida empieza con él. Debe ser claro y contar con la opinión de la gente, porque, si no, se genera mucha incertidumbre entre nuestros militantes y, lo que es peor, en nuestros votantes.

-Confluir o no. Esa es la cuestión.

-IU y PCE son confluencia y suman. Por eso, decir «confluencia no» me suena fatal. Pero hay que tener muy claro cómo la vas a hacer, con qué condiciones. La izquierda debe ser generosa y encontrar elementos comunes, incluso sabiendo que nos van a separar cosas, porque a veces es muy cainita. La derecha es mucho más disciplinada. No se trata de decir: «Aquí el referente soy yo. Si quieres, vienes conmigo y, si no, te quedas en tu casa». Porque algunos aspiran a ser el único referente en la izquierda y en ese barco sí que no deberíamos estar.

-¿Tiene usted chalet con piscina y casa de invitados?

-No. Pero tengo la playa de Salinas y un sofá cama en el salón. A mí lo que haga cada uno con sus ingresos de carácter lícito me da igual. El problema es que te falta credibilidad cuando vas por la vida con un discurso de pureza mal entendida y, luego, a las primeras de cambio, haces lo que criticabas. Lo de «como eres comunista tienes que ir con alpargatas rotas y vivir en tienda de campaña» nunca lo compartí. Conocí a mucha gente con recursos que era comunista. Lo que tienes que hacer es ser consecuente.

-Me la imagino conspirando con Llamazares por WhatsApp.

-(Risas) Pues sí. Tengo un grupo donde está más gente y también está él.

-Moción de censura gijonesa.

-Bienvenida sea. Todavía no entiendo por qué en Gijón no hubo posibilidades de llegar a un acuerdo.

-¿Qué pensó cuando leyó que Ramón Argüelles estaba siendo investigado por un armario de Ikea?

-Que me estaban tomando el pelo. Como aquella vez que me pasaron un resumen de prensa que era un montaje y me lo creí. El titular ponía: «Valledor propone al Padre Ángel para Defensor del Pueblo». Y yo me dije: «Valledor, ya la estás armando» (Ríe). Esta vez, pensé: «¿Estáis de broma, no?». Es muy fuerte. Asusta. No se puede llegar a esos extremos. ¡Un armario de Ikea que, además, está en un despacho municipal! Creo que cualquiera que lea esa noticia la verá ridícula, pero, al final, te acaban metiendo en el mismo saco de la corrupción. Hace daño porque parece que eres lo mismo que los que robaron millones en este país.

-Un país, por cierto, con nuevo gobierno. ¿Se lo esperaba?

-La verdad es que no, pero me alegro. Veremos cómo evoluciona, pero creo que los primeros pasos son muy importantes. A eso me refería antes: a que en la izquierda deberíamos habernos puesto de acuerdo desde hace mucho tiempo en cuestiones que son mínimas. Hablamos de pensiones, de la política migratoria, de la solidaridad... Cuando veo tantos municipios que están dispuestos a acoger a refugiados, digo: «Menos mal que todavía se ve algo de luz en esta Europa sin alma». Y, cuando veo las movilizaciones contra la violencia machista, me reconcilio con la sociedad.

-¿Qué hacemos con Franco?

-Hay que sacarlo. Ya toca.

-¿Y con Cataluña?

-¡Uy, qué aburrimiento! Vamos a cambiar de tema.

-Hablemos de Asturias.

-Javier está ya en una etapa de agotamiento y yo creo que faltó esfuerzo por alcanzar acuerdos. Podemos debería haberlos buscado y en algunos casos no lo hizo y Foro anda dando coletazos para acabar en el PP.

-¿Y Cherines?

-Cherines, candidata, claro (Ríe).

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