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Nicolás Prieto junto a Lilianne, sus hijos Armando y Eli y la abuela de la familia Nké, en un poblado de Camerún.
«En Camerún no conciben que Europa cierre sus puertas a los refugiados»

«En Camerún no conciben que Europa cierre sus puertas a los refugiados»

«Para los cameruneses, los desplazados son sus hermanos y se sienten con la obligación moral de acogerlos», explica el sacerdote candamín

LUCÍA RAMOS

Sábado, 23 de julio 2016, 00:44

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El próximo 8 de septiembre, Nicolás Prieto (San Román, Candamo, 1961) estará de doble celebración. Por un lado, como buen asturiano que se precie, festejará el día de la Santina, pero es que, además, en tal especial fecha se cumplirán nada menos que diez años desde que el sacerdote oficiase su primera misa en el país que es hoy su hogar: Camerún. Una nación rica en sonrisas y solidaridad, como él mismo recalca, a la que llegó «por accidente» apenas unos años después de ordenarse sacerdote en Roma. «Yo estaba por aquel entonces en Valladolid y me ofrecieron ocupar la plaza en Camerún de un religioso que se había puesto enfermo y tuvo que regresar a España. Siempre entró en mis planes viajar, así que acepté y no podría haber tomado una decisión mejor», asevera, mientras pasa unos días de descanso en Asturias.

Una década. ¿Cuál es su balance?

Han sido diez años maravillosos. La vida allí es muy distinta a la de aquí, es otra situación, pero está llena de alegría. Mi trabajo, ayudar al desarrollo del país, contribuir a la paz y al perdón, algo muy necesario en un continente como el africano, atenazado por los conflictos pasados, es muy satisfactorio. Esta es una experiencia que recomiendo a todo el mundo. Es cierto que siempre hay mucho trabajo que hacer, pero también lo es que en África se nota el calor humano, el cariño de una gente que es sumamente abierta y acogedora.

¿Qué ha aprendido en todos estos años de los cameruneses?

Muchísimas cosas, pero sobre todo, a ser solidario. Allí, aunque hay bastante pobreza, todo el mundo se vuelca en ayudar a los demás. No se encierran en sus vidas de forma egoísta, sino que están siempre dispuestos a echar una mano a la familia, a los amigos, a los vecinos... a quien lo necesite. La solidaridad, el compartir, son valores fundamentales en Camerún. De la gente aprendí también la alegría de vivir. Les encanta la fiesta, cualquier excusa es buena para cantar, bailar, comer todos juntos, celebrar... Los cameruneses se lo pasan muy bien, ríen mucho y demuestran que no es necesario estar rodeado de lujos y objetos para ser feliz. Es algo que todos deberíamos aprender.

¿En qué situación se encuentra ahora el país?

Camerún está en paz. Lo cierto es que es uno de los pocos lugares de África que más o menos se fue librando de las guerras y los conflictos tribales. Nunca hubo grandes contiendas y Camerún es, en general, un país muy pacífico. De hecho, creo que solo sale en medios europeos gracias a sus futbolistas (ríe). Aunque últimamente se han registrado algunos problemas en la zona norte del país, que limita con Nigeria, debido a la incursión de los yihadistas de Boko Haram, parece que comienza a estar controlado.

¿Se respira nerviosismo respecto al terrorismo yihadista?

No, lo cierto es que no hay pánico ni nada parecido entre los cameruneses debido al terrorismo. De hecho, aproximadamente el 20% de la población del país es musulmana y siempre existió una muy buena relación con la población católica y el resto de religiones. De hecho, es habitual que incluso dentro de la misma familia convivan dos o más creencias sin que eso sea motivo de conflictos o tensiones. Quienes, lamentablemente, suelen traer los problemas son extranjeros, gente como los terroristas de Boko Haram.

África es un continente marcado por las guerras y con millones de desplazados desde hace décadas. El tema de los refugiados, por tanto, no es nuevo allí.

Exacto. En Camerún hay cientos de miles de refugiados llegados desde África central, Chad, Nigeria... y siempre se les acogió. Para los cameruneses, recibir a estas personas que huyen de un conflicto y que llegan aterradas es casi una obligación moral. Se les dan tierras para cultivar, agua potable y todo lo que puedan necesitar para llevar una vida digna. La mentalidad de los cameruneses es que los refugiados son sus hermanos y no pueden cerrarles las puertas. Por este motivo se sorprenden muchísimo cuando ven la reacción que está teniendo Europa, que es el espejo en que se miran, con la falta de acogida a refugiados. No conciben que se les cierren las puertas a estas personas.

Pasemos a un tema más amable. ¿Qué opinión le merece el Papa Francisco?

En África es muy querido, la gente le ve como una persona sumamente cercana. Es precisamente por eso, por su particularidad de ayudar a los más pobres, de acoger refugiados, de invitarnos a salir a las periferias en vez de instalarnos en la comodidad, que se le tiene en tanta estima. Es un hombre que realmente representa a Jesucristo y a mí me gusta especialmente, le quiero mucho. Está logrando que mucha gente que en los últimos tiempos se había apartado un poco de la Iglesia vuelva de nuevo a ella.

Dice que en África siempre hay trabajo que hacer, ¿cómo se puede ayudar desde aquí?

Ya recibimos mucho apoyo, tanto de particulares como de instituciones mediante la ayuda al desarrollo, y eso es de agradecer. Pero también es preciso acoger a los inmigrantes, en vez de verles como gente peligrosa. Es bonito ir a Camerún, como hace mucha gente, a echar una mano en cuestiones educativas y campos de trabajo. Es algo muy positivo, pues aunque la ayuda económica es importante, el cariño y la comprensión lo son aún más.

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