Fallece la cónsul honoraria de México en Asturias, María del Carmen Vigil

Se fue en la misma tierra que vio nacer a su querido padre y de la que ella se enamoró en unas vacaciones de las que nunca regresaría. María del Carmen Vigil (México, Distrito Federal, 1942) falleció ayer en Oviedo, a los 71 años de edad. Tenía 18 cuando pisó por primera vez Gijón, la ciudad de la que se enamoró y que su progenitor había dejado tres décadas atrás para embarcarse en una nueva vida al otro lado del Atlántico, concretamente en México, donde nacieron ella y sus tres hermanos. «Mi papá se fue para buscar trabajo, con una maletita nomás», relataba hace unos años a EL COMERCIO mientras sostenía uno de sus mayores tesoros: el documento sellado por el cónsul de México en Gijón el 27 de noviembre de 1927 que permitió a su padre viajar en el Alfonso XIII con la Compañía Trasantlántica de Barcelona a las Américas, por 585 pesetas de las de entonces.

María del Carmen, de padre asturiano y madre gallega, fue educada en el distrito federal mexicano de los años 40, en el seno de una familia acomodada. Se crió en una sociedad que temía por la virtud de sus mujeres y enviaba carabinas para vigilar las citas que éstas mantenían con sus pretendientes. Su progenitor, un hombre recto y austero, hizo de ella «toda una señorita», recordaba en una entrevista. Aprendió a cocinar, bordar y todo lo supuestamente necesario para llevar una casa y formar una familia, como imperaba la norma de la época. Pero el destino quiso que, en la década de los 60, la joven acompañase a sus padres en su visita a uno de sus hermanos que por aquel entonces ya residía en Gijón. Aquí, Carmen iba a El Jardín sin vigilantes y salía con pretendientes sin compañía. En la villa de Jovellanos saboreó la libertad que en México sólo podía intuir. Y se quedó.

Un pedacito de allá

La recién llegada exprimió al máximo su nueva vida gijonesa, sin olvidar jamás la patria que quedó atrás. Tras años de convivir con una división interior que siempre supo llevar con la mejor de las sonrisas, María del Carmen, tan enamorada de la tierra de allá como de la de acá, decidió crear una comunión entre ambas, traer un pedacito de su México natal a este Gijón que tan bien la acogió. Y así comenzó a organizar conferencias, actos y reuniones con la cultura, mexicana o asturiana, como hilo conductor. Poco después, en mayo de 1994, llegó su nombramiento como cónsul.

La casualidad quiso, cosas del destino, que 60 años después de la partida de su padre, fuese ella la encargada de ocupar el puesto del funcionario que selló aquel permiso de salida, reanudando así un servicio que llevaba décadas paralizado. «Resulta curioso que aquel visado lo firmara el último cónsul que hubo aquí. Como tras la Guerra Civil, España y México no tuvieron relaciones, no volvió a haber otro cónsul hasta que llegué yo y lo puse a funcionar», relataba María del Carmen a este diario tras 13 años de servicios a sus compatriotas.

Esta mujer, afable, educada hasta la exquisitez y vivazmente habladora, según quienes la conocieron, pasó en Gijón 52 años de su vida, es decir, la inmensa mayoría. Aquí vivió algunos de los momentos más duros de su existencia, como la pérdida de sus padres, y disfrutó, por partida doble, de la maternidad, con el nacimiento de sus dos hijos. En los últimos años compaginó su deber para con sus compatriotas residentes en Asturias con el placer de ver crecer a sus seis nietos desde su casa, siempre abierta a los amigos y enfocada al mismo mar que vio partir a su padre y que la trajo a ella de vuelta.

Su cuerpo será velado durante la jornada de hoy en la sala 3 del tanatorio de Cabueñes. A las 20 horas se oficiará la Palabra de cuerpo presente en la capilla del mismo tanatorio, y a continuación sus restos serán incinerados. El funeral por su eterno descanso se oficiará mañana, a las 13 horas, en la iglesia de San Pedro.