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Antonio Molejón (Salud Pública), la pedagoga Nadia García, el pediatra José Ignacio Pérez Candás, el sociólogo Antón González, la psicóloga clínica Susana García y el epidemiólogo José Ramón Hevia, con la guía.

Los pediatras preguntarán en la revisión de los niños de 10 años si beben alcohol

Un equipo multidisciplinar elabora una guía pionera en España para prevenir las borracheras en menores y concienciarles sobre los daños asociados

ELENA RODRÍGUEZ

Viernes, 31 de marzo 2017, 03:31

El 10% de los chicos de 14 a 18 años escolarizados en Asturias confiesa haberse emborrachado por primera vez a los 13. El dato es preocupante, más aún cuando la Encuesta sobre el Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanza Secundarias (ESTUDES) revela que el 26,5% de las chicas de la comunidad lo hizo a los 14. Consciente del precoz consumo de alcohol en edades pediátricas (hasta los 14), la Dirección General de Salud Pública decidió en 2016 tomar cartas en este asunto y elaborar una guía, pionera en España, orientada a médicos y enfermeras de Atención Primaria Pediátrica para prevenir el consumo de alcohol en estas edades tempranas.

El documento -que ha sido elaborado por un equipo multidisciplinar compuesto por especialistas en salud pública, pediatría, salud mental, enfermería familiar y comunitaria, pedagogos y sociólogos- acaba de ver la luz. La idea es que los pediatras empiecen a utilizarlo ya, en tan solo unas semanas. La consejería cree que el momento idóneo son las revisiones obligatorias a las que tienen que acudir los niños de 10 y 13 años, con una cobertura del 80%.

La razón es que la fase precoz -un 3% de los chicos y chicas se inician tanto en la ingesta de alcohol como en las borracheras- se sitúa entre los 10 y 11 años y la de asentamiento -entre un 20 y un 30% de ambos géneros comienzan a beber y a emborracharse- abarca de los 13 a los 15. Es decir, que para Sanidad, abordar la prevención a los 10 y a los 13, antes de llegar a la media de edad en el comienzo de la ingesta (14) y de la borrachera (15) es crucial. Además, el sector ve que hay margen de actuación, pues los jóvenes consideran que los profesionales sanitarios son la fuente más apropiada para recibir mejor información y más objetiva.

Según explicó ayer el responsable del Observatorio sobre Drogas y Adicción a las Bebidas Alcohólicas del Principado, Antón González, el protocolo es muy sencillo, dado el escaso tiempo que tienen los facultativos por consulta, pero eficaz y está garantizado científicamente. A los niños de 10 y 13 años, en las revisiones correspondientes a esa edad, se les harán dos preguntas, en distinto orden en función de la edad. Una, orientada a conocer el consumo en su grupo de amigos: «¿Tienes algún amigo que haya bebido sidra, cerveza, vino o cualquier bebida que contenga alcohol durante el año pasado?». Y la segunda, sobre la frecuencia con la que él toma bebidas alcohólicas: «¿Y tu? ¿Alguna vez has bebido algo más de unos pocos sorbos de cerveza, sidra, vino o cualquier bebida que contiene alcohol?». Son preguntas que, en un estudio realizado de 2000 a 2007 entre 166.000 jóvenes norteamericanos de 12 a 18 años demostraron ser muy eficaces en la prevención.

En privado con el médico

Si el menor dice que no bebe, se le elogiará y se reforzará su conducta; si sus amigos tampoco, se alabará su elección y se fortalecerán sus razones para mantenerse alejado del alcohol. En el supuesto de que diga que él no, pero su círculo sí bebe, se indagará sobre las dimensiones del consumo y el contexto en que tiene lugar y se le advertirá de esos momentos de tentación para que persista en su postura. Y si él también consume, se valorará el riesgo, que se obtendrá de correlacionar su edad con el número de días que ha bebido en el último año. Si es bajo, se le dará consejos breves para dejar de beber; si es moderado, se mantendrán los consejos y se llevará a cabo una entrevista motivacional; y si es alto, habrá entrevista y se valorará su derivación hacia otros servicios (Salud Mental, entre ellos).

La consejería aboga por que la consulta se haga solo con el joven para facilitar la confidencialidad, aunque será el profesional quien lo valore. Deberá explicárselo antes a los padres (para quien también se ha editado material de ayuda). La información quedará registrada en la historia clínica y si resulta relevante, se trasladará a la familia.

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