El discípulo de Sir Clive Sinclair
POR RAFA BALBUENA
Miércoles, 7 de diciembre 2011, 03:38
La informática del siglo actual se divide entre seguidores de Bill Gates o del recientemente fallecido Steve Jobs. Fanáticos de la última versión de Windows contra defensores a ultranza de Apple. Algo que, salvando las distancias, podría ser el relevo moderno, incruento y tecnológico entre tirios y troyanos, romanos y cartagineses o moros y cristianos.
Pero en esa lucha de gigantes entre dos concepciones de cómo debe ser un ordenador personal, existe una 'tercera vía'. O mejor dicho, infinidad de ellas. Linux es la más conocida, aunque hay toda una oleada de fanáticos de otras que, sólo de mencionarlas, hacen sonreír de nostalgia a la generación crecida en los años 80. Hablamos, claro está, de marcas como Spectrum, Commodore, Atari, Oric o Amstrad. Y que en Avilés tienen uno de sus más fervientes valedores en la figura de Pedro Carpintero García.
Y es que este técnico en electrónica nacido en 1971 atesora una colección de computadoras, periféricos, unidades de software, manuales específicos, rarezas cibernéticas y demás parafernalia relacionada con la empresa creadora de los citados Spectrum que le han convertido en una especie de icono de esta marca en ese océano de información que es internet. Allí es un personaje reverenciado por sus detallados conocimientos sobre estas máquinas entrañablemente obsoletas, «pero muy eficientes y bien construidas, a pesar de que su potencia es ridícula en comparación con el estándar actual de los PC y los Mac», explica.
Pedro sonríe cuando saca de la bolsa su primera pieza. Un reluciente ordenador ZX Spectrum de 48 k que su padre le regaló en 1985, y del que no puede calcular la cantidad de horas que ha invertido conociendo sus secretos. Una reliquia de la que confiesa que, tras dormir el sueño de los justos en un desván más de quince años, fue el detonante de una afición a mitad de camino entre la nostalgia, la curiosidad, la admiración y la precisión. Y se dispone a explicarlo con la minuciosidad que le ha llevado a juntar más de 2.000 ítems relacionados con un emprendedor llamado Clive Sinclair, al que califica sin tapujos de ser «el verdadero genio, con mayúsculas, de la informática del siglo XX».
Gurú emprendedor
Pedro Carpintero confiesa haber tenido «una obsesión particular» ante la figura de este emprendedor «del que tienen que haber tomado muy buena nota tanto Gates como Jobs». Un hombre nacido en Inglaterra que en 1973 fundó una empresa «llamada a cambiar la informática a nivel mundial». Y lo hizo, al menos en el mundo de los microordenadores. El citado Spectrum en sus versiones 16 y 48k, el Spectrum Plus, el pionero ZX 80 o el último intento de alcanzar a sus rivales, el Timex, son hoy pasto de coleccionismo... y todos están entre las 'posesiones' de Pedro.
Pero además de estas máquinas informáticas y una montaña de casetes de software para ellas («deben ser más de 1.500, tirando por lo bajo», destaca), su querencia por la obra de Sinclair se extiende al resto de productos. Desde la primera calculadora electrónica a los sistemas de almacenaje de datos, pasando por monitores de televisión, radios de bolsillo... «y hasta una bicicleta convertible a motor que sacó en 1983 y que, por culpa de un accidente que motivó que se dudase de su seguridad, acabó siendo lo que hizo quebrar la inversión y también la empresa», lamenta Pedro.
A eso que cualquiera llamaría «cosas de la vida» es a lo que podría achacarse el colapso de la hasta entonces imparable corporación. Pero el que se considera «discípulo en la distancia» de este verdadero gurú de la técnica tiene una explicación menos casual. «Sinclair es un genio, y como todos ellos, tiene puntos flacos que le cuesta mejorar», aduce sin ahorrar críticas a su ídolo. Entre esas debilidades está «pensar demasiado y hasta el extremo en la utilidad de sus productos, pero a menudo sin reparar con detalle en la rentabilidad», asegura Pedro.
Hecho el 'tirón de orejas' al mentor, también asegura que en un viaje al condado inglés de Kent en compañía de un amigo, tuvo la ocurrencia de acercarse a la mansión de Sinclair en la campiña. «No hubo suerte, porque estaba de viaje, pero le dejé a su secretaria un mensaje, y al volver a España tenía en casa una carta autografiada de él, en la que me agradecía el interés», relata orgulloso mientras muestra esa pieza.
Y si hablamos de orgullo, además de todo lo que conforma su colección, Pedro Carpintero tiene otro héroe más cercano. «Me gustaría rendir homenaje a Paco Menéndez, el informático de más relieve que ha dado Avilés, y que murió en extrañas circunstancias hace unos años», expresa con emoción. Un chico «normal en las formas pero con una inteligencia práctica sobresaliente» que le llevó a diseñar 'La abadía del crimen', «el primer juego de ordenador donde los personajes se diseñaban su propia personalidad».
Paco era el más señero de aquella 'Generación de 8 bits' que en Avilés tiene otros representantes como Venancio 'Nancho' Álvarez o Daniel Bagüés. De ellos, Carpintero asegura «haber seguido la idea de que a los problemas informáticos hay que buscarles soluciones pensando». Algo que asegura «me hace feliz en mi trabajo diario». «Con los PC's de Aceralia ¿no?» «Sí, aunque el sistema es lo de menos; la informática es una bendición y eso en gran parte se lo debemos a Sinclair», explica cerrando su peculiar círculo de 'fan'.