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A Salandra le llamaron la atención las calles soportaladas de Avilés, como ésta de San Francisco. / ARCHIVO NARDO VILLABOY
Luigi Salandra, un viajero italiano en Avilés (1797)
AVILES

Luigi Salandra, un viajero italiano en Avilés (1797)

RAMÓN BARAGAÑO

Lunes, 23 de noviembre 2009, 09:22

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Continúo hoy ofreciendo textos de autores y viajeros que hayan escrito sobre Avilés. A esta ya larga nómina hay que añadir al ingeniero italiano Luigi Salandra, que realizó un viaje por España en 1797, cuyo manuscrito permanece inédito en el Instituto Iberoamericano de Berlín, si bien el erudito escritor asturiano Jesús Evaristo Casariego publicó un resumen, traducido por él, que nos permite al menos conocer los principales detalles de su itinerario por Asturias.

El 'Viaje por España en 1797', de Luigi Salandra, es un manuscrito conservado en el Instituto Iberoamericano de Berlín, importante institución alemana fundada en 1930 para la investigación científica y el intercambio cultural con América Latina, España y Portugal, que llegó a acumular, entre otros fondos, una importantísima biblioteca de más de 120.000 volúmenes. Este manuscrito, procedente de unos fondos bibliográficos recién adquiridos a un librero de Milán, fue extractado y traducido por Jesús Evaristo Casariego (1913-1990), escritor, investigador asturianista y director del Instituto de Estudios Asturianos.

Este relato de viajes inédito, del ingeniero italiano Luigi Salandra, fue publicado parcialmente por Casariego en su obra 'Caminos y viajeros de Asturias', editada en Oviedo en 1973, sin citar ninguna aclaración sobre su procedencia, cosa que sí hizo en la segunda edición (1979), en la que añadió unas «Referencias bibliográficas para la segunda edición». Que yo sepa, ningún otro autor se ha ocupado de esta obra, que recoge un viaje realizado en 1797, año de conflicto bélico entre España e Inglaterra, circunstancia que Salandra refleja en su obra. Nada sabemos del autor, excepto que era ingeniero y un claro representante de los viajeros de la Ilustración, que cuenta lo que ve, con todo lujo de detalles, incluso de las cosas aparentemente no importantes, como la comida y los precios, lo que nos proporciona una visión muy realista y minuciosa de la época, que contrasta con la mirada apasionada y exótica de los posteriores viajeros románticos. Tampoco puedo ofrecer el retrato de Luigi Salandra, puesto que no se conoce ninguno.

El viajero italiano entra en Asturias, cruzando la ría del Eo en barca, procedente de Ribadeo (Lugo), por el puerto de Figueras, en el concejo de Castropol, y continúa viaje por la costa asturiana a través de Navia y Luarca, donde embarca con dirección a Avilés, villa en la que permanecerá durante dos días a la espera de otro barco que le llevará a Santander y Bilbao. Durante su estancia recogió en su escrito varios aspectos de Avilés que ofrezco a continuación, según la versión de Jesús Evaristo Casariego.

«Al atardecer, Salandra, acompañado de sus nuevos amigos, baja al puerto (de Luarca) para embarcar. Le impresiona cruzarse en una calle estrecha con una multitud de jóvenes, casi todos vestidos a la usanza del país, con sombreros como mitras (¿montera?) que desfilan militarmente cantando un himno guerrero. Son los reclutas. Sus voces y pisadas retumban en la oquedad del callejón. El puerto le parece angosto y difícil, pero con bastante movimiento de pequeños barcos. En la rada exterior están ancladas una fragata de guerra y una urca de la Real Armada. Para embarcar hay que llenar varios trámites en le Comisaría Marítima y presentar el salvoconducto que le había dado el Capitán General de Galicia. Los aduaneros son muy belicosos y hablan de la paliza que esta vez se les va a dar a los ingleses».

Tras la travesía nocturna, llegan a Avilés al amanecer. «La entrada es premiosa y remolcan al barco a remo. El pueblo está al fondo de una ría. Nuevos trámites en la Aduana. El pueblo es grande, bueno y ofrece toda clase de recursos. Tiene una gran calle en cuesta, toda con soportales (cordonata coperta). Hay varios palacios, algunos magníficos, un gran convento (San Francisco) y una iglesia antiquísima muy interesante (San Nicolás). De Avilés es uno de los conquistadores de América (referencia a Pedro Menéndez)».

Y continúa Casariego su relato: «Salandra permanece dos días en Avilés, en espera de un barco que le llevará a Santander y Bilbao y hace de la villa avilesina y de sus habitantes observaciones interesantes que le acreditan como buen observador y crítico. La posada es buena, semejante a la de Luarca, pero sin la vecindad despertadora de las campanas. Las costumbres le parecen patriarcales, aunque hay muchas personas distinguidas que estuvieron en Madrid y en el extranjero y viven a la moda del siglo. El comercio es rico, copioso. Al gestionar el embarque, Salandra entabla relación con un comerciante acaudalado que importa bacalao y vinos y exporta jamones en grandes cantidades, el cual le ofrece cartas de recomendación para sus corresponsales de Bilbao y Santander. Este comerciante le invita a comer y tiene opulenta mesa y casa con muchas criadas, pero el trato es familiar y las criadas mayores tutean a las señoritas. El tenedor de libros de este hombre de negocios estuvo en Inglaterra y habla el inglés. Por Avilés circulan libros en inglés y francés. Hay fábrica de ferrería y cobrería y muchos artesanos. En Avilés encuentra algunos partidarios de Godoy y menos entusiasmo patriótico entre la burguesía que en la parte de Asturias recorrida. Lo explica diciendo que como es un pueblo comercial, teme los perjuicios de una guerra, en gran parte marítima. La clase popular es más patriótica y a la puerta de la iglesia vio un ciego que cantaba coplas contra los malvados herejes de Inglaterra, que eran muy aplaudidas por el pueblo. Encuentra en Avilés detalles refinados que le recuerdan a algunas ciudades italianas. La vida material le parece próspera y la plaza está muy bien surtida, pero hay un barrio pobre, de pescadores, al Noroeste de la ciudad (Sabugo). Sale de Avilés al amanecer, también a remolque. Fuera de la ría dan vela. Al montar el cabo Peñas se cruzan con un convoy español escoltado por dos barcos de guerra».

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