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Olivia Moratilla y María Eugenia Martín.
La vida con el miedo en el pecho

La vida con el miedo en el pecho

El miércoles se celebra el día internacional contra el cáncer de mama que en España cada vez afecta a mujeres más jóvenes

Francisco Apaolaza

Lunes, 17 de octubre 2016, 13:53

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Al otro lado del cristal de la residencia oncológica de la Asociación Española Contra el Cáncer en la que nos citamos, discurre un otoño lánguido. Es mediodía y la mañana se pierde en una luz tímida de ceniza, augurio del invierno. Los únicos signos de color en la escena son las hojas ocres de un olmo del jardín y la risa franca de Olivia Moratilla, 37 años, un cáncer de mama, dos metástasis en el pulmón, dos mastectomías, una de ellas profilática, una operación de pulmón y los ovarios extirpados.

Frente a ella, María Eugenia Martín, de 60 años, un cáncer de mama, la mira con ojos de sonrisa efervescente. Se entienden, se responden, se requiebran y comprenden, como si fueran las dueñas del mismo secreto, las invitadas en la fiesta de una vida en la que la oscuridad es ya solo la sombra de una luz. Ellas y otras miles de mujeres curadas y 25.500 enfermas son la razón de que el día 19 se celebre en España el Día Contra el Cáncer de Mama, una enfermedad que ataca a cada vez más jóvenes.

Existe un lugar mental en el que el cáncer de mama afecta solo a mujeres que han pasado la barrera de los 50. Es mentira. A Olivia le cambió la vida con treinta años, tres meses después de casarse. "Pensaba que todo iba a ser ir a mejor, y no". Un día se notó un bulto en la aureola del pecho derecho. Le quitaron varias veces líquido de un quiste hasta que le retiraron el bulto y lo analizaron. La vida le hizo una perdida cuando estaba en la oficina en una reunión. Cuando le devolvió la llamada, le dieron la noticia: "Tienes cáncer de mama". Fue uno de esos casos cada vez más frecuentes en los que la enfermedad ataca a mujeres jóvenes, uno de los números que sirven a los ginecólogos para pedir que los cribados comiencen a los 35 y no a los 50.

«No daban un duro por mí»

La operaron. Primera vez. "Mi madre -fallecida a los 53 de cáncer de mama- se sentía mutilada sin un pecho y me preocupaba que no me lo reconstruyeran". Dos operaciones. Ocho ciclos de quimioterapia y pruebas de extensión. "Entras y piensas que tienes algo en todo el cuerpo". Acertó. Se había extendido al pulmón. Más quimio. Y entonces, apareció otra metástasis más en el pulmón. "No suelen operarlas. Creen que no vale la pena. No daban un duro por mí". Ahí se equivocaron. Su oncóloga se empeñó en la intervención y la salvó. El asunto hubiera terminado si no fuera porque las pruebas genéticas dijeron que era muy posible que se repitiera el tumor, con lo que le extirparon los ovarios, las trompas y otra mama de manera profiláctica. Los tratamientos hormonales contra la enfermedad incluyen una menopausia adelantada.

Todavía acariciaba la idea de ser madre, así que consiguió congelar un embrión que nunca se gestará en su vientre. "Los embarazos pueden activar los procesos. Cuando te encuentras bien no quieres poner eso en peligro. También he pensado en traer un niño al mundo y dejarle sin madre... -se calla-. Ahora estamos en un proceso de adopción". Tuvieron que esperar los tres años desde la última metástasis para ser candidatos. Tres años ¿curada? "En esta enfermedad no existe esa palabra", salta María Eugenia en la conversación con media risa. Esa capacidad suya de reír tiene algo de baile en un tiroteo. Cada seis meses se asoman al miedo. "Dicen ausencia de signos de enfermedad", subraya Olivia.

María Eugenia supo que esto se había acabado cuando mientras andaba por la calle de Madrid notó que ya no le dolían los huesos. "Me eché a llorar". Había perdido el pelo, tenía las uñas negras y se le había pelado la lengua. También cayó su hermana de cáncer de mama. Las diagnosticaron a la vez y no pertenecía al 83% de mujeres que sobreviven. La oscuridad sigue ahí y cada vez que acude a la revisión le tiemblan los finísimos tobillos que tiene. Cuando sale, se toma una caña, una pequeña ceremonia de vida. Ha tenido otras, como el día en el que se plantó en el médico maquillada y "con taconazos".

"Cuando te miran con cara de pena y... ¡Uh! No puedo con eso. ¡Yo soy la misma que antes!", se defiende. En realidad, su vida sí había cambiado hasta en lo laboral. Le dieron la incapacidad y las promesas de reincorporarse se volvieron una elección entre quedarse en casa o cobrar un sueldo de becaria. A María Eugenia la llamaba su jefa para que volviera a la oficina aunque fuera de baja. Ahí discurre una pelea, y en cambio no soporta "lo de la lucha. ¿La lucha con qué? ¿La gente lucha contra unas anginas? Es todo así. También la gente que no quiere que le hables de esto. Te dicen que no se lo cuentes, como si les fuera a afectar a ellos, a manchar".

Quizás no haya una moraleja en nada y todo sean células que se reproducen sin control, se les ataca, mueren o matan, aunque en el fondo discurre una lección de vida. Las dos creen que la enfermedad las hizo mejores. Para Olivia fue "una lección de vida", aprender a relativizar los problemas, a disfrutar de las pequeñas cosas, "a no dar tanta importancia a las cosas que no la tienen", según María Eugenia, a saber que la sombra es parte de la luz.

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