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Historia viva en Santa Cruz de Moya
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Historia viva en Santa Cruz de Moya

DIEGO CARCEDO ANALISTA POLÍTICO

Domingo, 18 de octubre 2009, 04:22

SANTA Cruz de Moya es un pueblo serrano cuyas casas parduscas se elevan entre huertas sobre el valle del Turia en la confluencia de Cuenca, Valencia y Teruel. Cuenta apenas con una tienda de comestibles y tres bares que acogen a las partidas de tute de los parroquianos que se resistieron a la tentación de emigrar. En el verano su población se multiplica, las calles se animan con el bullicio de los niños que llegan a pasar las vacaciones en las casas de sus antepasados y el entorno cobra vida con la alegría de las fiestas, las excursiones por las montañas y el chapoteo en las improvisadas playas fluviales que le dan al paisaje el ambiente veraniego que tanto se añora después, en el transcurso del largo y frío invierno. Apenas quedan 300 habitantes en un complejo urbano que llegó a albergar diez veces más. Pero los satacruceños, residentes ahora en las ciudades industriales, nunca se olvidan de su terruño y en cuanto pueden vuelven, aunque sólo sea para un fin de semana, a reconciliarse con su memoria, a reencontrarse con sus paisanos y a participar del viejo sueño de devolverle el esplendor perdido al pueblo o, como decía uno de ellos, a poner en valor cuanto de interés, historia y atractivo encierra, que es mucho, diverso y a menudo emotivo. Un grupo de jóvenes, encabezado por el inquieto Pedro Peinado, se reunió una década atrás a tomar café y entre risas, bromas y anécdotas, maquinaron una idea de apariencia utópica pero que pronto se revelaría exitosa.

Una idea que acabaría convirtiéndose en una cadena de iniciativas que están convirtiendo, ahora que tanto se habla de memoria histórica, a su pueblo, y más que a Santa Cruz, a la comarca en que se enmarca, en el Valle de la Memoria Histórica más olvidada. Y es que, hace 60 años, en plena actividad del maquis, en Cerro Moreno, uno de los montes próximos, la Guardia Civil cercó el campamento del estado mayor de la AGLA, Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, y mató a doce guerrilleros, entre ellos, algunos de los más buscados.

Todavía quedan en el pueblo personas que tienen vivas las imágenes del descenso cerro abajo de aquella caravana de la muerte, con las víctimas aún sangrantes transportadas en parihuelas hasta la pedanía de La Olmeda, donde se improvisó el más estremecedor velatorio que se recuerda. Ya con la democracia, aquel recuerdo llevó al Ayuntamiento a levantar un monumento al guerrillero en un altozano próximo, ante el que rinden homenaje a las víctimas cada aniversario. Fue el comienzo. Semanas después, varios jóvenes de la diáspora reunidos aquella tarde no perdieron el tiempo en lucubraciones. Crearon una asociación, La Gavilla Verde, y sin medios ni ayudas significativas pusieron en marcha unas ambiciosas jornadas de estudio y análisis histórico de la guerrilla contra la Dictadura.

La iniciativa fue un éxito que ya, cada primer fin de semana de octubre, se renueva desde entonces con mayor número de asistentes y participantes. A las conferencias y debates se añaden exposiciones y proyecciones documentales. A los sobrevivientes de la guerrilla -cada vez menos por desgracia- de diferentes frentes guerrilleros, como Eulalio Barroso, Pedro Alcorisa, o Miguel Salado, que recrean sus experiencias de indudable valor testimonial, se suman historiadores, escritores, cineastas, periodistas y hasta juristas de relieve -como los ex fiscales jefes anticorrupción y general del Estado, Jiménez Villarejo y Eligio Hernández- o viejos mandos de la Guardia Civil. La lista supera los 200 entre los que hay muchos procedentes del exilio republicano en Francia donde las jornadas tienen más eco que en la propia España

Las jornadas, ya en su décima edición, vienen facilitando el reencuentro de guerrilleros y contraguerrilleros, de combatientes y sus enlaces a los que no conocían, e incluso con antiguos franquistas que vivieron aquella lucha contra el régimen a la defensiva desde el otro lado. En Santa Cruz apenas hay una fonda con posibilidades de hospedar a 14 personas, y son los vecinos, franquistas algunos en el pasado, los que proporcionan alojamiento a los participantes. De estas jornadas ya han salido ideas para libros, tesis e incluso alguna película.

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