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El auge de aplicaciones de mensajería instantánea está dando lugar a nuevas fórmulas de confidencialidad.
Aplicaciones móviles que no dejan huella

Aplicaciones móviles que no dejan huella

Las nuevas ‘apps’ de mensajería móvil que triunfan en el mercado hacen desaparecer las conversaciones en pocos segundos para proteger la privacidad

antonio villarreal

Lunes, 14 de abril 2014, 10:05

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Seguramente, la reciente compra de Whatsapp por parte de Facebook nunca habría tenido lugar si, hace unas semanas, Evan Spiegel, el CEO de Snapchat una aplicación de mensajería móvil muy de moda entre los adolescentes de Estados Unidos, hubiese aceptado la oferta de 3.000 millones de dólares que realizó Mark Zuckerberg por ella el pasado noviembre.

Como el propio Whatsapp o Facebook Messenger, Snapchat es una aplicación de mensajería, orientada principalmente al público juvenil. Sin embargo, esta compañía creada en una clase de la Universidad de Stanford (junto a Silicon Valley), ha pasado en menos de dos años de no declarar beneficio alguno (en octubre de 2012) a tener 130 millones de usuarios y estar valorada en casi 900 millones de dólares. Y lo que la diferencia de sus competidoras es, principalmente, la privacidad.

Locos por las fotos

Las fotos que se comparten en Snapchat desaparecen entre los 1 y los 10 segundos el tiempo lo marca el usuario que las envía tanto del teléfono del receptor como de los servidores de la compañía estadounidense. Spiegel, un emprendedor de 23 años, confirmaba hace pocos meses que los usuarios de la aplicación envían «unos 150 millones de fotos cada día». Es decir, unas tres veces más tráfico que Instagram, por la que Facebook pagó 1.000 millones de dólares a mediados de 2012. Y sin embargo, todas esas fotos o Snaps, como las denominan ellos ya no existen, a menos que alguien hiciera una captura de pantalla en el momento de la recepción.

Para Spiegel, Snapchat «tiene más que ver con chatear y enviarse mensajes que con ponerte a ti mismo en una pantalla».

Borrar todo rastro

La filosofía parece totalmente opuesta a la de Instagram o Facebook, que son, en el fondo, escaparates de uno mismo. Pero esta apuesta por la comunicación efímera, por borrar las huellas que el usuario va dejando online parece ser, en estos momentos, la tendencia a seguir.

Telegram, una nueva aplicación de mensajería lanzada recientemente por los hermanos rusos Pavel y Nikolai Durov (creadores de VK, una de las redes sociales más populares del país eslavo) utilizaba precisamente el gancho de la privacidad para tratar de robar clientes a Whatsapp.

Telegram funciona en la nube, está totalmente encriptado y además, sus usuarios pueden crear chats secretos y, como en Snapchat, optar por autodestruir sus mensajes en unos pocos segundos. Para probar su seguridad, los hermanos Durov organizaron un concurso en el que ofrecen 200.000 dólares (en Bitcoins) al primer hacker que sea capaz de atravesar el protocolo encriptado de Telegram.

No son las únicas. El mercado demuestra que, especialmente entre adolescentes ávidos por compartir, las aplicaciones que apuestan por la privacidad no sólo destruyendo imágenes sino también dando la posibilidad de enmascararse como usuario funcionan. En los últimos meses han surgido, además de las ya mencionadas, Secret, Whisper, Backchat o Ask.fm.

Para investigadoras como Amanda Lenhart, del Pew Internet Project, el fenómeno responde a una necesidad de «compartir material de una forma más natural, como una charla, donde no tengan que preocuparse de la permanencia o que forme parte de tu vida online conservada».

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