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«Mi hijo mejoró en el centro de Sograndio, pero solo gracias a los educadores»

Esta madre de un joven, ya no menor, que ha pasado parte de su adolescencia interno en Sograndio prefiere no salir en la foto ni que aparezcan, tan siquiera, sus iniciales

Chelo Tuya

Domingo, 24 de mayo 2015, 03:13

«No soy yo sola. Hay muchos padres y madres que quieren hablar. No lo hacen por miedo. Porque o sus hijos están dentro o, aunque han salido, no quieren problemas, pero en Sograndio las cosas no están bien». Como los vigilantes y los educadores, esta asturiana prefiere no salir en la foto ni que aparezcan, tan siquiera, sus iniciales. Es madre de un joven, ya no menor, que ha pasado parte de su adolescencia interno en Sograndio. «No me arrepiento de que estuviera allí, le vino bien. Pero, ojo, lo tengo claro, mi hijo mejoró en Sograndio gracias a los educadores. Si es por la dirección, no sé que sería de él».

Reconoce que su vástago «es un crío que se metió en problemas. Sí, si lo tengo que decir, lo digo, mi hijo fue un delincuente, pero incluso ellos tienen derechos». Unos derechos que, considera, «han sido conculcados muchas veces, con castigos y otras medidas».

Su testimonio es verificado por los profesionales del centro con los que ha hablado este periódico. «Ella sabe lo que dice porque lo vivió. Son muchos los casos, pero nosotros nos vemos impotentes».

La madre del joven toma de nuevo la palabra para explicar que «afortunadamente, los educadores no están ahí por dinero. Se preocupan de verdad por los chavales. Hoy, todavía siguen en contacto con mi hijo, aconsejándole, ayudándole».

Una ayuda que, dicen los profesionales, es perseguida desde la dirección del centro. «Nos recriminan que tengamos relación con ellos. Tenemos prohibido darles algo. Ni un champú ni un cómic. Que no quieren colegueos, nos dicen, cuando de lo que se trata es de entablar una relación con el menor, conectar y ayudarle. Esa es la función del educador».

Como ejemplo de desinterés, cuentan el caso de un menor sordo, de origen marroquí, cuya tutela tiene el Principado. «Lleva dos años sin audífono, porque lo rompió. En castigo, no le ponen otro. Y ahí está, aislado del mundo».

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