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La Santina, en procesión hacia la cueva, tras la misa celebrada en la basílica, rodeada de fieles. FOTOGRAFÍAS: XUAN CUETO

El arzobispo carga contra la «prepotencia machista» y la «demagogia feminista»

Jesús Sanz Montes hace una firme defensa de la familia, que «está siendo perseguida», y ofrece «colaboración y entendimiento» a Barbón

OLGA ESTEBAN

COVADONGA.

Lunes, 9 de septiembre 2019, 02:45

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Suele ser el arzobispo de Oviedo hombre claro en sus mensajes. Sus homilías, especialmente en días señalados, están normalmente cargadas de contenido. Su intervención ayer en la festividad de la Virgen de Covadonga no fue menos. Lanzó mensajes claros y contundentes ante una basílica abarrotada, con el presidente del Principado, Adrián Barbón, estrenándose en primera fila en esta festividad, acompañado de la delegada del Gobierno, Delia Losa; el presidente de la Junta General del Principado, Marcelino Marcos Líndez, y el alcalde de Cangas de Onís, José Manuel González Castro. Pues bien, antes estas máximas autoridades y muchas más que llenaban los primeros bancos, Jesús Sanz Montes hizo una firme y contundente defensa de la familia tradicional, cargando contra la falta de ayuda a la mujer «por prepotencia machista o demagogia feminista». «Se destruye la vida», repetía el arzobispo. «Se destruye por un módico precio y no dejan que nazca, se destruye la vida no ayudando a la mujer por prepotencia machista o demagogia feminista, se destruye la vida cuando se quita a los padres su responsabilidad educativa, se destruye la vida anciana o enferma terminal cuando se la echa como residuo a un cubo de basura».

Es la familia, insistía Montes, «lo más querido y valorado entre nosotros». Pero, «como dije aquí mismo la primera vez que celebré la Santina, la familia está siendo perseguida por quienes tienen miedo de ella por la fortaleza que entraña». Es esta institución, dice el arzobispo, «una planta delicada que hay que proteger e incentivar. La familia es lo que es con sus siglos de solera en donde el amor entre un hombre y una mujer, abiertos a la vida, se respetan y aman con ternura y paciencia».

Fue sin duda uno de sus principales mensajes en una eucaristía siempre especial, que contó con la presencia de una treintena de sacerdotes de toda Asturias y la intervención de la Escolanía de Covadonga. Pero no fue el único. A nadie se le escapaba que era la primera vez del presidente Barbón en la festividad de la Santina. Y Sanz Montes aprovechó la ocasión para intentar establecer, desde ya mismo, una relación cordial y de colaboración. No solo agradeció en varias ocasiones el arzobispo la presencia de Barbón (quizás con el ejemplo en la memoria de la alcaldesa de Gijón, Ana González, y su decisión de no acudir a la bendición de las aguas del día de San Pedro ni participar en ningún acto religioso). Sino que también hizo suyas las palabras del presidente, cuando «decía con acierto que los problemas que tenemos en la región serían de modo distinto resueltos si en lugar de mirar solo por nuestros intereses partidistas tuviéramos una mirada amplia por Asturias, colaborando mutuamente». «Las palabras de nuestro presidente no solo son justas, sino que siendo sinceras marcan el verdadero camino viable», añadió. Seguidamente, tirón de orejas general para la clase política: «A veces vemos en algunos escenarios de la cosa pública cómo hay palabras vacías, intereses inconfesables, objetivos cortoplacistas y un uso y abuso del servicio político, trocándolo en un manejo de las cosas, los tiempos y los recursos a disposición, para un simple aprovechamiento de la propia vanidad o del mantenimiento o conquista del poder por el poder». Escuchaban atentos, quizás tomando nota, muchos políticos desde las primeras filas del templo. Las palabras fueron duras: «El ombligo de nuestra mezquindad nos acorrala egoístamente empujándonos a mentir, a calumniar, a socavar la convivencia levantando muros o volviendo a reabrir trincheras, con tantos pretextos que hacen que la colaboración sea una quimera».

Volvió al agradecimiento al presidente. No quería dejar de señalar la importancia de su presencia en la festividad religiosa más importante del año en Asturias. «Cuando me invitan a la Junta del Principado o a los ayuntamientos, a la Universidad o a las sedes de nuestra judicatura, de nuestro Ejército, la Policía Nacional o la Guardia Civil, acudimos agradecidos y nos sentimos honrados por la invitación. Si por algún motivo ideológico yo censurase o fuera censurado en la presencia que con respeto ciudadano y cortesía institucional nos brindamos, estaríamos cercenando el buen sentido, la respetuosa cordialidad y la mutua colaboración en tantos asuntos que el servicio a esta sociedad reclaman como recíproco entendimiento entre las instituciones que representamos».

El arzobispo entendió la presencia de Adrián Barbón como una oferta de colaboración entre instituciones que no solo aceptó sino que la devolvió: «Acojo con interés su invitación a colaborar y con responsabilidad también yo se la brindo agradecidamente».

ERE en la Cuenca

Siempre pegado a la actualidad, el máximo responsable de la Iglesia asturiana tuvo también unas palabras para los trabajadores de Vesuvius y la situación «en la que pueden quedar las 111 familias de la cuenca langreana si el ERE del próximo día 12 pone en la calle a tantos trabajadores por la crisis del acero en Europa». Mandó Montes «mi cercanía» a los afectados y «mi oración para que quien pueda mediar y remediar acierte a negociar con eficacia».

Fueron los principales mensajes del máximo representante de la Iglesia asturiana, que poco después de las once de la mañana ya estaba dispuesto, a los pies de la Basílica, a recibir y saludar a los invitados a la festividad de la Virgen de Covadonga. Saludos, por cierto, a los que también se refirió, abogando por «miradas acogedoras, con un corazón que al otro le ofrece cabida». Mirada hacia «nuestras relaciones cotidianas, en las que a diario se deciden el trato o el maltrato que nos brindamos en la familia, en el vecindario, en el trabajo, en los círculos de amigos. Demasiados escenarios nos están enfrentando, cultivando la crispación que hace complicada y difícil la convivencia».

Lo dicho, puntual anfitrión de la Iglesia asturiana, esperó a sus invitados al son de la Banda de Gaitas de Cangas de Onís y la Banda El Centru, del Centro Asturiano de Madrid, acompañadas en muchos momentos de las campanas de la Basílica. Todo, ante la atenta y a veces sorprendida mirada de fieles y turistas, llegados expresamente o por casualidad, que hicieron pasillo para la entrada de autoridades eclesiásticas, civiles y militares en el templo. Fieles y turistas esperaron también a la salida, para ver la procesión de la Virgen, acompañada por gaiteros, autoridades y voladores. Todo bajo la vigilancia de un amplio dispositivo de seguridad, con miembros de la Guardia Civil y Policía Local de Cangas de Onís.

Hasta la Cueva se dirigieron, donde el arzobispo volvió a dejar constancia de la buena sintonía con Barbón y despidió uno de los actos principales del Día de Asturias. Justo antes habían tenido su momento de protagonismo los fieles de Llanera, concejo encargado este año de la ofrenda a la Santina.

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