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Las papillas de los bebés, mejor hacerlas en casa.
Cuidado con las «falsas expectativas» del etiquetado

Cuidado con las «falsas expectativas» del etiquetado

Los expertos del Instituto Europe de Obesidad alertan de la publicidad de algunos productos alimenticios e instan al consumidor a fijarse en las etiquetas nutricionales y guiarse por ellas

redacción

Jueves, 23 de marzo 2017, 19:50

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Tener una alimentación adecuada y un estilo de vida activo son las claves para gozar de una buena salud. Pero esta tarea no es tan fácil, teniendo en cuenta la naturaleza de los nuevos alimentos que abundan en ingredientes y compuestos químicos.

«En España la falta de una normativa clara que regule la publicidad de productos con perfiles nutricionales inadecuados no se da solo en aquellos destinados a adultos, sino también en los destinados a los menores», denuncian los expertos en nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Por esta razón reclaman «más conciencia» por parte de los fabricantes de productos alimenticios en la promoción de ciertos grupos: light, bajos en grasa, sal o azúcares, enriquecidos con vitaminas y minerales, naturales o de elaboración casera, integrales o los que contienen aceites vegetales. «Muchas veces caemos en las trampas del marketing y compramos un producto alimenticio porque damos fe al valor publicitario, que es más subjetivo, y no al nutricional, que es el valor real, descrito en el etiquetado y que afecta nuestra salud», señala Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del IMEO.

A la hora de hacer la compra semanal, con las prisas y la larga lista de productos que debemos colocar en la cesta, no se presta suficiente atención a la composición y a los ingredientes. A menudo nos dejamos llevar por la imagen atractiva del envase y ofertas del tipo «dos por uno» o «la segunda unidad al 70%», sin comprobar el aporte calórico, la cantidad de grasas y azúcares o los porcentajes y tipos de aceites vegetales que contiene un producto.

«Cuando se anuncian alimentos con supuestos valores nutricionales, las industrias siempre están bien cubiertas en el marco legal que se les permite. Sin embargo, desde el punto de vista ético muchas veces son confusos, sesgados y diseñados a conveniencia para abaratar costes y crear adicciones, por lo que parece esencial educar nutricionalmente al consumidor», señalan desde el IMEO.

Las alertas, de un vistazo

Con el fin de orientarnos rápidamente en el etiquetado, los expertos ofrecen algunos consejos prácticos y ejemplos de productos alimentarios que utilizan publicidad opaca creando falsas expectativas lejos de la realidad.   

Productos light que engordan. «Un producto light es aquel que aporta, al menos, un 30% de Kcalorías menos que sus similares», subraya Carmen Escalada, nutricionista clínica del IMEO, «pero no nos asegura un bajo aporte calórico y si se toma en cantidades puede elevar el riesgo a ganar peso».

Otro recurso muy utilizado por la industria para convencernos que podemos tomar ampliamente sus productos y adelgazar es el empleo de los términos 'bajo en grasas' o 'sin azúcares añadidos'. Pero que un producto lleve uno de estos reclamos no nos garantiza un bajo aporte calórico, ya que debido al gran efecto que tienen sobre el sabor, muchos productos a los que se les han reducido las grasas llevan más azúcares y viceversa. Un ejemplo, los quesos para untar light elaborados con nata de leche de vaca tienen 11,5 gramos de grasa de los cuales más de la mitad tienen que ser saturadas, ya que la grasa de la leche es saturada por naturaleza.

Consejos prácticos para orientarnos rápidamente en el etiquetado

  • MUY PRACTICO

  • El objetivo del etiquetado de los productos alimenticios es garantizar a los consumidores una información completa sobre el contenido y la composición de dichos productos, a fin de proteger su salud e intereses. «La clave es fijarse no en la imagen atractiva del envasado, sino en el etiquetado obligatorio de los alimentos preenvasados», aconseja la nutricionista del IMEO Estefanía Ramo, destacando los siguiente puntos que deben aparecer allí

  • 1. Nombre del alimento.

  • 2. Ingredientes en orden decreciente de peso, aditivos alimentarios, si causa hipersensibilidad (cereales con gluten, crustáceos, huevos, pescados, maní, soja, leche, lácteos, nueces y sulfitos a partir de cierta concentración), así como cantidad del agua añadida.

  • 3. Contenido neto y peso escurrido, indicado en volumen o peso.

  • 4. Nombre y dirección del fabricante, envasador, distribuidor, importador, exportador o vendedor del alimento.

  • 5. País de origen.

  • 6. Identificación del lote grabada o marcada que permita identificar la fábrica productora.

  • 7. Fecha de duración mínima e instrucciones para la conservación.

  • Como excepción, esta información no es requerida para frutas y hortalizas frescas, patatas que no hayan sido peladas, cortadas o tratadas; vinos y todas sus variedades, bebidas alcohólicas que contengan el 10% o más de alcohol por volumen; productos de panadería que normalmente se consumen en menos de 24 horas; condimentos como vinagre, sal, azúcar sólido; productos de confitería consistentes en azúcares aromatizados y/o coloreados; goma de mascar.

  • 8. Instrucciones para el uso

  • modo de empleo para la correcta utilización del alimento.

Otros productos, especialmente refrescos o yogures, en los que se ha sustituido el azúcar por edulcorantes para que sean light, no ayudan a bajar de peso y, además, muestran otros efectos perjudiciales para la salud, como aumento de la tensión arterial o diabetes, informan desde el IMEO.

Productos enriquecidos con vitaminas y minerales con otros extras no tan saludables. En muchas ocasiones, la publicidad de los productos alimenticios utiliza una determinada característica del mismo, como puede ser una suplementación en vitaminas o minerales, considerada por la gran parte de los consumidores como algo beneficioso, «pero ocultan otras que no lo son tanto, como aceite de palma, azúcar o edulcorantes, conservantes, colorantes, etc», afirman los expertos.

Uno de los mejores ejemplos a este respecto son las papillas de cereales para bebés. La gran mayoría de ellas lleva el azúcar como ingrediente principal y, por tanto, en altas cantidades. En muchas ocasiones nos las venden como «sin azúcar», ya que sustituyen esta por cereales hidrolizados. «Estos no son más que los hidratos de carbono de cadena larga rotos en otros simples y, por tanto, más dulces», apunta la nutricionista del IMEO. Además, el aporte de vitaminas o minerales que publicitan como destacado, «en la mayoría de los casos no supera el de los cereales normales». Mejor preparar en casa las papillas.

Otro ejemplo que ponen los expertos son los zumos multivitamínicos que suelen llevar elevadísimas cantidades de azúcar, de modo que es más conveniente tomar fruta entera.

Algunos productos de bollería industrial también se anuncian como fuente principal de vitaminas y minerales, ocultando otros ingredientes no tan beneficiosos como la grasa de palma o el azúcar. «Vemos un ejemplo en la publicidad de unas conocidas barritas de cereales que destacan el contenido de zinc y vitamina D en primera plana del envase y dejan para la parte de atrás el alto contenido en azúcares sencillos (15%)», apuntan desde el IMEO.

Falsos integrales. Los derivados (pan, pasta) de cereales integrales son más recomendables que los refinados que aportan menos fibra, vitaminas y minerales. Además, los cereales integrales nos sacian más y no elevan tan bruscamente los niveles de azúcar en sangre. «En España, si un producto aporta 3 gramos de fibra ya puede ser anunciado como 'fuente de fibra' y, si supera los 6 gramos, como 'alto contenido en fibra'. Sin embargo, esto no garantiza que el producto sea integral, ya que se le puede haber añadido posteriormente la fibra en forma de salvado», nos previenen.

Para asegurarnos de que así sea, debemos leer detenidamente la lista de ingredientes. En ella, debe aparecer la harina o sémola integral o de grano entero como primer ingrediente.  En cualquier otro caso no estaremos frente a un alimento integral.

Qué significa que un producto es «bajo en». En muchos casos, al ver un producto etiquetado como «bajo en» lo catalogamos enseguida como adelgazante o sano cuando no siempre es así. Para evitar caer en este error hay que entender cuando la industria puede utilizar estos rótulos:

Light: presenta al menos un 30% menos de Kcal que sus homólogos. Por tanto, que un producto sea etiquetado como light no significa que no tenga muchas calorías, sino simplemente que tiene menos que sus iguales.

Bajo en calorías: presenta un máximo de 40 Kcal por 100 gr.

Bajo en grasas: se puede emplear para aquellos productos que tienen menos de 3 gramos de grasas por cada 100 gramos de producto.

Libre de grasas: sirve para aquellos productos con menos de 0,5 gramos de grasa por cada 100 gramos.

Con respecto a estos dos últimos, no solo debemos fijarnos en la cantidad total de grasas que tenga, sino en la calidad de las mismas para que sea saludable. Por ejemplo, el aceite de oliva virgen extra no es bajo en grasa, pero tiene muchas ventajas a nivel cardiovascular.

Bajo en azúcares: indica que el producto contiene menos de 5 gramos de azúcar por cada 100 gramos.

Sin azúcares añadidos: indica que a lo largo de la elaboración de un producto no se le han añadido azúcares extra, pero no significa que no los lleve naturalmente. El ejemplo más claro son los zumos o mermeladas sin azúcares añadidos, ya que los tienen de manera natural en la fruta con la que se han elaborado.

Bajo en sal: los productos que pueden llevar esta mención son los que presentan menos de 0,12 gramos de sodio por cada 100 gramos. Suelen ser de gran utilidad para las personas con problemas de hipertensión arterial, pero se tendrá que ver de nuevo no solo este nutriente aislado, sino la composición global del producto.

«En ningún caso el etiquetado puede atribuir al alimento efectos o propiedades que no posee, ni tampoco insinuar que tiene características propias especiales como, por ejemplo, anunciar que una leche entera no lleva gluten cuando, por naturaleza, las leches no tienen gluten», anota Escalada. No solo debemos  fijarnos en estas declaraciones, sino además en la lista total de ingredientes y las raciones de consumo ya que nos darán una idea mucho más real de si el alimento es o no saludable.

«Naturales» y «caseros». Dos términos frecuentemente utilizados en caldos, gazpachos y conservas, debido a la creencia de que un producto elaborado en casa es más saludable que el que se elabora de manera industrial.

Para que un producto pueda ser etiquetado como de «elaboración casera» tiene que haber sido fabricado de una manera artesanal comprobada. Lo podemos ver en la lista de ingredientes (deben ser de calidad, en su estado más natural y sometidos a una rigurosa selección), los procesos de elaboración (deben llevarse a cabo de la manera más natural posible, sin ser acelerados física o químicamente) y cuando es libre de aditivos o tenerlos muy limitados.

En muchos casos se utiliza con el mismo fin el término «natural». Puede hacerse cuando el producto al que nos referimos no haya sido sometido a algún proceso que modifique las características físico químicas autorizadas y reconocidas. Un ejemplo de publicidad que crea falsas expectativas sería una tarta de manzana «natural», presente en el mercado, que incluye todo tipo de conservantes y saborizantes y tan solo un 35 % de manzana.

«Que un producto sea natural no nos asegura que su salubridad sea mayor. Por ejemplo, las conservas caseras no hechas de manera adecuada pueden dar lugar a un brote de botulismo o intoxicación producida por la ingesta de alimentos mal conservados. Las setas venenosas son completamente naturales, pero no por eso buenas. Por tanto, es mejor ir más allá de fijarnos en una sencilla declaración y valorar el producto global teniendo en cuenta la lista de ingredientes completa que ha de ser, eso sí como en casa, cuando más breve mejor», resume Escalada.

Productos que destacan el aceite de oliva, pero abundan en otras grasas vegetales. El problema en este sentido viene cuando la industria emplea para la lista de ingredientes de un producto dado  términos como «aceites o grasas vegetales» para hacer pensar al consumidor que éstas son saludables, cuando en realidad no siempre lo son.

Debido a que son innumerables los productos alimenticios que incluyen grasas o aceites en su composición (snacks, salsas, galletas, precocinados, helados, crema de cacao), la nutricionista del IMEO recomienda leer bien las etiquetas para conocer si éstas son o no saludables. En general, el consumidor debe evitar aquellos productos cuyo etiquetado no especifique que tipo de grasa lleva (aceite de oliva, de girasol, mantequilla) y en cambio solo aparezca el término grasas vegetales. «En este último caso casi seguro que se trata de grasas poco saludables, como el aceite de palma o coco», apunta Escalada.

Frescos contra enlatados. A la hora de elegir un alimento, por ejemplo entre pescado fresco o enlatado, siempre debería ganar el primero, tanto por calidad nutricional, como por sabor. Sin embargo, si se eligen bien, las latas pueden tener cabida perfectamente en una alimentación saludable. Por ello nos tenemos que fijar en los siguientes aspectos de la etiqueta de las latas:

Nutrientes: su presencia en las latas suele ser menor que en los productos frescos, pero hay que tener en cuenta que ellos también pierden como consecuencia del cocinado.

Sal: es el principal problema de los enlatados ya que al utilizarse como conservante y potenciador del sabor aparece en mayor concentración en las latas.

Fuentes de grasas: debemos huir de aquellas en las que aparezcan expresiones como «grasas o aceites vegetales» y decantarnos por las que incluyan aceite de oliva virgen.

Una vez abierta la lata, deberíamos guardar el contenido que no se ha utilizado en refrigeración e un envase de cristal. No se deben comprar latas que contengan abolladuras o golpes y bajo ningún concepto ingerir latas hinchadas.

Productos hipercalóricos publicitados dentro de una dieta saludables para «consumo ocasional». A menudo observamos que algunos productos hipercalóricos, como bolsas de patatas chips o productos con crema de cacao se definen como una buena opción para «consumo ocasional», apareciendo en la parte superior de la pirámide nutricional de los alimentos.

Creer que hay que comer de todo pero con moderación es un gran error, afirma la nutricionista clínica del IMEO, y desde luego no se refiere a productos ultraprocesados que suelen presentar altas concentraciones de sal, azúcares refinados, grasas saturadas o trans, aportando muchas calorías en poco volumen. «No son ideales, ni siquiera con moderación, en el marco de una alimentación saludable y evidentemente, que los consumamos en un determinado momento no nos va a acarrear una consecuencia negativa para nuestra salud de manera inmediata, pero sí su consumo regular a largo plazo», resume.

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